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El hábito de postergar



Algunos se preguntarán por qué dejar para mañana lo que se puede hacer hoy, mientras otros encontrarán mil respuestas posibles y seguirán adelante con paso seguro. Se trata de procastinadores, personas que pueden demorar la acción hasta el cansancio.
Procastinar es una adaptación del termino ingles procastinate que lo definen como : postpone doing what one should be doing o lo que es lo mismo : posponer algo que se debería estar haciendo.
Es la actitud de postergar, diferir, aplazar. El agobio en que suele vivir el individuo contemporáneo lo lleva necesariamente a procastinar. Y, aunque no siempre es un mal hábito –desde el momento que ayuda a priorizar actividades y quizá planificar mejor–, lo cierto es puede convertirse en una duda eterna.

La procastinación es un complejo transtorno del comportamiento que a todo el mundo nos afecta en mayor o menor medida. Consiste en postergar de forma sistemática aquellas tareas que debemos hacer, que son cruciales para nuestro desarrollo y que son reemplazadas por otras más irrelevantes pero más placenteras de llevar a cabo. Es asumida popularmente como simple "pereza". Afecta a multitud de perfiles (el ejecutivo que aplaza una y otra vez una reunión porque la prevee conflictiva, el estudiante que aplaza indefinidamente el estudiar para sus exámenes,etc.) y cada vez más se está convirtiendo en un serio de problema que afecta a al salud psicológica de los individuos y, por ende, a la salud social de una comunidad. La procastinación es un fenómeno que se ha descubierto de tal complejidad que resulta difícil analizarlo, por las complicaciones que presenta en identificar sus orígenes así como las muchas relaciones causa-efecto que se realimentan entre sí. Todo esto dibuja un cuadro polifacético que resulta muy complejo de analizar. En este artículo sin embargo voy a intentar al menos "darle una puntilla" al asunto, con la ayuda de algunas referencias que existen dentro de la literatura científica sobre el tema. La procastinación se manifiesta ante todo como una pésima gestión del tiempo. El "procastinador" suele o bien sobrestimar el tiempo que le queda para realizar una tarea, o bien subestimar el tiempo necesario -según sus recursos propios- para realizarla. Éstos son solamente un par de los muchos autoengaños en los que el procastinador incurre. Como veremos más adelante, una de las actitudes típicas de un perfil determinado de procastinador es la excesiva autoconfianza., una falsa sensación de autocontrol y seguridad. Por ejemplo, imaginen que se nos da 15 días para presentar un informe. En nuestro fuero interno estamos convencidos que solo necesitaremos 5 días para hacerlo, incluso menos. En ese momento pensamos "hay tiempo de sobra, no es necesario ni siquiera empezar a hacerlo!". Y se posterga día tras otro una tarea que no solamente no nos ilusiona hacer, si no que, en cierta manera "ya hemos terminado" en nuestra mente confiada cuando ni siquiera hemos movido un dedo por ella. Al acercarse el plazo de entrega de forma peligrosa, de repente, nos damos cuenta de que no seremos capaces de cumplir con la tarea que se nos ha asignado. Entonces pensamos "No tengo esto bajo control, no tendré tiempo!!" y comenzamos a trabajar en ello de forma atropellada, con una gran carga de estrés. En ese momento aparece en escena otro autoengaño, y es el aquél de "Solo bajo presión trabajo bien". Lógicamente, porque realmente no hay otra opción en ese punto!. Frecuentemente esta actitud y manera de proceder es típica de personas que confían mucho en sus posibilidades. Si, además, es realmente así -la persona tiene realmente esas capacidades- es posible que el final de la historia sea que aquella tarea se entregue en el plazo y con unos resultados óptimos. Esto envía un mensaje aparentemente erróneo al procastinador ("mira qué nota he sacado a fin de cuentas!") que observa como ha obtenido una recompensa a su forma estresada de trabajar; por lo que reiterará en su conducta, aunque ésta siempre le traiga ansiedad y problemas en general. Los causas o motivos que pueden llevar a una persona a padecer de procastinación son tan diversos y complejos que resultaría muy correoso plasmarlos en un solo artículo. Hay personas que "procrastinean" de resultas de un estado depresivo (la depresión conduce a estados de letargo). Otras en cambio son amantes del perfeccionismo, y ésto las priva de empezar a realizar proyectos porque temen que no podrán hacerlo tan perfecto como ellas desean, y por lo tanto pierden la motivación. También una baja tolerancia a la frustración ayuda a "dejar las cosas de lado", por miedo a que nos desborden y por tanto por miedo a cómo nos sentiremos entonces. Otro perfil muy distinto sería el de aquellas personas muy activas que disfrutan gestando ideas, pero que no pueden finalizarlas porque enseguida se distraen generando ya la siguiente; y postergan así decenas de tareas que obviamente no tienen tiempo para completar. Y eso solo mencionando una minúscula porción de los muchos perfiles de procastinador que se pueden encontrar. Seguramente usted que está leyendo estas líneas se haya visto identificado en alguna de las frases de este artículo. Se habrá recordado a sí mismo leyendo el diario en la oficina con una lista de tareas por hacer, yendo a la cafeteria justo en el instante en que se propuso empezar un proyecto, navegando por internet mientras su teléfono sonaba con un cliente/jefe incómodo al otro lado llamando... etc. El hecho de que sea un mal muy extendido y que se trate de un fenómeno de por sí fascinante por su complejidad y riqueza de matices, hace que merezca la pena su estudio, tanto a nivel académico -que ya se viene realizando- como a nivel individual y colectivo.

