Al hecho de aceptar la propia orientación y reconocerla ante los demás, se denomina en nuestro país y en otros lugares del mundo como “salir del closet”. Esto no es algo que ocurra de un momento a otro, es todo un proceso que inicia cuando la persona es capaz de aceptar su orientación diferente a la heterosexual (que es la aceptada y reconocida socialmente), ya sea la homosexualidad, la bisexualidad, la transexualidad, etc.
Sin embargo, aunque alguien acepte plenamente su orientación, eso no significa que tenga que colocarse un cartón en la frente o estarlo anunciando en todos lados. Tampoco necesariamente significa un rechazo o falta de aceptación hacia uno mismo, simplemente quiere decir que todos, homosexuales, bisexuales o heterosexuales tenemos el derecho a mantener nuestra intimidad y compartir ciertas cosas sólo con nuestras relaciones más cercanas.
Las personas no tienen que sentirse obligadas a abrir el tema ante todo el mundo ni decírselo a todos al mismo tiempo.
Si la persona sabe que el reconocer su orientación puede significar el rechazo de la familia, los compañeros o, incluso, el riesgo de perder su trabajo, es mejor pensarlo dos veces y saber si realmente se está dispuesto a enfrentar las consecuencias por injustas que sean, o bien, esperar una mejor oportunidad o, simplemente, reconocer previamente si el ambiente en el que se desea ser auténtico, es verdaderamente respetuoso y de apoyo.
Decirlo a quien más confianza se tiene
Una buena idea es empezar hablando del tema con una persona a la que se le tenga mucha confianza: alguien de la familia, de los amigos, un profesor o profesora, el terapeuta o el orientador, etc. y, contando con su apoyo, poco a poco ir hablando del tema con los demás, pero, insisto, es importante no olvidar que es derecho y responsabilidad de cada uno y no de otros, hablar de las cosas personales como la orientación sexual, y decidir a quién se le dice, en qué momento y, algo muy importante, el para qué.
No perder la dignidad
Por otra parte, aunque sea verdad que cada uno tiene el derecho de reservarse la libertad de hablar de su orientación con quien considere necesario, también es cierto que se debe ser muy cuidadoso de no lastimar o perder la dignidad. Si se está en un ambiente (escuela, centro de trabajo, familia), donde se hacen, todo el tiempo, comentarios homofóbicos, chistes, o juicios descalificativos, puede ser que esto sea un motivo suficiente para abrirse y para pedir que se nos respete dejando de hacer dichos comentarios o realizando ciertas conductas. Dependiendo de las circunstancias, la edad, el lugar, etc. No es algo que necesariamente se tenga que llevar a cabo de manera solitaria, si eres menor de edad o adolescente, puedes pedirle apoyo a algún maestro u orientador de la escuela para que te ayude a resolver la situación o a enfrentarla de la mejor manera.
Algo parecido ocurre dentro de la familia. En muchas ocasiones he escuchado a las personas decirme que no son capaces de hablar de su orientación con sus padres y con el resto de la familia porque saben que les harán mucho daño. Y, en consecuencia, prefieren hacerse daño ellos o ellas mismas aceptando comentarios y conductas denigrantes hacia la homosexualidad.
¿De verdad se hace tanto daño reconociendo que somos diferentes y que, por tanto, tenemos deseos y necesidades distintas? Más bien creo que lo que hace
daño es la mentira y el engaño. Si es verdad que la familia es el lugar que nos brinda más apoyo y soporte, éstos tendrían que ser brindados de manera incondicional.
No es válido y es injusto un cariño que dice: te querré y te apoyaré sólo si haces lo que yo diga y eres exactamente como yo quiero que seas. Este es un amor condicional, poco maduro y manipulador. El amor incondicional o, por lo menos, fundamental, es aquel que respeta el derecho del otro a ser diferente y, no sólo eso, defiende y apoya la diferencia. Eso es el verdadero amor.
La diferencia no es algo que, como muchas veces se cree, separe y genere conflicto, sí, es una posibilidad, pero también es posible que la diferencia sea fuente de respeto, de riqueza, pues aprendemos todos de la diferencia de otros, y de madurez. Un grupo de personas en las que todos son iguales, piensan igual y actúan igual, puede que tengan una convivencia muy cómoda, pero de poco crecimiento, pues no hay ni energía ni elementos novedosos para el desarrollo. En pocas palabras, son nuestras diferencias como personas, los que nos permiten a los seres humanos nutrirnos y crecer.
Doble vida
Llevar una doble vida significa complicarse la vida y lastimar a los demás…
Aquellos que sienten tanto miedo de ser juzgados, rechazados, relegados, por tener una orientación sexual diferente a la heterosexual, que no es la mejor, pero sí la que reconocen las clases en el poder como la única válida, optan, muchas veces, por ocultar su verdadera personalidad y jugar una doble vida.
Con esto, lo que quiero decir, es que jamás abren con nadie (o con muy pocos) su homosexualidad o cualquier otra orientación diferente a la heterosexual. Ocultan sus deseos y sus sentimientos y actúan como si fueran heterosexuales ante la familia y la sociedad en general.
Llegan, muchas veces, a relacionarse con una persona del sexo opuesto y a casarse con ella e, incluso, a tener hijos, con tal de sentirse protegidos y aceptados, pagando un precio enorme al negarse a sí mismos, negar sus necesidades y sus deseos.
Pero ellos no son los únicos afectados, no se dan cuenta o prefieren ignorar el daño que le hacen a la persona con la que llevan una supuesta relación de intimidad engañándola y no diciéndole quienes son en realidad.
En muchas ocasiones, esto, incluso, se hace estando la pareja de acuerdo, ya sea porque ambos son homosexuales (él y ella), pero desean mantener las apariencias hacia en relación con la sociedad y elijen entonces tener una doble vida, es decir, aparentar socialmente ser un matrimonio “normal” y por otro lado vivir en la clandestinidad sus experiencias homosexuales con relaciones ocasionales o con un amante del mismo sexo que se hace pasar como el mejor amigo (amiga).
En estos casos, por lo menos están siendo honestos el uno con el otro, sin embargo, también tiene un costo el vivir esta doble moral, pues, a fin de cuentas, no se está actuando de manera auténtica.
Sin embargo, es todavía más delicado cuando hay hijos de por medio o cuando uno de los miembros de la pareja no es sincero con el otro y le oculta su verdadera orientación viviendo su doble vida incluso, a espaldas de su compañero o compañera. Todo, con tal de no enfrentar su realidad ante la sociedad y sin importarle los daños que esta forma de actuar ocasiona a terceros.
La pareja se siente confundida ante la frialdad de su compañero, imagina que es él o ella quien está haciendo algo para que el otro la evada o se mantenga a distancia, piensa que ha dejado de resultarle atractiva o que lo ha dejado de querer, todo, menos aceptar que su pareja en realidad, nunca ha sentido atracción por ella o por él porque su preferencia sexual es por las personas de su mismo sexo.
Comentarios
Publicar un comentario