Cerrar círculos es imprescindible si queremos que nuestra vida sea "redonda", completa. Cuando lo consigues, cuando nada te impide lograrlo, cuando no te importa "el qué dirán", porque tu corazón te habla en susurros luminosos, una suave brisa recorre tu cuerpo y te anuncia tu primavera particular.
Cuando vivimos, existimos, nos relacionamos, establecemos interacciones bidireccionales que a veces fortalecen, otras duelen, algunas más enseñan y otras pocas acrecientan. Es absolutamente normal porque forma parte de la fuerza existente que denominamos Vida.
Se van cumpliendo etapas con cada momento, época, lugar y persona que cumplen siempre una función determinada y absolutamente necesaria, aunque la mayoría de las veces no sea evidente en un primer momento.
Cubierta la etapa, acabada la misma, avanzamos, seguimos caminando, existiendo, pero a veces nos olvidamos de cerrarla, de terminarla, no en un sentido finalista de todo o nada, sino de lo que ella nos transmitía y en la forma en que ha transcurrido.
Por ejemplo, no se trata de que si te has comprado un coche que te gusta, has disfutado conduciéndolo y de repente decides o deciden por ti que ya no es tu coche, cierres olvidándote para siempre de vovler a tener uno o siquiera de conducir. No, se trata de desapegarte de ese coche en particular, de las emociones que te han acompañado durante su disfrute, de obtener el aprendizaje pleno y completo que te ha proporcionado y de seguir adelante. Eso sólo puedes lograrlo si cierras del todo el círuclo formado, creado en ese existir temporal.
Igual ocurre con las relaciones, personales, fraternales, amorosas, laborales, en definitiva, vitales. Pasa la etapa, el corazón lo sabe, el alma lo confirma el espíritu te encamina sin remedio hacia la siguiente, pero tu mente, con sus cargas de prejuicios, condicionamientos, estrecheces, miras distorsionadas, ilusiones y desesperanzas, frustraciones varias, decide intervenir y te "empuja" a seguir con algo que ya no debe ni puede ser igual.
Tu única salida es escuchar la profundida de tu corazón, de tu alma, y hacerle caso, eso sí, cerrando impecablemente el círculo, amorosamente, con el corazón, no con el estómago, con el amor, no con la pasión, con generosidad y comprensión.
Eso vale para cada parte, agradeciendo las enseñanzas recibidas, el aporte efectuado, lo vivido, y deseando lo mejor. Diciendo Adios con el alma en una mano y el corazón en la otra, como sólo tu sabes y puedes hacerlo, aunque creas imposible esto que ahora te digo.
Sed generosos, vivid con amor desde el amor, cerrad círculos de esta manera y caminad, caminad erguidos, contentos y felices de haberlo realizado porque lo que atrás quedó ya no es vuestra responsabilidad, si habéis actuado así de impecablemente.
La mochila tiene sentido durante una parte del viaje, pero cuando realizas otro, en ese ínterin, descárgate de ella y vive libre, disfrutando de lo único posible que tienes más a mano: ¡¡tu SER!!
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