Hace unos días escribí una entrada referida a un artículo publicado en la revista Business Week que hablaba de los cabrones (dis)funcionales de oficina. A raíz de ello me interesé por el libro escrito por el autor de dicho artículo: Robert Sutton, quien es profesor de la Universidad de Stanford. El libro se titula: The no asshole rule: Building a Civilized Workplace and Surviving One That Isn’t .
Asshole, que en inglés es una palabrota, se puede traducir como vulgar, incompetente o detestable. Llevando la palabra al castellano coloquial querría decir: cabrón, pendejo, sorete, gilipollas, abusivo, prepotente, hijo de la chingada, conchesumadre ó HDP según el localismo que se desee adoptar. ¿No se si fui explícito?
Pues bien, según lo que consulté en la Red, por que sinceramente no leí el libro, The No Asshole Rule parece ser muy interesante. Como es de esperarse, el texto se refiere a ese tipo de personas que suelen poblar la zoología de muchas empresas y organizaciones. Por lo visto, se trata de un estupendo texto sobre liderazgo y calidad de vida en el trabajo, que aboga en favor del humanismo laboral, tema al que me he referido en alguna otra ocasión (véanse mis notas Humanismo laboral y Anti-humanismo laboral, por ejemplo).
Un asshole queda definido como un cabronazo que es compañero o jefe y se dedica a humillar y pisotear a sus compañeros o subordinados. Eso sí, no a aquellos con un estatus superior a ellos: su mezquindad no se vuelca a estratos superiores en la jerarquía. No es difícil imaginarse porqué… Se trata de individuos que insultan, invaden el territorio ajeno, ironizan de forma cruel, envían mails masivos señalando errores ajenos y cosas por el estilo. La prepotencia es su modo de expresión normal.
Tu jefe está actuando bajo la condición de asshole:
Prueba Uno: Después de interactuar con el supuesto asshole, ¿la persona que resulta ser la víctima de sus actos se siente humillada, oprimida, con la energía sustraida, o minimizada por él? En particular, ¿se siente peor acerca de sí misma?
Prueba Dos: ¿El supuesto asshole dirige su capacidad destructiva hacia gente menos poderosa que él, antes que hacia gente más poderosa?
1. Piensa que las reglas son diferentes para el.
2. No entiende la diferencia entre la posición haciendo la persona o la persona haciendo la posición. Es decir, que la importancia de su posición lo cambia y lo torna prepotente.
3. Requiere de más y más asistentes.
4. Necesita que se le completen peticiones especiales para estar felices.
5. La base de su relación con las personas se limita a lo que le pueden dar o a lo que le pueden ayudar.
6. Juzga a otras personas sobre la base de valores propios, que no necesariamente son los de la otra persona o los de la sociedad.
7. Juzga los resultados y el trabajo de sus trabajadores a partir de sus propias intenciones y deseos y no en base a los méritos del trabajo y de la persona.
8. Pide que sus trabajadores completen actividades que el mismo no haría.
9. Constantemente llama a sus trabajadores a casa tarde por las noches y durante los fines de semana.
10. Cuando es criticado o ignorado, lo toma como si el mundo entero está en su contra.
11. Frena o retrasa el desarrollo de las carreras de sus subordinados por celos o porque son demasiado valioso para él y no quiere perderlos.
Las 12 acciones típicas del comportamiento de los assholes, lo que Sutton define como la docena sucia: The Dirty Dozen, son:
1. Insultos personales
2. Invasión del territorio personal
3. Contacto físico no deseado
4. Amenazas e intimidación, tanto verbales como no verbales
5. Bromas sarcásticas y “vaciladas” que se usan como medios de trasmisión de insultos
6. Reacciones destructivas por e-mail (whithering e-mail flames)
7. Uso del estatus con el propósito de humillar a sus víctimas
8. Rituales de degradación de estatus o para avergonzar públicamente
9. Interrupciones con rudeza
10. Ataques disimulados (two-faced attacks)
11. Miradas con mala intención
12. Tratamiento a las personas como si fuesen invisibles, etc.
“Treat certified assholes as an incompetent employees. Even if people do other things extraordinary well but persistenly demeneans others, they ought to be treated as incompetent. (Tratar a los cabrones certificados como empleados incompetentes. Aun si ellos hacen tareas extraordinariamente bien pero persistentemente denigran a los demás, deberían ser considerados como incompetentes). ”
El problema es que las organizaciones están plagadas de assholes. Y, según se afirma, cuestan mucho dinero pues erosionan todo tipo de sinergias. Producen bajas de sus compañeros, reducen las horas de trabajo, obligan a apagar ”fuegos” que encienden de forma irresponsable con su actitud, aumentan los costos de reclutamiento y rotación de puestos ya que en forma periódica son abandonados por gente harta de su comportamiento…
Con todo, Sutton afirma que casi todos llevamos un asshole, aunque sea pequeño, en nuestro interior. Por eso, el texto incluye un capítulo de recomendaciones para prevenir que aflore lo que él denomina como el cabrón interior
Finalmente, según se comenta en los blogs que consulté, la mejor parte del libro se encuentra en el capítulo en que da recomendaciones para la supervivencia en un ambiente dominado por la prepotencia asshole. La postura de Sutton es la de NO soportar ese tipo de comportamiento (recomienda pelear – fight – o volar – fly -) a menos que se trate de un asunto de extrema supervivencia, en cuyo caso hay que hacer lo procedente para evitar los efectos patológicos de la convivencia con este tipo de personas tan nocivas.
Tengo la impresión de que hoy en día, entre los profesionales relativamente jóvenes, es bien visto “ser un cabrón conchesumadre” y avanzar, o imaginar que se avanza, aplastando a los demás. Eso sí, siempre a gente de estatus inferior; claro, no a todos. Siempre se mira para arriba, pero con el sentido equivocado. En ciertos ámbitos se valora la irrespetuosidad prepotente como muestra de poder, cebándose en los más débiles, en los subordinados. Veo este comportamiento por todos lados y a veces lo padezco. Me parece una forma de ser terrible, miserable, que habla de carencias afectivas, de inseguridad, insensibilidad y de soledad, la que se canaliza de la manera más pusilanime imaginable. Ciertamente siento asco por los assholes y a la vez, me dan mucha lástima ya que son responsables de degradar nuestra comunicativa y compasiva condición humana, de propagar la angustia e infelicidad en otras personas y, por lo tanto, de potenciar la enfermedad social que existe en muchos lugares de este mundo.
No se entiende que estar en una posición de mayor privilegio, implica mayor responsabilidad, lo que supone un mayor compromiso ético hacia aquellos con quienes se interactúa. La prepotencia es la puerta falsa, suicida, del liderazgo. Me lo confirma la experiencia cotidiana. De hecho, la coerción y la intimidación son lo opuesto al liderazgo.
Bienaventurados sean los que no tienen que soportar un asshole en su trabajo. Y más afortunados aún quienes no tienen que serlo, ellos, quienes pueden trabajar eficientemente, con sus semejantes en forma amable, respetuosa y considerada, ya no digamos amistosa y con buen humor.
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