Las neurosis fóbicas se caracterizan por el desplazamiento de la angustia sobre hacia una situación o un objeto externo.
La angustia la produce la tensión interior, cuando no se puede descargar la energía instintiva.
Se trata de un sufrimiento vago e indefinido, como suele ser el miedo a la enfermedad o localizado en un lugar, como por ejemplo en todas las manijas de las puertas.
El desplazamiento de la angustia es un mecanismo de defensa y el síntoma es la fobia, como puede ser la fobia de tocar.
La fobia es un miedo intenso específico y paralizador que se produce al proyectar afuera el estímulo, para disminuir la angustia.
Existen fobias en las neurosis de angustia, en la histeria, en las neurosis obsesivas, en la depresión melancólica, en algunos delirios sistematizados, hipocondríacos, etc.
Freud denominaba a la neurosis fóbica, histeria de angustia. Esta neurosis intenta reemplazar la angustia de un peligro interno, por el miedo a un peligro externo que se puede controlar, evitándolo.
En esta neurosis, el simbolismo del objeto de la fobia está ligado a un complejo afectivo particular del sujeto, que se reduce a pocos temas y conductas tabúes.
El principal tema fóbico y el más común en los adultos se relaciona con tres temores básicos: 1) la fobia del espacio, o sea el miedo a salir y la angustia que provocan las calles, que se trata de evitar o enfrentar buscando un apoyo; 2) miedo a los espacios descubiertos, o agorafobia, y 3) miedo a los espacios cerrados o claustrofobia.
Existen otras variedades de fobias como el vértigo fóbico (miedo a las montañas, a los ascensores o a los pisos altos); el miedo a la oscuridad, que se concibe como un espacio peligroso; el miedo a los medios de transporte (miedo del tren, fobia que sufría Freud y yo también algunas veces); miedo a la muchedumbre, cuya variante más frecuente es el miedo a hablar en público.
Otra forma de fobia es el miedo social, a las relaciones individuales o colectivas con otros que provoca una gran angustia, como también la fobia al enrojecimiento facial, al contacto humano o a encontrarse con determinadas personas, como un policía, un bombero o un enfermero.
Existen además en el adulto fobias que perduran desde la niñez como el miedo a los animales (caballos, perros, leones, lobos, etc.). Estos animales son considerados amenazadores y despiertan el temor a ser perseguidos o devorados.
Dentro de esta misma categoría está el miedo a los animales pequeños como los ratones, los insectos, que pueden atentar contra la integridad corporal y producir repulsión.
La conducta fóbica está determinada por la búsqueda de seguridad, y también se puede relacionar con las supersticiones, que son pequeñas fobias, como tocar madera, un trébol de cuatro hojas, etc.
El carácter fóbico se caracteriza por el constante estado de alerta y por la actitud de huída.
El fóbico se alarma de sus tendencias y apetitos del instinto, que le producen una sensación de peligro que inconscientemente se incrementa más si se reprimen.
La actitud de huida puede ser pasiva, de inhibición, como las inhibiciones sexuales, timidez con el otro sexo, indecisión o de negación de la pasividad, con un comportamiento altanero, de desafío.
En este caso se trata de una huida hacia adelante manteniéndose super ocupado, sin poder estar sin hacer nada ni un minuto.
Uno de los aspectos de esta actitud de evasión y escape es el miedo al compromiso por la necesidad de tener reservada una salida, como en la claustrofobia.
La vida sexual del fóbico se caracteriza por la intensa inhibición, cuando el deseo sexual es vivido como una amenaza de destrucción que lo llena de angustia provocando que se evite el acercamiento.
La evolución habitual de estos pacientes es que pueden llegar a estabilizarse, aunque sobrevivan en ellos algunos síntomas molestos que aprenden a disimular o bien con una actitud de desafío como fachada; pero a veces no es raro que caigan en una crisis depresiva, en la que sus miedos se incrementan y lo reducen a una vida de ostracismo confinado a una habitación.
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