Tener hijos no es obligación y más ahora que existen métodos eficaces para evitar el embarazo que a la vez permiten disfrutar de la sexualidad.
Sin embargo, todavía hay mucha ignorancia al respecto y existen muchas jóvenes que quedan embarazadas sin estar preparadas para ser madres y sin una pareja que se haga responsable.
Algunos pueden pensar que deben tener hijos, porque sí, porque creen que hay que tenerlos aunque no les interese hacerse cargo, tal vez porque los demás los tienen, o para que no crean que ellos son estériles u homosexuales.
Tener un hijo es una gran responsabilidad y exige un gran esfuerzo y hasta sacrificios.
No todos están dispuestos a ocuparse de sus hijos. Si así fuera, no habría tantos problemas de conducta como los hay, tanta violencia, drogadicción ni tanta delincuencia juvenil.
Los hijos necesitan que sus padres los amen y los cuiden, que les brinden seguridad y protección y no que los malcríen comprándoles cosas prescindibles para compensar el poco tiempo o interés que les dedican.
Cada omisión de los padres hacia sus hijos jamás será pasada por alto, porque ellos se encargarán de hacérsela pagar con creces.
Todo lo que no se hace por los hijos cuando son niños se deberá hacer cuando sean grandes, con todo lo que esto puede significar.
Los niños necesitan que los padres les presten atención, que les reconozcan sus habilidades y sus aptitudes, que los alienten en sus dificultades y que los contengan en las situaciones que les resultan difíciles.
Los hijos sólo aprenden con el ejemplo, de manera que la paternidad exige buena conducta, si es que se desea tener hijos sanos y sin problemas.
Si hay algo que es verdaderamente doloroso en este mundo es ver sufrir a un hijo y muchos de esos sufrimientos dependen de la relación que tenga con sus padres.
“Por el árbol conoceréis sus frutos” es una frase que ya está en la Biblia que expresa una gran verdad. Porque para un niño lo que hagan sus padres estará siempre bien aunque sean delincuentes, porque los ama, aprenderá a ser como ellos y sus valores serán los mismos.
La juventud exige satisfacer los deseos en forma inmediata, de modo que es inconveniente asumir la responsabilidad que implica tener un hijo. Porque los jóvenes creen que no van a tener tiempo para disfrutar de los placeres de la vida y dejan de lado obligaciones que asumieron voluntariamente. No saben que tomar una decisión los compromete para siempre y que sólo respetando los compromisos podrán vivir tranquilos.
La meta más difícil de alcanzar en esta vida es tener paz interior, o sea no vivir acosado por una conciencia intranquila. Sin embargo se empeñan en ignorar la inquebrantable ley de causa y efecto.
Un hijo es un compromiso para siempre y puede ser una bendición o una pesadilla, sólo depende de sus circunstancias y de la conducta de quienes le dieron la vida.
No existe placer más grande que sentirse bien por haber tenido el coraje de haber hecho lo mejor posible por los hijos y por haber tenido la fortaleza de dominarse a sí mismo.
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