Un chantajista tiene una gran habilidad para enmascarar la presión que ejerce sobre nosotros, y a menudo, la recibimos en forma tal que hace que nos cuestionemos nuestra propia percepción de lo que está ocurriendo. Además, suele haber un gran abismo entre lo que nuestro chantajista hace y la forma cariñosa y llena de amor con la que lleva a cabo esas acciones.
Estas personas tienen la virtud de superarnos emocionalmente, haciéndonos sentir a través de la manipulación psicológica totalmente derrotados. Nos brindan su afecto y su estima cuando se les da lo que piden, pero terminan amenazándonos para lograr lo que quieren o haciéndonos sentir terriblemente culpables cuando no hacemos su voluntad. Sabemos que nos sentimos frustrados y resentidos, y que hemos renunciado a nuestros propios deseos por satisfacer a otra persona.
Chantaje emocional
Es una modalidad de manipulación moral que se usa para intentar que una persona haga lo que otra quiere; de tal modo que, mientras la primera no ceda, se convertirá en víctima del sentimiento de culpabilidad, la duda y el miedo. Esta técnica se aprende en la más tierna infancia y suele ser utilizada, algunas veces, de forma inconsciente. “Todo se pega menos la belleza”, dicen por ahí.
Así, si el niño quiere un juguete nuevo y la madre (o el padre) se lo niega, este le dirá: “¿Es que ya no me quieres?”. Desde luego esto no sería una patología de manipulación si el niño sintiera realmente lo que dice; pero pronto le encontrará gusto a decir cosas que no siente con tal de conseguir sus propósitos.
Pasos del chantaje
Para que el chantaje emocional se produzca, tienen que existir un chantajista y un firme candidato a ser chantajeado. Si la posible víctima entiende las intenciones del manipulador e ignora sus pretensiones, el chantaje no se produce. Pero hay más elementos como exigir lo inexigible.
Todo chantaje arranca con una exigencia a veces disfrazada de petición; la oposición, que es la resistencia de la víctima a la exigencia formulada por el chantajista; y por último, el sermón, que es el ceremonial de argumentos emocionales utilizado por el chantajista haciendo alusiones a la amistad, el amor, la solidaridad, la ayuda, la confianza, la pareja. A partir de este momento empiezan a surgir el miedo, la duda, la culpabilidad y la debilidad. Frases como “no me hubiera imaginado que pudieras fallarme en un momento así” o “pensaba que eras un amigo de verdad”, o “en tus manos está perder la mejor oportunidad de nuestra vida” son disparadas a discreción.
Así como algunos chantajes son transparentes y casi inofensivos, otros resultan más retorcidos y pueden terminar siendo destructivos.
El pensamiento
nos juega en contra
Una vez disparada la artillería del chantajista, la víctima empieza a “recapacitar”. Su entereza puede desmoronarse en cualquier momento. El miedo a perder el trabajo si se contradice una sugerencia de un superior; a perder su pareja si la presión viene del plano afectivo; a provocar una situación insostenible con los hijos, suelen dar paso a una rendición incondicional. El chantajista lo sabe y espera pacientemente. El sentimiento de culpabilidad toma un papel protagonista, ya que el hecho de no ceder otorga a la víctima un exceso de responsabilidad que no siempre será capaz de soportar, surge la idea: Todo lo malo que pueda ocurrir y es posible evitar está en mis manos.
La patologización se hace presente en una relación cuando una persona desea mayor entrega de parte de la otra, más tiempo, más compromiso, y cuando no la obtiene, intenta lograrla cuestionando la capacidad de amar de la otra.
A pesar de conducirnos en forma exitosa y eficiente en otros aspectos de nuestras vidas, frente a nuestros chantajistas nos sentimos abrumados e impotentes. Nos manejan como si fuéramos marionetas.
No tiene nada de malo desear la aprobación del otro; pero si nos volvemos adictos a ella, necesitaremos un suministro permanente, lo cual nos hace vulnerables al chantaje. “Si no me aprueba lo que quiero hacer, soy una mala persona, no valgo”.