Cómo afrontarla
Seguramente, más de un lector se habrá sentido identificado con los síntomas o con el perfil del procastinador, y eso haya hecho saltar alguna que otra alarma en su conciencia. O cuanto menos, una necesidad de, una vez reconocido el problema, intentar encontrar soluciones. En este artículo pretendo abordar los posibles orígenes que puede tener la procastinación, así como qué se puede hacer para intentar o bien superarla, o bien mitigar sus efectos. Como ya se dijo se puede llegar a la actitud de procrastinar a partir de caminos variados, a saber:

La depresión: la depresión es una enfermedad de la mente que tiene consecuencias terribles en la persona que la padece. Anula casi por completo las capacidades de la misma para poder pensar con claridad, relacionarse, y en definitiva, vivir la vida. Uno de los síntomas clave de la depresión es el estado letárgico que induce. La persona depresiva no quiere saber nada del mundo, siempre busca la cama para dormir, para huir de una realidad que le duele y quizás hallar la paz en la inconsciencia que supone el sueño. La actividad, el llevar a cabo proyectos, implica de algún modo engancharse a esa vida, a esa realidad, y por eso una persona depresiva aplaza de forma consciente e inconsciente las tareas que debe hacer y se dedica a sustituirlas por otras irrelevantes pero que le proporcionan un placer más instantáneo y superficial. En estos casos, como la procastinación está tan ligada a la depresión, obviamente la cura de ésta debería implicar la de aquella.

El exceso de autoconfianza: las personas que sobre valoran la seguridad en sí mismas -tengan motivos para ello o no- distorsionan de forma aguda y permanente su percepción del tiempo, y por lo tanto hacen una pésima gestión del mismo. Una persona que durante su vida ha visto recompensada su inteligencia (cognitiva) de forma reiterada, puede dejar inactiva la sección de ésta que se encarga de realizar previsiones temporales con eficacia. Por ejemplo, si una sola vez, alguien realiza una tarea compleja en menos tiempo del previsto, se le felicitará por ello. Ese estímulo de reacción puede provocar que el individuo inconscientemente extrapole ese suceso a otros órdenes de su vida, y caiga en una autoconfianza desmesurada. Así, cada nueva tarea que le sea encargada será subestimada en su contenido, y en consecuencia se sobrestimará el tiempo necesario para llevarla a cabo. Como la mayoría de tareas suelen encomendarse con plazos de entrega estándar, promediados, el procastinador por autoconfianza encuentra que tiene tiempo de sobra para hacerla, así que decide él mismo que está aburrido, y pasa a ocuparse de otras tareas que no son prioritarias y quizás ni siquiera útiles para su vida, pero que le proporcionan placer. Éste es claramente un caramelo envenedado, ya que las tareas "accesorias" de este perfil de procastinador, aunque superfluas, suelen ser grandes consumidoras de tiempo y de recursos, con lo que al final, la persona que se entrega a esta actitud acaba "metiéndose en un jardín" del que no sabe salir. Este posible final es importante tenerlo en cuenta ya que las situaciones desesperadas, cuando son sostenidas en el tiempo, pueden conducir al stress y la depresión, que como se ha mencionado antes, es otra fuente adicional de procastinación. La solución a este perfil no es fácil. Una técnica que puede llegar a ser útil es "falsear" de forma consciente y aún a contracorriente nuestras propias previsiones. Por ejemplo, si creemos que tardaremos una semana en hacer algo, pues sistemáticamente duplicar o incluso triplicar ese tiempo en nuestra agenda. Así al menos, podemos evitar defraudar a nuestros amigos, clientes, etc. Otra técnica que puede ser útil es desglosar una tarea en casi todas sus partes componentes, para hacer previsiones de tiempo lo más honestas posibles.

