No sabes de dónde viene ese desasosiego.
Te llega un mensaje tranquilizador, en forma de lectura, de encuentro con alguien que te hace alguna sugerencia…
Ves una salida, que se ensancha más cuanto más capaz eres de pensar de un modo distinto, de romper viejas creencias; cuanto más te alejas del miedo y más te acercas al amor.
Estás entre sorprendido, inquieto e ilusionado.
Vas descubriendo que la solución está en ti. Eso te da miedo, pero también te llena de esperanza. Tienes cierto temor de enfrentarte a ti, pero intuyes que es lo mejor.
Duele. Te resistes, pero la resistencia afloja cuando vas experimentando tu poder. Comienza a ser apasionante…
Llega el periodo de responsabilidad, de honestidad, de llamar a las cosas por su nombre. Sí, no hace falta que mires a ninguna parte. Analízate, pero hazlo con cariño, sin culparte por nada, por favor.
Tu vida ya no es lo que era; ni tú eres quien eras. El peso recae sobre ti, pero la carga es más liviana. La llevas con ilusión.
Ahora toca reafirmarse. Debes decir sí cuando quieras decir sí, y no cuando quieras decir no.
Comienza el desconcierto de los que te rodean. Pareces otro. Al principio te implicas y sufres, tratas de justificarte, convencer… A medida que vas aceptándote y fortaleciéndote, aceptas y les aceptas.
Aprendes a observar lo que te va sucediendo como si se tratara de otra persona: eres el observador de ti mismo (luego, hay “algo o alguien” dentro de ti, que tenías abandonado, y que es más fuerte que quien hacía que te encontraras mal…). Esa fuerza te ha liberado del pensamiento negativo. Te vas “desidentificando” del pensamiento
Experimentas una mezcla de euforia y serenidad que te hace sobrevalorar tu estado. ¡Ya lo sabes todo! ¡Tienes el secreto de la felicidad!
Pero, cuando menos lo esperas, las cosas se tuercen… Hay problemas, nuevos problemas. No contabas con esto. ¿Por qué te encuentras mal? (no obstante, dado que eres más consciente, ese “encontrarse mal” ha perdido bastante fuerza).
¿Qué ha ocurrido? ¿Soberbia? No: ignorancia. Creías que el camino ya sería siempre llano.
Nueva fase de reafirmación, de humildad, pero con una curiosidad por la profundidad de las cosas que te engancha de nuevo a ti, con más fuerzas, si cabe.
Este escalón que has subido hace que amplíes la mirada, ya no sólo te interesas por tu evolución, sino también por la de todo y de todos, por el mundo, por el universo, por el porqué de cada cosa. Quizá te sientas menos del mundo, pero estás mucho más comprometido con él. Eres el mundo.
Descubres que la felicidad está en la alegría, pero que también reposa junto a la tristeza.
Vives más serenamente, no reclamas protagonismo, porque eres el protagonista de tu vida, aunque seas también su único espectador.
Adquieres capacidades nuevas: resuelves fácilmente lo que antes te parecía insalvable. Tomas decisiones con firmeza. Tus relaciones son más fluidas, porque has retomado el poder sobre ti y no buscas culpables.
Le das menos importancia a todo; te alquilas; eres un inquilino de la vida con derecho a su total disfrute.
Como te alquilas, no te apegas , tu mente se libera de las torturas y preocupaciones, de las relaciones… y se centra en crear.
Compartes tus dones, desde el alma, y te sientes realizado y feliz por devolverle a la vida algo de lo mucho que te tenía preparado.
Te encuentras bien, y no porque todo vaya sobre ruedas, sino porque sabes sortear caminos, ver lo bueno de “lo malo”; disfrutas de las etapas de éxito y aprendes de los fracasos. Sabes que la suerte se trabaja. Ni el éxito te eleva ni el fracaso te hunde. Vives en un mayor equilibrio.
Te tienes y en ti están los recursos para serenarte, responsabilizarte, quererte…
Ya no te encuentras mal, porque ya te has encontrado.
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