Patología del chantajista
No existe un tipo de persona que a simple vista y solo por su fisonomía se pueda catalogar como chantajista; no obstante, se acostumbra a asociar la manipulación con personas egoístas, retorcidas, malvadas y maquiavélicas. Esto resulta tranquilizador en sí mismo, dado que aporta una explicación simple y definida de este aspecto oscuro de las relaciones, al tiempo que nos aleja de ese estereotipo. Pero en la práctica, todos, en un momento dado, hemos utilizado algún tipo de chantaje emocional.
De acuerdo a su perfil psicológico, el chantajista es un sujeto que detesta sentirse perdedor, y además considera las reglas del juego como algo secundario; lo importante es no perder. No le importa conservar la confianza del otro, respetar sus sentimientos o jugar limpio. Las reglas básicas que permiten un intercambio afectivo sano y honesto son desechadas. Si bien se muestra como una persona común y a veces es un individuo altamente eficiente en muchos aspectos de su vida, el chantajista emocional opera a partir de una mentalidad de privación, siempre que se conmociona su sentido de estabilidad. El chantajista ve la resistencia a sus deseos como el síntoma de algo más grave, siendo intolerante a la frustración de un “no”.
El chantajista actúa, la mayor parte del tiempo con bondad y ternura, y solo ocasionalmente recurre al arma del chantaje. Por eso resulta muy difícil detectar la aparición de un esquema manipulatorio en una relación.
Receta del chantaje
Si el objetivo fundamental de alguien es simplemente ganar la partida, hará siempre lo siguiente:
• Tratará de dominarlo.
• Ignorará sus protestas.
• Insistirá en que su carácter y sus motivos son superiores a los de usted.
• Evitará asumir su parte de responsabilidad en el conflicto surgido entre los dos.
Tipos de chantajistas
Susan Forward distingue en su libro sobre el chantaje emocional cuatro tipos de chantajistas.
• El castigador silencioso, que conseguirá su objetivo sin siquiera expresar con fluidez el objetivo de su mensaje; tanto los que callan ofendidos, como los que se refugian en la ira no verbalizada, dominan el arte del silencio. Se atrincheran tras una fachada impenetrable y nos transfieren la responsabilidad de sus propios sentimientos. Cedemos rápidamente a estas situaciones estresantes y tensas porque es la forma más fácil de aliviar un ambiente intolerable.
• El autocastigador es un individuo excesivamente necesitado de afecto, muy dependiente, que no asume su responsabilidad por su propia vida. Todas sus dificultades, reales o imaginarias, son culpa del otro. Mientras el castigador silencioso convierte a su víctima en un niño dependiente, el autocastigador pone a su víctima en el papel de adulto protector.
Los que asumen la posición de víctima plantean sus exigencias disfrazándolas de sentimientos de lástima y culpa.
• El seductor ofrece promesas maravillosas que, por ser poco realistas, rara vez acaban por cumplir.
Crisis con solución
Platón definía la política como el arte de vivir en sociedad. La pareja es una comunidad de dos personas en la que puede darse tanto una lucha encarnizada por el poder como una pugna soterrada de control y subyugación. Pero también es posible construir una relación con una política democrática y solidaria, basada en el respeto y la comprensión mutuos.
Ambos miembros de la pareja pueden decidir deponer sus armas manipuladoras y ayudarse mutuamente a reconocer con lucidez y humor cuándo ponen en marcha este tipo de artimañas. En todo caso, cada persona decide si hacer de la pareja un campo de batalla o un lugar de encuentro y de cooperación que aporte riqueza a ambos.
Se puede estar muy enojado con alguien, sin que esto deba llevarnos al maltrato o la manipulación emocional. Los desacuerdos, hasta los más intensos, no tienen por qué ser mezclados con juicios negativos porque estamos, en el caso de la pareja, frente a la persona que más amamos.
Que nos hace vulnerables
• Un profundo miedo al enojo del otro
• Una gran necesidad de paz, sea cual fuere su precio
ooh por Dios, me acabo de dar cuenta que toda mi vida he sido víctima de una manipulacion emocional por parte de mi madre. Tengo 27 años y no se como sobrellevar esa situación
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