Todos nosotros tenemos un cierto nivel de ciclotimia que es normal y que se relaciona con lo que nos pasa. Nos ponemos tristes ante circunstancias que nos producen pesar y alegres en los momentos felices, para luego recuperar el equilibrio y continuar con la vida, en el mejor de los casos, con confianza y optimismo.
La naturaleza ha dotado a la humanidad con esta capacidad para superar las dificultades de la vida; sin embargo, algunos no lo logran y se dejan vencer por sus bajones anímicos, perdiendo el sentido de sus vidas y la motivación para seguir viviendo.
Es como si la normal expresión de los distintos estados de ánimo perdiera sus límites y se profundizara, y comenzara a oscilar entre la manía desproporcionada y eufórica y la depresión melancólica.
Cuando estos estados se vuelven crónicos se convierten en un trastorno que se denomina bipolaridad, una afección que sufre hasta el 15% de las mujeres y el 10% de los hombres en estos días.
Estas personas no pueden enfrentar sus existencias cotidianas, no tienen esperanzas, se sienten culpables, pierden la capacidad de concentración, de sentir placer, de disfrutar y de desear.
Pueden también sufrir de insomnio y de cansancio creciente, de falta de apetito y de atención, de irritabilidad, siendo lo más peligroso de esta afección la idea de suicidio.
Muchas circunstancias pueden aumentar el riesgo de desencadenar una depresión, como por ejemplo, cualquier traumatismo severo o enfermedad inhabilitante, que limita físicamente o no permite la interacción social por mucho tiempo.
Pero las causas más profundas de la depresión suelen ser muy antiguas y remontarse, según Freud, a las primeras etapas del desarrollo psicosexual, siendo también importante la presencia de factores genéticos.
Los avatares de la vida contribuyen a favorecer esta patología por la poca capacidad que tienen estas personas para adaptarse a las pérdidas y a los fracasos.
Este trastorno se estima que llega a ser casi dos veces más frecuente en las mujeres que en los hombres.
La fase maníaca se caracteriza por el estado de ánimo expansivo e irritable, la falta de atención y de sueño, la hiperactividad, la verborragia, la aceleración del pensamiento, la megalomanía y la baja tolerancia a la frustración.
La psicoterapia conductual y el tratamiento con medicamentos antidepresivos es lo más indicado en estos casos, lográndose por lo general a revertirse los síntomas en breve tiempo.
Las recaídas son frecuentes pero a la larga se puede lograr un resultado sustentable.
A veces, una enfermedad como ésta, tomada a tiempo, obliga a replantearse la existencia y favoreciendo el crecimiento y el desarrollo personal.
No olvidemos que las enfermedades son las llamadas de atención que emite el cuerpo para recuperar el camino que hemos perdido.
Sentir alegría o tristeza cuando la circunstancia lo impone es un mecanismo normal de autorregulación que tienen las emociones, pero en la bipolaridad estos estados están acentuados y conducen a la pérdida del equilibrio.
Reconocer la presencia de estos síntomas es la mejor manera de revertir este proceso, que puede alterar la vida emocional de un sujeto y lo expone a la intención incontrolable de quitarse la vida.
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