Todo cambio es difícil porque exige despojarnos de hábitos que nos ayudan a mantener el equilibrio, a no enfrentar situaciones, a no tomar decisiones, a consolarnos de nuestras frustraciones.
Pero por otro lado esos mismos hábitos nos hacen infelices, obstaculizan nuestro desarrollo, perjudican nuestra salud, entorpecen nuestras relaciones, disminuyen nuestro rendimiento y anulan nuestra creatividad.
Estar dispuesto al cambio proponiéndoselo con firme convicción es la primera condición para cambiar.
El que desea actuar de una manera diferente no tiene que postergarlo más y tiene que decidirse a empezar hoy, sin mirar atrás y pensando que no se está perdiendo nada, que puede hacerlo, que seguramente se sentirá mejor y logrará por fin lo que siempre deseó.
Es importante prestar más atención al proceso de cambio y no tanto a los resultados e intentar ser consciente a cada momento de lo que se está haciendo para incorporar esa conducta.
Abandonar las antiguas estructuras y los viejos hábitos muy arraigados no es fácil pero tampoco es imposible; porque exige fortaleza de carácter, determinación, ser dueño de uno mismo y principalmente dejar de vivir en forma automática.
Cada satisfacción que se recibe tiene que ser registrada y disfrutada, darse cuenta de que se pueden recuperar placeres que se habían abandonado por entregarse de lleno a una práctica que limitaba la vida y amenazaba la salud.
El cambio permite volver a gozar de emociones nuevas, de sentimientos más genuinos y aprender a alejarse de todas las personas que ejercen influencias negativas.
La clave es hacer una cosa por vez para ser más consciente de lo que se hace y poder ver la realidad mejor que antes.
La base de todo cambio es atreverse a innovar, a ser creativo, a inventar situaciones nuevas, a elegir mejor a los amigos y a desarrollar actividades impensadas; prestando siempre especial atención para poder reiterar las conductas satisfactorias.
Somos los únicos que podemos armar el mapa de nuestra propia vida y los únicos responsables de respetarlo y cumplirlo y todos podemos aspirar a la excelencia.
Toda acción repetida se convierte en poco tiempo en un hábito, por lo tanto el cambio sólo se puede mantener con un continuo entrenamiento, un ejercicio cotidiano que tiene como objetivo ser una persona más feliz.
El cerebro nos ayuda con este propósito porque gracias a la plasticidad cerebral, una nueva conducta crea nuevos circuitos que favorecen el propósito del cambio a cualquier edad.
Son nuestras creencias más arraigadas las que nos limitan la capacidad para hacer cosas nuevas, porque la creatividad nunca se pierde si nos mantenemos activos, interesados y dispuestos a empezar cada día de nuevo.
El control emocional nos permite experimentar las situaciones difíciles con mayores recursos sin dejar que contaminen todas las áreas de nuestra vida; dándose cuenta de qué es lo que nos hace mal y qué es lo que nos está pasando para poder salir del círculo vicioso de los conflictos.
Todos tenemos problemas, la diferencia es saber que se puede lograr una mejor calidad de vida aprendiendo a vivir con los problemas.
Para cambiar es necesario adquirir la capacidad de motivarse, prestando atención a todas las posibilidades que existen a nuestro alrededor para desarrollarnos y crecer; porque la motivación es algo interno, no externo y depende de nosotros interesarnos por las cosas.
Si aprendemos a expresar los sentimientos, esclarecemos nuestros objetivos y tenemos sentido de las prioridades sin dejamos vencer por los obstáculos ni por los fracasos, estarán dadas las condiciones para mantener el cambio; porque siempre existirá la posibilidad frente a los contratiempos, de volver a caer en los mismos hábitos.
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