La "mente voladora": cada mente es un universo, y cada inteligencia tiene sus propios matices. Hay personas cuya inteligencia les dicta sobre todo actuar, actuar con tesón y perseverancia. Este tipo de mentes suelen llegar lejos en la vida, con el handicap de que solamente lo harán en un campo de especialización. Otras mentes, que me tomo la libertad de bautizar como "mentes voladoras" suelen dejar en un segundo plano la consecución de ideas, el llevarlas hasta el plano de la realidad. En este caso, la simple generación de ideas es una tarea permanente que consume todo el tiempo y energías de este tipo de inteligencias. El ser un manantial de ideas que jamás pueden pasar de la fase de proyecto es su destino. ¿Por qué? Por la sencilla razón de que durante la implementación de una de estas ideas, surje otra enseguida que instantáneamente -al ser más novedosa- toma el primer lugar en la preferencias y por lo tanto se abandona la ejecución de la anterior. Esto obviamente conduce a otra forma de procastinación, muy común entre las personas especialmente creativas. ¿Qué hacer en este caso?. Es difícil saberlo, quizás el trabajar coordinadamente con otras personas en las que domine la inteligencia ejecutiva podría ser una solución.

Posibles soluciones

Conviene buscar una solución a la procastinación en caso de que ésta constituya realmente un problema para nosotros. A menudo, al revelar este transtorno de conducta al público, una mayoría de personas enseguida se ven identificadas con él. "¡Yo soy ése!", "¡Yo tengo eso seguro! son frases que surgen de forma espontánea entre la audiencia a medida que se van describiendo los síntomas de la procastinación. Afortunadamente, esto no es así. Muchos de nosotros por no decir casi todos estamos habituados a postergar tareas porque sencillamente, nos resultan pesadas o nos sentimos agobiados. Si una tarea se evita para descansar o no hacer nada, eso no es procastinación. Los procastinadores suelen ser personas bastante activas. Su mal consiste en sustituir sistemáticamente (y crónicamente) lo que deben realizar por otras tareas que, tomadas de forma aislada, pueden ser incluso brillantes, pero que no aportan un beneficio real a la persona. En el anterior artículo de esta serie sobre la procastinación, se abordan algunos de los posibles caminos que pueden llevar a la aparición de la procastinación. En este artículo, se intenta conectar los "caminos de entrada" hacia la procastinación con las posibles vías de salida al problema o cuanto menos, a mitigar los efectos nefastos que tiene sobre la vida de la persona que lo padece; pues en la mayoría de casos, si realmente se trata de procastinación, ésta suele ser crónica, pues se convierten en comportamientos aprendidos que llevan años en desaprender. Debido a la complejidad del tema, he aquí el resto del artículo en forma de mapa conceptual:


Por qué dejamos para mañana lo que deberíamos hacer hoy

Muchas personas se sienten incapaces de tomar decisiones o de ponerse en marcha cuando tienen que realizar alguna actividad. Vamos a ver cuáles son los motivos por los que la gente posterga sus decisiones.


1- Aún no me siento suficientemente motivado.
Esperar a sentirse en disposición de hacer algo es solo una excusa. Uno nunca se va a sentir dispuesto a realizar tareas como ordenar el trastero, ir a hacer aquellas gestiones que no son urgentes pero si importantes o visitar a su suegra. Es algo que saben bien las personas de éxito: las cosas se sacan adelante comenzando alguna vez, se sienta uno dispuesto a ello o no. En definitiva, la acción lleva a la motivación que a su vez facilita las conductas posteriores. No esperes a sentirte motivado; actúa.

2- Modelo de éxito.
Los postergadores a menudo creen que las personas que alcanzan el éxito tienen la suerte de cara, se sienten seguras de si mismas y que alcanzan sus objetivos con facilidad y sin sufrimiento. Este modelo de cómo se alcanza el éxito es poco realista ya que alcanzar objetivos es duro para todos y esas personas también han tenido que sortear obstáculos en el camino. Las personas eficaces tienen una idea de cómo alcanzar el éxito y saben que deberán superar situaciones estresantes y frustrantes. Simplemente persisten en su lucha.


