Los psicólogos están de acuerdo en que el al-cohol se utiliza como remedio para superar emocio-nes molestas. El consumidor crónico de alcohol no intenta superar las circunstancias de vida problemáti-cas generadoras de estrés (por ejemplo, la separa-ción), sino los estados emocionales negativos que de ello resultan (por ejemplo, la soledad, la amenaza que pesa sobre el sentimiento de autoestima).
El consumo de alcohol reduce la atención sobre uno mismo. Las personas que se prestan a sí mismas una atención exagerada, reaccionan ante los fracasos con tremendas dudas sobre sí mismas. Tienden a ver exclusivamente en sí mismos toda la culpa: ‘Lo he hecho todo mal. Si yo fuera más interesante, más atractivo, más alegre, si tuviera más éxito, etc., nunca habríamos llegado a separarnos’. Ya que bajo la influencia del alcohol la percepción de uno mismo se reduce, la persona afectada puede (de forma pasajera) librarse de la valoración negativa que hace de sí mismo.
Lo que se dice o se hace bajo la influencia del alcohol puede atribuirse a los efectos del mismo. Las personas ansiosas de alcanzar el éxito temer perder imagen en situaciones en las que se sienten desbordadas. Cuando, en esas situaciones, recurren al alcohol lo hacen para, en último extremo, poder atribuir el posible fracaso a los efectos del alcohol: ‘Si no me hubiera tomado las dos copas de champán, también habría podido mantener una conversación tan amena como Max’. De esta manera protegen el mantenimiento de su propia imagen.
Todo el mundo sabe que el alcohol desata la lengua. Las personas que en el trato con los demás se muestran tímidos, retraídas o agarrotadas, temen la marginación social o, de hecho, ya están haciendo un papel marginal. Para relajarse en situaciones sociales -por ejemplo, cuando van a una discoteca o en una fiesta de la empresa- echan mano del alcohol.
EL alcohol, en reducidas cantidades, levanta el estado de ánimo: con un reducido consumo de alcohol se liberan las beta-endorfinas. Las beta-endorfinas son transmisores de recompensa del cerebro que causan sensación de euforia y reducen la vivencia del estrés. Las personas con un estado de ánimo básico poco positivo intentan el mismo a base del alcohol. El hecho de que esto suceda con el primer vaso de vino los lleva a tomar un segundo y un tercer vaso. Pero entonces, cuando aumenta el consumo de alcohol, se reduce enormemente la producción de beta-endorfinas. Sin embargo, las personas afectadas intentan que se produzca de nuevo el efecto positivo inicial del alcohol: el consumo del alcohol aumenta y se repite.
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