El concepto de límite, generalmente relacionado con la autoridad, es una forma de enseñarle al niño a cuidarse. "Implica brindar un marco de contención y seguridad al desborde de ciertas conductas que suelen significar también muchas veces expresiones de angustia", explica Felisa Lambersky de Widder , coordinadora del departamento de Niños de la Asociación Psicoanalítica Argentina
Para la escritora Laura Gutman , autora de los libros La revolución de las madres y Crianza, violencias invisibles y adicciones , hablar de límites es un malentendido. "Tenemos un problema de comunicación entre lo que pide el niño -porque lo necesita- y lo que los adultos estamos dispuestos o no a ofrecer. Cuando un niño -que es un ser dependiente- pide y no obtiene, desplaza su pedido hacia otros más ? escuchables?. Por ejemplo, cuando ya se cansó de pedir presencia, pide caramelos. No importa cuántos caramelos coma, seguirá pidiendo más. Los padres creemos entonces que ?no tiene límites?. En verdad, no hemos escuchado el pedido original, que se puede satisfacer."
La clave está en acompañar. "Algún No puede tener sentido, siempre y cuando los adultos tengamos alguna opción de Sí. Por ejemplo, No podes tocar la ficha de la electricidad pero Sí te acompaño a subir y bajar las teclas de la luz, todas las veces que quieras hasta descubrir el secreto (tampoco son tantas veces si acompañamos un rato al niño en su exploración)", ejemplifica Gutman.
Primeros pasos, primeros límites
En la etapa del gateo y de la deambulación comienzan a marcarse las primeras pautas de comportamiento. "Es cuando frente al desconocimiento del niño, éste se ve impulsado a realizar actos que implican un riesgo para su vida como, por ejemplo, tocar los enchufes o intentar saltar de la cuna por sobre los barrotes", explica Widder.
En otros casos, responden a convenciones sociales. "En la etapa del control de esfínteres, si bien esta enseñanza está a cargo de los padres, la necesidad de reconocer el deseo de evacuación y micción en el ámbito correspondiente deviene de un límite impuesto por la cultura, que exige al pequeño la renuncia al placer de ensuciarse propio de la edad y comprende un aprendizaje que los adultos significativos deben acompañar", agrega.
"Si el niño se sabe escuchado y comprendido puede perfectamente acompañar o tolerar cuando algo en particular no se puede obtener. Pero cuando no obtiene nada -desde sus expectativas de cuidados maternales- le resultará mucho más difícil. Es hora de ponernos en el lugar del niño pequeño y tratar de vislumbrar el mundo desde ahí", concluye Gutman.
Es un aprendizaje, y como tal debe impartirse con tranquilidad, seguridad, firmeza, claridad y amor.
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