Las adicciones calman la ansiedad pero se pierde la libertad
La ansiedad es un estado emocional que expresa temor a lo desconocido, el miedo a la vida, a aburrirse a desesperarse y manifiesta la imperiosa necesidad de lograr la paz interior.
Los trastornos de ansiedad pueden ser una señal significativa de depresión, de falta de sentido e interés por la vida.
Detrás de la ansiedad está la baja autoestima, la frustración, el sentimiento de fracaso y una visión negativa de la existencia.
La droga se convierte en el sentido de la vida de un adicto que se convierte en su esclavo, porque ha elegido perder la libertad. Ha decidido aferrarse a una sustancia química que lo destruye lentamente para poder seguir viviendo una vida miserable.
No puede prescindir de la droga porque ya ha adquirido la tolerancia o acostumbramiento, que le exige aumentar la dosis para obtener el mismo resultado.
Como todo depresivo el adicto es dependiente de la droga, y al igual que todos los vínculos que crea, también tiene una relación simbiótica con ella.
El síndrome de abstinencia puede impulsar a un adicto a cometer delitos graves para obtener la droga, porque su condición a nivel neuronal, le impide razonar.
Actualmente la medicina cuenta con recursos para atender adecuadamente el síndrome de abstinencia, que dejó de ser un obstáculo para el tratamiento de las adicciones.
La sensibilización que producen las drogas que se incorporan en forma habitual, producen en el cerebro un circuito de recompensa característico, a nivel de los receptores dopaminérgicos.
El cerebro humano tiene una gran capacidad de adaptación y puede aprender todo tipo de experiencias, de modo que puede también desaprender lo aprendido y adoptar conductas menos destructivas.
No obstante, el enfoque para tratar las adicciones tiene que ser multidisciplinario.
La drogadicción es una enfermedad de origen múltiple. Existen factores genéticos evolutivos que predisponen a un individuo a esta enfermedad, pero para que se active esta condición, como pasa con casi todas las demás enfermedades, debe estar presente el agente externo que es la que las desencadena.
La adicción a las drogas es una enfermedad que se puede prevenir, se puede controlar y se puede tratar.
Los drogadictos no se curan por ahora, por lo tanto no se puede hablar de curación sino de recuperación; pero las nuevas terapias genéticas abren un nuevo camino y ofrecen una esperanza de curación total del drogadicto en el futuro.
Cuanto más joven es el consumidor de estupefacientes, más fuerte es el registro de las sustancias en los receptores dopaminérgicos.
Actualmente, conseguir que un adicto acepte abandonar las drogas en forma total es difícil, prefieren transferir su adicción a otras sustancias menos dañinas y que no sean ilegales, como el alcohol y el tabaco, pero también estas sustancias producen el mismo efecto en el cerebro en el área de recompensa, haciendo que los riesgos de recaídas sean constantes.
La droga representa el deseo del adicto de huir de la realidad; es la fuerza que él naturalmente no posee para seguir adelante, por lo tanto es su bastón en la vida y se transforma en algo imprescindible para poder seguir viviendo.
La terapia cognitiva con hipnosis, específica para modificar hábitos que afectan la salud, combinada con el tratamiento psiquiátrico correspondiente, puede ayudar a los drogadictos a cambiar su condicionamiento al consumo de sustancias químicas dañinas, y a elaborar un proyecto de vida en lugar de seguir aferrados a un proyecto de muerte.
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