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La Virtud de Cambiar


La vida es cambio y cambiar es ser capaz de pensar diferente.

El cambio es una transformación que exige despojarse de antiguas estructuras, modificando los valores que ya no sirven, ampliando la perspectiva para poder ver más allá y lograr trascender los propios límites para poder enfrentar nuevos desafíos.

El que puede cambiar de forma de pensar al ritmo que le demandan los años, se enaltece, porque puede dejar atrás para siempre sus viejos miedos de niño, crecer naturalmente con el paso del tiempo y atreverse a ser auténtico y fiel a si mismo.

Los niños desean crecer, ser mayores, para participar y ser comprendidos; sin embargo, sólo cuando son pequeños pueden ser ellos mismos sin esfuerzo, cuando se atreven a responder a sus propias exigencias sin vivir pendientes de otras conciencias.

Cuando crece, y a medida que se socializa, se esclaviza, porque comienza a prestar atención a otras expectativas, debido a su necesidad de ser aceptado y querido.

Los que pueden prescindir de las expectativas de los demás y pueden ser como son, sin permanecer aislados, son aquellos que tienen confianza en si mismos, los que se aceptan como son, distintos y capaces de ser fieles y sinceros para entregarse a los otros sin condiciones, aceptando los compromisos.

Crecemos y recién desde arriba se puede ver más lejos para lograr una mejor perspectiva, porque la realidad es más real cuanto mayor es la distancia en que la percibimos, que es cuando adquiere más sentido.

El niño se transforma en un adolescente porque ha cambiado su cuerpo, pero sólo logra crecer cuando cambia su espíritu; que es la instancia que le permitirá aceptar su cuerpo y sus pensamientos.

La adolescencia es el ritual de iniciación que es doloroso pero venturoso, porque permite pasar a la adultez, cuestionando valores, arriesgando la vida en cada desafío, prefiriendo la práctica a la teoría, la experiencia a la ciencia, y estando concentrado en la búsqueda del sentido de la vida.

La fuerza de la juventud es la que los obliga y el deseo imperioso de gozar del libre albedrío es el que los impulsa a enfrentas hazañas que los hagan sentir vivos.

El niño quedó atrás, y también el adolescente ha desaparecido. Ahora un hombre o una mujer han emergido, con el potencial para ejercer su rol creativamente, tanto para la sociedad como para si mismos.

Cada uno en la vida irá haciendo lo que puede, según lo lleven su temperamento, su carácter y los pensamientos que ha adquirido, y los más satisfechos serán los que no tengan miedo a avanzar y sigan siempre mirando al frente.

La naturaleza nos enseña a ser todos los días nuevos y frescos; las plantas que se enroscan con otras plantas se secan, los árboles que se desarrollan a la sombra de otros, no crecen ni dan frutos.

Sin embargo, tal vez por temor a la muerte muchos se aferran al pasado y sólo les quedará la frustración de haber podido alcanzar y no haber querido llegar, de haber podido ser y no haber querido intentar.

Todo esto por no querer comprender ni asumir y por haber preferido ignorar y no cambiar.

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