Es el trastorno que se presenta con mayor frecuencia en el área de Psicopatología infantil de los Servicios de Salud.
Afecta en general a los varones y se caracteriza por la falta de atención, la hiperactividad y la impulsividad.
Se manifiesta como un modo de ser básico del niño que le provoca dificultades para desarrollar actividades mentales programadas en forma sostenida, para escuchar, tener paciencia, concentrarse en lecturas extensas, aceptar la rutina y la falta de variación de estímulos.
Es un trastorno que se puede controlar con tratamiento con respuesta favorable en la mayoría de los casos.
El mejor abordaje es el combinado, o sea, control del médico, para descartar cualquier lesión o anomalía orgánica y tratamiento psicológico para detectar los problemas emocionales.
Por lo general es una forma de comportamiento que adquiere significado clínico cuando el niño no se puede adaptar a los requerimientos que le exige el aprendizaje.
Estos niños son inquietos y ansiosos y al no tolerar la falta de estímulos que necesita en la escuela, se aburren y no pueden controlar sus impulsos y la falta de motivación disminuye su atención y concentración.
Sin embargo, el rendimiento escolar deficitario no es una condición suficiente ni necesaria para hacer un diagnóstico, ni tampoco existe una relación directa entre este trastorno y el desarrollo de la inteligencia; porque pueden fallar en las pruebas psicológicas, pero no por una discapacidad intelectual sino por la dificultad para prestar atención y concentrarse en las consignas.
El problema actual es que este síndrome suele estar sobre diagnosticado por la necesidad que tienen los sistemas de salud de rotular a las personas y clasificarlas según parámetros fijos.
Estos niños por lo general no presentan evidencia neurológicas significativas como lesiones cerebrales u otros daños de origen orgánico; y su comportamiento diferente en cuanto a la adaptación a las exigencias educacionales no es un dato suficiente que pueda indicar una patología mental, aún cuando resulte el niño disfuncional para el aprendizaje convencional.
Es importante tener en cuenta que los sistemas educativos son estructuras adecuadas a los que se adaptan fácilmente sin considerar a los que son diferentes.
En este sentido suele ser recomendable la transferencia de un niño con estas características a un grado de recuperación que está estructurado para que el maestro enseñe a menos niños y pueda prestarle una atención más individual.
Sin embargo, la educación moderna concede mucha importancia a la integración de los niños en el sistema educativo como una forma de ayudarlos a lograr su nivelación, aún en los casos de niños con síndrome de Down.
Las etiquetas que se centran en los déficit y no en las posibilidades de un niño pueden afectar su verdadero potencial, ya que no existe sólo una forma de inteligencia sino diversos tipos, según afirma Thomas Armstrong, que para designar estas inteligencias múltiples adopta el término de neurodiversidad.
La educación moderna considera buen alumno al niño que puede quedarse quieto, escuchar y motivarse con cosas que no le interesan, valorando más al que se adapta con facilidad y que logra recordar y repetir lo que dicen sus maestros; pero no acepta a los que no pueden alcanzar ese nivel de control y concentración, aunque tal vez tengan la ventaja de ser más creativos y curiosos.
Los niños activos, incansables, curiosos e inquietos suelen tener respuestas rápidas y una visión de conjunto mejor que para recordar detalles, o sea que poseen una mayor capacidad de inteligencia teórica que práctica.
Sin embargo estos niños son desalentados por sus maestros porque valoran más la atención que la iniciativa y la curiosidad.
Las diferencias individuales fueron las que hicieron posible que el hombre primitivo evolucionara; y la búsqueda de novedad puede haber sido una variación genética destinada a la sobrevivencia.
Los niños hiperactivos y con déficit de atención tienen problemas con el aprendizaje de la lecto escritura porque no se pueden concentrar, son descuidados, no escuchan, les cuesta aceptar consignas y dejan sus tareas sin terminar. No se pueden vincular con alguna actividad demasiado tiempo, ni hablar en forma sostenida, son reiterativos, e interrumpen a los demás.
Entenderlos es el primer paso para ayudarlos.
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