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Cuando los abuelos se entrometen demasiado‏


Cuando una pareja tiene un hijo hay muchos familiares que, inmediatamente, pasan a tener un nuevo “cargo”. La pareja pasa a ser “papá” y “mamá”, el niño pasa a ser “hijo”, los hermanos y hermanas de papá y mamá son “tíos” y “tías” y los papás de papá y de mamá son los “abuelos” y las “abuelas”.

Muchos de ellos celebran el nuevo título familiar con alegría regalando cosas al bebé nacido y/o a la pareja, deseándoles lo mejor y a veces incluso ofreciéndose por si hacen falta para algo. Esto lo hacen, sobretodo, los abuelos y abuelas (y sobretodo las abuelas), que no tardan en poner a disposición sus servicios por si pueden ejercer de abuelas de alguna manera.

Hasta aquí todo correcto, sin embargo, en algunas ocasiones, los abuelos y abuelas, ejerciendo también de padres (esto es, sintiéndose con el poder que haber traído al mundo a tu hij@ te otorga), llegan a entrometerse demasiado en lo que los padres hacen o dejan de hacer con su hijo, creando un malestar en el que los padres del bebé no saben muy bien cómo reaccionar, dado que siguen siendo hijos y, en muchas ocasiones, actuando como tal (dejando que sus padres ejerzan el poder que siempre han tenido por ser padres).

Consejos que nunca pedí

Si algo he aprendido desde que soy padre es que los consejos se dan cuando alguien te los pide y que, una vez los has dado, la persona hace con dicha información lo que le parece mejor.

Como no soy persona de decir a la gente lo que creo que tiene que hacer con sus hijos, espero que los demás sean igual de respetuosos conmigo y que me ofrezcan sus consejos solo cuando los pido o, como mucho, que lo hagan de una manera respetuosa (algo así como “perdona que me entrometa”, “no es mi intención molestar” o entradillas similares que demuestran que la persona no quiere decir qué tienes que hacer, sino sugerir qué podrías hacer, que es muy diferente).

Los abuelos, por la confianza que tienen, suelen ser más dados a aconsejar incluso cuando nadie les ha pedido su opinión. Si además crías a tu hijo de un modo diferente al que ellos llevaron a cabo contigo (siendo muy autoritarios cuando ellos no lo eran tanto, o siendo más permisivos de lo que ellos lo eran) la polémica está servida porque creerán que no sabes o que no eres capaz de educar a tu hijo y meterán mano en el asunto para evitar que sea demasiado tarde.

Y saber, lo que se dice saber, ninguno sabemos. Hacemos lo que creemos que es mejor en cada momento. Así, si acertamos, acertamos nosotros y si erramos, erramos nosotros. Seguro que nuestros padres cometieron muchos errores con nosotros y seguro que trataron de enmendarlos. Nosotros debemos hacer lo mismo y errar para enmendar y aprender y equivocarnos de camino para desandar lo andado y tomar un nuevo camino.

Pero ya no es sólo el hecho de permitirnos errar, sino también el hecho de que los padres de una criatura son los que deben tomar las decisiones, que deben ser respetadas por los abuelos, aunque no estén de acuerdo. “Lo coges demasiado en brazos”, “no pasa nada porque lo dejes llorar”, “con tanta teta se va a malcriar”, “ya debería ir a la guardería para estar con otros niños”, “es muy mayor para llevar pañal” o “no quiere estar conmigo porque lo has tenido demasiado contigo” son algunas de las frases que muchos padres tenemos que escuchar de nuestros padres y, aunque lo más probable es que haya una buena intención (seguro que en el 99,9% de las ocasiones), suelen ocasionar debate entre la pareja, enfrentamientos, dudas y malestar porque, como digo, “la baraja es mía, en mi casa jugamos así y me molesta que me digas cómo jugar con ella”.

Comentarios despectivos

Cuando se inicia el flujo de comentarios y consejos por parte de los abuelos y observan que no obtienen resultado (ni nadie les dice que mejor no aconsejen) suelen insistir de un modo que puede llegar a ser hiriente, ya que en ocasiones centran sus comentarios en el niño.

Por poner un ejemplo, cuando una madre le dice a su hija que no debería coger mucho al niño en brazos y ésta no le hace demasiado caso, la madre se queda con la sensación de “mi hija no me hace caso, este niño acabará mal”. Así, cuando el niño demuestra que quiere estar casi exclusivamente con mamá, comportamiento muy normal de los niños en ciertas edades, la abuela puede llegar a utilizar ese hecho como argumento que aporte credibilidad a sus creencias: “¿Ves? Has conseguido que esté enmadrado porque no quiere estar con nadie más”

Algo que sucede también en algunas familias es que, cuando tienes un hijo, los abuelos se te presenten en casa “a ver a su nieto” sin avisar. En ocasiones pueden llegar a agradecerse dichas visitas, sin embargo, lo más habitual es que, por inesperadas, rompan la buena sintonía familiar.

Que lleguen los abuelos cuando el niño duerme, o cuando la madre está dando el pecho tumbada en la cama tratando de recuperar algo del sueño perdido durante la noche, o cuando ella y su pareja están tratando de que haya algo de paz en casa para que el bebé esté tranquilo puede (suele) ser bastante problemático. Se rompe la harmonía, debes atender a los “invitados”, el bebé tiende a acumular tensiones que luego devuelve a sus padres a última hora de la tarde, la pareja (sea la mamá o el papá) puede sentirse molesto por recibir a los suegros cuando no les esperaba y los consuegros pueden sentirse mal por no haber sido invitados, adoptando en adelante la misma estrategia de llegar sin avisar.

Por todas estas razones, lo ideal en este caso es vetar las visitas y crear una agenda imaginaria con cita previa. No cuesta nada llamar por teléfono y preguntar “cuándo es mejor que os vayamos a ver”. Para los padres del bebé es mucho menos sorpresivo y mucho más fácil si tienen que decir “hoy mejor no vengáis”.

Lo hice lo mejor que supe

Nuestros padres nos criaron y educaron de la mejor manera que supieron y pudieron hacerlo. Unos con más acierto y otros con menos. Por esta razón no se les puede reprochar nada, porque nosotros los padres actuales estamos haciendo lo mismo con nuestros hijos: educarles lo mejor que sabemos y podemos (unos con más acierto y otros con menos).

Aquellos que se sientan inseguros con el modo de proceder, que pidan consejos y que luego decidan qué hacer. Aquellos que tengan claro cómo educar, que escuchen los consejos gratuitos y que luego decidan qué hacer. En ambos casos, la decisión corresponderá a lo que consideren mejor, aunque no se siga el consejo recibido.

“Papá, mamá, gracias por vuestros consejos, pero Martín es nuestro hijo y somos nosotros los que decidimos qué consideramos mejor o peor para su educación. No os ofendáis si no seguimos vuestros consejos o si no compartimos vuestra opinión. Vosotros tuvisteis vuestra oportunidad con nosotros y seguro que lo hicisteis lo mejor que pudisteis y supisteis, pero ahora nos toca a nosotros educar a nuestro hijo y las decisiones debemos tomarlas nosotros”.

“Por cierto, nos encanta que vengáis a casa a vernos, pero llamad antes. A veces me gusta caminar desnuda por casa y no me apetece tener que vestirme corriendo porque estáis esperando a que os abra en el portal”.

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