Uno de los tantos síntomas que nos indican que la niñez se ha ido es el interés que empezamos a ponerle a la música. Cuando las melodías que antes nos agradaban o nos desagradaban empiezan a tener cierto sentido; cuando la letra de las canciones significa más que un estribillo a repetir, cuando nos damos cuenta de que cada intérprete tiene un estilo propio y aunque no tengamos todavía la agudeza mental para descifrar todas las metáforas que encierran algunas canciones, quiere decir que ya rondamos la adolescencia.
De esta manera, la década de los sesenta nos trajo un enorme acceso a la música que se escuchaba en el mundo y en especial en Latinoamérica, a pesar de que nos llegaba diferida con casi un año de retraso y a través de México. Los años cincuenta finalizaron viendo apagarse a un bolero un tanto desgastado y que logró sobrevivir la década gracias a la popularidad de los tríos y al bolero ranchero creado por el compositor mexicano Rubén Fuentes, secundado por José Alfredo Jiménez e interpretado por Pedro Infante.
De esta forma, fuimos testigos de la súbita aparición de un nuevo género. Sin previo aviso, sin ninguna nota en los periódicos que lo anunciara, simplemente de repente, en las etiquetas de los discos en donde se anotaba el género musical, estaba uno nuevo: la balada.
Esta súbita aparición no dio lugar para que existiera una crónica detallada del momento exacto y el lugar en donde se fraguó este género. Existen varias vertientes de dónde pudo haberse derivarse la balada. La primera fuente de la balada es indudablemente el bolero y aquí es importante señalar que la línea que los divide es tan tenue que a veces es difícil distinguirlos, sin embargo, a manera de ejemplo de esta transición puede mencionarse al gran compositor mexicano de boleros Roberto Cantoral quien alcanzó la fama con sus boleros inmortales El Reloj y La Barca, sin embargo a fines de los sesenta entró en el territorio de la balada con gran éxito a través del tema El Triste, que lanzó al estrellato a José José.
También pueden encontrarse raíces de la balada en la música popular estadounidense. Para esa época, el rock and roll hacía convulsionar a la juventud, sin embargo, siempre había lugar para las manifestaciones románticas y de esa forma, Paul Anka, Neil Sedaka y Pat Boone, entre otros, alcanzaron la fama con este tipo de interpretaciones. En México, los artistas de la nueva ola que a finales de los cincuenta interpretaron “covers” de los grandes éxitos del Rock and Roll, como Enrique Guzmán, César Costa, Alberto Vázquez, Angélica María y Manolo Muñoz, de pronto se inclinaron por estas baladas pop e iniciaron una larga carrera con los “covers” de este género y que pronto se convirtieron en grandes éxitos a nivel latinoamericano como: Tu cabeza en mi hombro, Oh Carol, Mi pueblo, Diana, Así que adiós, Dile adiós, Cien kilos de barro, Oye, Uno de tantos, Mi corazón canta, Más, Payasito, Loco amor, La historia de Tommy, Olvídalo, El Pecador, Perdóname mi vida. Lo gracioso es que la gente en Latinoamérica se acostumbró a estas versiones en español, olvidándose que eran simplemente “covers” de éxitos en inglés, de tal manera que en algún momento se llegó a conocer a Paul Anka como el César Costa canadiense.
Por otra parte, la música popular italiana se internacionalizó en la década de los cincuenta, gracias a los grandes éxitos obtenidos por Domenico Modugno y en forma general por el recién iniciado Festival de San Remo (1951). Canciones como Nel blu dipinto di blu, Piove y Dio come ti amo, dieron la vuelta al mundo y tuvieron una influencia enorme sobre la música en español. Es importante señalar una canción que impactó al mundo, por su letra sensual y atrevida para los cánones de la época y que obtuviera el segundo lugar del Festival de San Remo de 1958 en la voz de Nilla Pizza; se trata de L´edera, cuya versión es español La hiedra fue “bolerizada” por el trío Los Panchos y tuvo un singular éxito, a pesar de haber sido prohibida por más de alguna censura. Es claro que esta canción es un villancico comparado con la letra de muchos reggaetones de hoy.
En cierto grado, la canción romántica francesa también tuvo influencia en el desarrollo de la balada en español. Puede resaltarse en este caso a cantautores de la talla de Charles Aznavour, con sus temas Venecia sin ti, Por lo tanto y Morir de Amor; Jacques Brel, con el inmortal Ne me quitte pas, Gilbert Becaud con Et maitenant y Alain Barriere con Emporte moi, que llegó a nosotros convertida en: Y volveré.
