El mundo que percibimos siempre es sólo una visión de él, un nivel, una capa de la cebolla en la que nos desenvolvemos. Pero hay siempre, en todos los niveles, una fuerza fundamental que rige nuestro desarrollo y evolución y esa fuerza es siempre una fuerza de expansión. Lo mismo que tendemos a preservar nuestra supervivencia, tendemos también a ampliar nuestros límites, siempre y en toda circunstancia. Esa es una ley de la vida misma, una impronta grabada en nuestros genes, en nuestro molde y en todos los moldes de todos los seres vivos.. Algunos filósofos la llamaron el siglo pasado la voluntad de poder. Don Juan mismo decía que la razón de la existencia es aprender, conocer, y que no había otra forma de vivir. Aprender y conocer era el motor mismo de la existencia, oculto quizás en sus mil máscaras. Los budistas creen que el ser se desarrolla siempre en sentido ascendente hasta alcanzar después de innumerables vidas la iluminación total. Podrá haber recaídas y reencarnaciones en niveles inferiores de desarrollo, pero eso serán sólo un paso atrás para coger mejor impulso hacia adelante. Siempre es hacia adelante, hacia unos límites más amplios. Los espiritistas también creen eso. Quizás algunas religiones monoteistas tergiversaron eso y nos trajeron el infierno para toda la eternidad, pero incluso esas religiones perciben y aceptan esa tendencia expansiva en el hombre en el transcurso de su vida individual.
Lo que se llama miedo a la libertad no es rechazo a la libertad, como se pretende, sino sólo lo que quiere decir, miedo a la libertad. No es no querer ser libres, sino no poder serlo, que es muy distinto. Es muy distinto decir que la mayoría de las personas no queremos ser libres que decir que la mayoría de las personas no podemos ser libres. La confusión viene de que convivimos todos juntos, mezclados en nuestros distintos niveles de desarrollo y de libertad, y cada uno habla desde su propia capa de la cebolla en la que se encuentra.
Podrá decirse que la mayoría de las personas sucumben al primer enemigo del conocimiento, el miedo, o al segundo o al tercero, pero no sería exacto decir que la mayoría de las personas no quieren ser libres. Esta segunda afirmación es negativa y corrosiva por cuanto no da ninguna oportunidad más de revertir eso. Ya se les da por derrotados desde afuera, para siempre, con la profunda carga psicológica negativa que ello implica sobre seres ya de por sí debilitados psicológicamente. Un análisis más exacto y riguroso daría al menos opción de volver a examinar su situación a esas personas que se sientan atenazadas por el miedo, o por lo que sea, de modo que al menos sepan realmente y de modo preciso qué es lo que les pasa. Sería situar el problema en su justa dimensión y en su justa medida.
Es cierto que hay seres, muchos seres, que habiéndose visto limitados en su expansión vital e impotentes para alcanzar esos estadios de libertad para los cuales están programados en origen, revierten la lucha y se pasan al bando contrario. Ya no es que sientan miedo de superar su propios límites, sino que sienten miedo de que sus semejantes puedan hacerlo, y luchan contra el desarrollo de la libertad ajena. Eso es el mal mismo, y forma parte también de nuestra condición humana. Podrá ser triste que suceda eso y a todos nos gustaría que no sucediera, pero es un elemento más del juego de la existencia que hay que tener en cuenta sin que por ello debamos perder de vista la cuestión principal: Que también a ellos, en el fondo, les gustaría ser más libres de lo que son, sólo que no pueden y enferman por ello.
Hay también gran número de seres que sin necesidad de luchar contra la libertad ajena, habiéndose visto limitados por sí mismos en lograr lo que desean, depositan sus esperanzas en algo fuera de ellos mismos, identificando sus esperanzas frustradas con las mejores esperanzas y con más expectativas de ese algo. Delegan su libertad en algo externo a ellos mismos. Apoyan causas externas, luchan otras luchas que no son las de ellos mismos, se asocian con los que creen vencedores, esperando sin duda que algún beneficio les llegará con ellos. Desde cierto punto de vista podrán ser considerados como parásitos, pero desde otros puntos de vista esos seres son también necesarios para la existencia por cuanto su apoyo a otras luchas permitirá en algunas ocasiones elevar el nivel de éstas y alcanzar desafíos que de otra forma a lo mejor ni siquiera se planteaban. Es la forma de la estructura piramidal, donde cuanto mayor sea la base, más alto podrá situarse el vértice. Esos seres continúan luchando por la libertad, quizás de manera equivocada o aberrante, pero siguen sintiendo a sus maneras ese hálito de vida.
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