Para que la mujer pueda acceder a la energía de su corazón, su verdadera esencia, debe primero sanar su vientre, curar la herida ancestral de lo femenino. En prácticamente toda mujer encarnada hoy en la Tierra existe esa herida. Es la herida formada por todo el dolor acumulado en el inconsciente colectivo de la humanidad por los miles de años de represión y utilización de lo femenino. Es también la energía inconsciente del rencor contra lo masculino que se manifiesta especialmente en las relaciones de pareja, pero que está ya ahí desde el momento del nacimiento, reflejada desde el principio en la relación con el padre progenitor, arquetipo de lo masculino.
Aunque la mujer de forma generalizada está despertando, mas todavía no son mayoría las mujeres que han realizado el trabajo de abrazar, hacer consciente y liberar esa herida del dolor y del rencor. En tanto esa herida no se sane, la mujer no podrá liberarse, siguiendo atada a lo masculino, y por ende, siguiendo también nuestro mundo atado a lo masculino.
Sanar la herida es otorgar el perdón, que es realmente liberar a los demás y liberarnos a nosotros mismos. Es desatar lo ilusorio. El pasado que solo está en la mente. Mientras no seamos capaces de perdonar, quedaremos atados a aquello contra lo que reaccionamos, llamándolo y creándolo una y otra vez en nuestra propia vida. Todo esto se mueve normalmente a niveles inconscientes y es ahí precisamente donde debemos actuar, observándonos, haciéndonos conscientes de todo eso que estaba antes oculto y que no podíamos ver. Es un trabajo de elevación de la conciencia. Cuantos más hagamos el trabajo, más fácil será para el resto.
Para perdonar es muy importante ver las cosas con más amplitud. Comprender que todo esto no es un tema personal, que es la historia de la humanidad, la historia de cientos y cientos de reencarnaciones, donde todos hemos pasado por todo. Unas veces como hombres, otras como mujeres. Lo que realmente estamos haciendo es liberar el karma de la humanidad, desde la mujer o el hombre que hemos elegido ser en la encarnación actual.
El verdadero poder de la mujer no está en "igualarse" al hombre en su "fuerza", en su "racionalidad", no está en afrontar la vida desde su mente conceptual, analítica y discursiva. Ahí la mujer se pierde a sí misma y realiza una vana labor de liberación de lo femenino. La mujer también tiene que desarrollar su lado masculino, su mente racional y analítica, su hemisferio izquierdo, para equilibrarse. Sin un desarrollo de su lado masculino, la mujer no puede estar completa en la Tierra y todas esas características yin la arrastrarán a un mar de confusión, de emocionalidad, de inestabilidad, de falta de sobriedad. Podrá percibir muchas cosas, pero no podrá procesarlas, no podrá colocarlas, quedándose en un mundo vago y difuso, difícil de expresar. Es a través de las características yang (masculinas) como se puede dar forma a ese mundo, si no, demasiado etéreo. Pero este desarrollo de su parte yang, siempre debe estar dirigido desde su parte femenina, es como el sustentador que da equilibrio en el mundo. Pero no está ahí su verdadero poder.
Esa necesidad de muchas mujeres de "demostrar" su valía en el mundo masculino, es una necesidad ligada a la relación con el padre no aclarada. La figura arquetípica del padre debe ser recapitulada profundamente en cada mujer. Es un trabajo de liberación. Mientras una mujer no ha bajado a los entresijos de su relación con el arquetipo masculino, para ver todo el dolor emocional, toda la ira y toda la culpabilidad allí existentes, no podrá ser ella misma, se encontrará atada a esa energía que la desestabilizará, que reproducirá una y otra vez en los patrones de su vida, en sus relaciones, en su sexualidad. No podrá expresar su feminidad, su verdadero poder.
En el otro lado, la mujer debe volverse hacia el arquetipo femenino, hacia la figura arquetípipa de la madre. También ahí es necesario un trabajo de perdón y liberación. Un trabajo de comprensión que lleve a retomar el contacto con la esencia femenina, más allá de los desequilibrios normalmente existentes en toda relación madre-hija. Es normal que para la mayoría de las mujeres de hoy en día, la madre no haya aportado suficiente "presencia" femenina en su desarrollo. Más allá de esta realidad de la relación con la propia madre, debemos comprender que lo femenino arquetípico transciende la madre física. Que es posible conectar con "la energía de la madre" a través de la Tierra y también a través de la comunión con otras mujeres.
El vientre de la mujer debe ser sanado, para que la Diosa se pueda manifestar. Y hoy en día el vientre de la práctica totalidad de las mujeres se encuentra impregnado a nivel celular de la herida de siglos de dominio y deshonra a la Diosa. Las relaciones sexuales no han hecho, ni hacen, más que agravar dicha herida. Todo relación afectiva o sexual no purificada de la mente y emocionalidad masculina, que hace de una mujer sino un objeto de deseo, no hace si no potenciar el dolor allí existente, el dolor del desamor, de la no veneración a la Diosa. La relación que nace y conecta verdaderamente desde el corazón, facilita, es más, activa, el proceso de curación del vientre de la mujer. Por eso es sumamente importante relacionarse con parejas que estén en el camino de poner respeto y consciencia en la sexualidad. No se trata de renunciar a la libertad sexual, mas ya no podemos permitir que nos afecte, que penetre cualquier energía dentro de nosotros. Debemos empezar por honrarnos a nosotros mismos.
La energía femenina es una energía ligada al corazón y a la unión con el Espíritu y con todo lo que nos rodea y es desde el corazón desde donde nuestro mundo será sanado.
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