A pesar de que en esa época la música popular alemana no tuvo una gran proyección a nivel internacional, merece mencionarse a un compositor de ese país, Bert Kaempfert que de manera ingrata fue olvidado. Aunque su estilo interpretativo era el jazz y el swing, compuso algunas baladas que engrandecieron a muchos artistas, entre ellos al propio Frank Sinatra: Ojos españoles, Extraños en la noche, Danke Schoen, Red roses for a blue lady, entre otras.
De esta manera, en la década de los sesenta se formó el crisol de donde surgió la balada en español que se ha mantenido vigente durante los últimos cuarenta y cinco años. Lo interesante es que es un género que no tiene reglas complicadas, más que ser de ritmo lento y que debe ser cantada con el acompañamiento de un grupo u orquesta. Algunos estudiosos quieren adjudicarle aspectos de género, sin embargo, lo que distingue a la balada es su sencillez.
Después que en sus primeros años, la balada se desarrolló a partir de “covers” de temas extranjeros, un compositor mexicano iniciaría una prolífica producción original en español. Había iniciado su carrera como pianista, arreglista y compositor. Una de las primeras incursiones en la balada fue un tema compuesto especialmente para Angélica María en 1965: Paso a pasito. Armando Manzanero recorrió un largo camino antes de animarse a lanzarse como intérprete y a partir de entonces sus principales baladas se convirtieron en éxitos internacionales como Somos Novios, Adoro, Esta tarde vi llover. Existen algunos estudiosos que afirman que algunos de los principales éxitos de Manzanero son boleros y no baladas, lo cierto es que en este autor difícilmente podrían etiquetarse sus composiciones.
En Argentina, a inicios de la década de los sesenta, Leo Dan iniciaría una larga carrera musical con baladas de corte sencillo pero que cautivaron a la juventud latinoamericana y que abriría el camino a otros artistas argentinos como Leonardo Favio y Palito Ortega.
En Chile en 1968 se formó un conjunto denominado Los ángeles negros que con su inconfundible vocalista Germaín de la Fuente crearon un estilo muy particular en la balada romántica latinoamericana.
En España, a finales de los sesenta, un ex futbolista compuso e interpretó una balada, que lo iniciaría en una exitosa carrera dentro de este género al punto de poseer el record Guiness de más discos vendidos en diferentes idiomas a nivel mundial. Este cantante es Julio Iglesias y su primer tema fue La vida sigue igual, que se convirtió en un himno de resignación. En Nicaragua esta balada fue utilizada para interpretarse en misas de difuntos, como coadyuvante en la resignación y de esta manera, la guitarra que estaba proscrita por la solemnidad que debían guardar los templos, se coló a estos recintos, contribuyendo a que el decoro musical que se mantenía en los mismos se fuera al traste para siempre. Para ese tiempo surgirían en ese país grandes compositores de baladas como Manuel Alejandro y Juan Carlos Calderón, que abrieron el camino a muchos intérpretes como Raphael y Mocedades, entre otros.
En Brasil, otro fenómeno musical nacería al amparo de la balada romántica que inundaría con su música por varias décadas a América Latina: Roberto Carlos. Cabe señalar que sus éxitos Amada amante y Detalles, marcarían un hito en la historia musical de Latinoamérica.
Para la década de los setenta, la balada se consolidó en el gusto del público latinoamericano. Los autores de este género proliferaron en toda la región y vinieron a enriquecerlo. En España destaca la obra de Joan Manuel Serrat, de quien se dice que no es un cantautor sino un poeta que se vale de la música para compartir su poesía, así mismo resalta la enorme calidad de José Luis Perales, también Rafael Pérez Botija y la populachera y no menos extensa producción de Camilo Blanes. En México surgiría el controversial cantautor Juan Gabriel que logró el éxito moviéndose entre la balada y la canción ranchera, así como también Lolita de la Colina, Massias y Sergio Esquivel. En Nicaragua, Carlos Mejía Godoy a inicios de los setenta compuso un tema para la participación de Nicaragua en el Festival OTI, esta balada festivalera se llamó Soy un ciego y fue interpretada por Mauricio Peña.
En la época actual la balada sigue teniendo un lugar privilegiado en la música a nivel mundial, aunque le toca convivir con géneros tan diversos como el rock, la cumbia, el merengue, el reggaeton, el rap, la música grupera, la bachata, el vallenato, entre otros. Lo importante es que las nuevas generaciones de compositores de baladas han inyectado sangre nueva al género, manteniéndolo siempre vigente y en el marco de la realidad de los tiempos. Nuevos valores como Shakira y Juanes en Colombia, así como Alex Syntec, Fato y Julieta Venegas en México, Franco de Vita en Venezuela, le han dado una gran vitalidad a la balada.
Existe casi un consenso universal en el sentido de que la mejor balada en inglés de todos los tiempos es Yesterday de Los Beatles, sin embargo, menuda tarea sería tratar de seleccionar la mejor balada en español.
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