Controla tus creencias ¿Quién controla tu vida?
Cuando te desesperan las situaciones del trabajo, cuando te enojas con tu pareja si no hace lo que quieres, cuando te resientes fácilmente por lo que alguien hizo o dijo.
Si pasas estresado, angustiado, enojado, triste la mayor parte del tiempo, lo más probable, es que no tengas en tus manos las riendas de tu vida.
Por alguna extraña razón, las personas hemos aprendido a explicar todo lo que sentimos como resultado de un evento que ocurrió. Si estoy muy feliz es porque un evento o persona me hizo feliz, si estoy enojado es porque alguien me hizo enojar. Nótese que el “yo” queda como un objeto pasivo al cual otros le hacen cosas. Entonces de verdad creemos que tenemos todo el derecho a reclamar y a exigir que no nos hagan lo que nos afecta tanto, de verdad creemos que las otras personas son responsables por lo que nos hicieron sentir.
Noten también que si las otras personas de verdad son responsables por lo que nos hicieron sentir, entonces el control de nuestra vida no lo tenemos nosotros, lo tiene cualquier otra persona. Siguiendo esta firme creencia, sentimos que para poder tener el control de nuestra vida, entonces tenemos que controlar lo que hacen y dejan de hacer las personas que nos rodean, para que no nos vayan a molestar con lo que piensan, con lo que sienten y con lo que hacen.
Nos damos a la fatigosa y ardua tarea de intentar convencer a todos de nuestras opiniones, intentamos cambiar sus formas de ser, para que se adapten a las que “a mi me gustan”. En fin nos damos a la tarea de intentar entrenar a cuantos conocemos para que sepan lo que me gusta y lo que no, por supuesto esperando que se comporten de acuerdo a ello. ¿Y cuál es el resultado de toda esta trabajosa labor? Frustración, enojo, decepción, porque la gente muy desconsideradamente sigue haciendo lo que le da la gana.
La solución es disponernos a tomar el control de lo que si podemos cambiar: a nosotros mismos. Esto requiere ampliar nuestra forma de pensar y empezar a cuestionar muchas de nuestras creencias, porque son las creencias las que pueden volver nuestra vida miserable o las que pueden engrandecerla, pues en ellas nos basamos para tomar decisiones y para actuar y a veces son tan automáticas que solo nos hacen reaccionar.
Esta opción es terriblemente difícil de aceptar, porque tendríamos que modificar la profunda creencia arraigada de: “Soy importante para las para las personas que me quieren”. Por si sola esta creencia no generaría problemas, lo que genera problemas es si eso significa para nosotros: “Si soy importante, tiene que demostrarlo haciendo lo que yo quiero que haga, de tal o cual manera, etc.”
¿Estás triste, resentido o enojado con alguien? Pregúntate:
1. ¿Qué te hizo esa persona? Eso es fácil. Ahora pregúntate
2. ¿Tienes alguna manera de asegurar en un 100% que lo que esa persona hizo, lo hizo con el fin exclusivo de hacerte daño? Probablemente no puedas poner las manos al fuego por tus suposiciones.
3. ¿Habrá tenido en el momento de hacer lo que hizo alguna otra razón que tuviera que ver con su propia vida, gustos, necesidades? Probablemente si.
4. ¿Le estás exigiendo que deje a un lado sus gustos y necesidades para que cuide de las tuyas? ¿Estás dando lo mismo a cambio?
Tratemos de ser sinceros con nosotros mismos y no contestar estas preguntas a conveniencia y en base a puras suposiciones, porque con eso solo conseguimos engañarnos a nosotros mismos.
Obviamente, hay situaciones de violencia emocional y física que se deben tratar de forma totalmente distinta. Pero cuando no llega a estos extremos, la mayoría de los casos se debe a que convertimos nuestras suposiciones en hechos y no admitimos luego ninguna otra explicación.
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