3- Miedo al fracaso.
Las personas que tienen pánico al fracaso basan su autoestima en sus logros. Si algo no sale bien, por su gestión, por las circunstancias o por la gran dificultad del proyecto, es posible que se sientan como seres humanos fracasados. Eso hace que el solo hecho de intentar algo sea demasiado arriesgado. Postergar es más fácil.

4- Perfeccionismo.
Muchos de nosotros hemos sido educados bajo la creencia de que deberíamos realizar nuestras actividades de forma perfecta y que si lo hiciéramos así habría una recompensa. No digo que no intentemos hacer las cosas bien al máximo, me refiero a que el perfeccionismo compulsivo hace que sintamos una presión tan grande que estemos estresados de tal forma que acabemos postergando algo que podríamos realizar con corrección.


5- No tener suficientes recompensas.
Si uno se siente recompensado por lo que hace, eso le dará fuerzas motivadoras suficientes como para seguir adelante. Es por ello que las personas con talento se sienten motivadas: reconocen sus propios méritos en lo que hacen. En cambio los postergadores suelen desvalorizar todo lo que hacen. Siempre creen que no ha sido suficiente o que no ha sido algo especial. Y cuando hablo de recompensas no me refiero a que sea algo que viene de afuera. Una felicitación del jefe puede ser algo muy motivador, pero en última instancia todas las recompensas proceden de tu interior. Es uno mismo quien atribuye el mérito a lo que hace o a lo que le dicen. Piensa en ello.


6- La trampa de los “debería”.
Los postergadores se suelen decir a sí mismo que deberían hacer tal o tal cosa. Pero en realidad, cuando nos decimos a nosotros mismos que deberíamos hacer algo, queremos significar que “debería hacerlo pero no tengo que hacerlo ahora mismo; es algo que puede esperar”. Si analizamos cualquier tarea en la que aplicamos el típico “debería” para referirnos a ella, veremos que en realidad podemos sustituir esa palabra por “quiero, necesito o me conviene”. Empieza a utilizar estas expresiones en lugar de “debería”. Incitan a la acción y son más adecuadas.

7- Agresividad pasiva.
Si eres de las personas que postergan las cosas puede ser que temas expresar tus sentimientos negativos de forma directa. Es posible que evites los conflictos porque creas que no está bien sentir rabia. Puede ser que no hayas respondido a una llamada para no dar una negativa a lo que no te apetecía hacer, o que evites encontrarte con un compañero de trabajo porque en realidad estás enojado con él. Puede ser que te digas a tí mismo que te has olvidado de algo cuando en realidad no quieres afrontar tus sentimientos de rabia, rechazo o envidia hacia esas personas. En definitiva, si te sientes molesto o irritado con alguien ése puede ser el motivo de la postergación.

8- Falta de asertividad.
A veces cedemos ante los deseos de los demás poniéndolos por delante de los nuestros propios solo por el hecho de pensar que deberíamos ser amables con la gente. Son ocasiones en las que creemos que debemos estar a la altura de las expectativas ajenas olvidando nuestros deseos o necesidades. Puede ser que nos aterre la crítica o que no queremos que nadie se enfade con nosotros. El resultado es de nuevo la postergación. No siempre se puede decir “si” ni complacer a todo el mundo.

9- Sensibilidad a la autoridad.
Es posible aplazar las obligaciones cuando sentimos que alguien está ejerciendo presión y autoridad sobre nosotros. Puede ser que el no llevar a cabo esa tarea sea el resultado de una rebelión. No queremos reconocer que no daremos nuestro brazo a torcer y castigamos a la autoridad con la demora de esa obligación. Otro motivo más para postergar.

10- No tener deseo.
A veces la postergación puede ser tan sencilla como que no deseamos hacer algo y por eso lo aplazamos. Una tarea que nos resulta muy incómoda de afrontar y cuando llega la hora acabamos haciendo cualquier otra cosa creyendo que esta última es más urgente. Entonces, en lugar de sincerarse con uno mismo y reconocer que no nos apetece hacer algo acabamos pensando que somos unos vagos. Preguntarse el por qué no realizamos una tarea es algo muy útil. Reconocer que en realidad no es importante o que no nos gusta porque hemos seguido los dictados de alguien que nos ha hecho creer que aquello es lo que debemos hacer.

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