Los hijos en las relaciones conflictivas también salen dañados, no es grato ver a los padres en un ambiente agresivo, de guerra a toda hora y por el otro lado es el ambiente en que vivieron y lo consideran normal, así debe ser, entonces repiten una y otra vez este tipo de relaciones con sus parejas.
La cadena solo se rompe, en el caso de que los hijos puedan darse cuenta de que la relación de sus padres no es la ideal y quieran generar un ambiente sano para su relación de pareja y sus hijos, empleando los patrones aprendidos solamente para hacer lo contrario a ellos.
Buscando relaciones saludables, enriquecedoras y satisfactorias.
Pero esto solo se logra con plena conciencia y con el deseo de no perpetuarla y no ser un eslabón más en la cadena aprendida.
Cuando el ambiente en que crecen los hijos es poco saludable, y agresivo, pues tendremos hijos que aprenderán estos comportamientos y los automatizarán en sus vidas, incluso con el pensamiento que eso es lo normal, que así deben ser los matrimonios.
Y como lo expuse anteriormente, tienden a ser foco de las agresiones reprimidas de uno o ambos padres.
Donde el gran afectado es exactamente la autoestima de los hijos, crecen con sentimientos de minusvalía, de falta de amor y de apego, y en muchos casos en medio del chantaje o manipulación emocional, de la culpa por no poder llenar las satisfacciones emocionales que uno o ambos padres, que no pueden llenarlos con sus respectivas parejas.
Las relaciones se tornan agresivas, poco tolerantes y poco comprensivas, los patrones se repiten una y otra vez, los hijos crecen en este ambiente de agresión y tensión que muchas veces no entienden, pero son parte del rodaje de la cadena, en un medio tenso difícil, y vicioso que puede llegar a afectar su comportamiento a nivel escolar o social.
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