George Earle Buckle en una ocasión afirmó que “simplificar es complicado pero es el primer paso esencial para el éxito”. En la sociedad en la cual vivimos todo parece girar tan de prisa que a veces nos cuesta trabajo seguir este ritmo. Lo peor es que siempre hay alguien (o “alguienes”) que se dedican a hacernos ver que somos inadecuados o fuera de contexto porque no podemos vivir siguiendo esta velocidad.
Lo cierto es que no poder seguir la velocidad con la cual cambia nuestra sociedad es algo totalmente normal. Los seres humanos tenemos capacidades y recursos limitados. Nuestra atención y memoria, por ejemplo, son muy limitadas y a veces es muy difícil seguir el ritmo de los acontecimientos y procesarlos. Esto nos crea tensión, ansiedad y una gran dosis de estrés. ¿Cuál es la solución? Simplificar.
1. Escribe una lista de tareas por hacer. A veces lo que nos estresa no es la tarea en sí sino la idea constante de la misma. ¿En cuántas ocasiones has tenido en tu cabeza la lista de las decenas de tareas que debes realizar en el día? Este pensamiento es agotador y estresante, por ende, bien vale la pena dedicarle apenas unos minutos en la mañana a confeccionar esta lista.
2. Planifica el día. No basta con hacer una lista de tareas y dejarla como adorno, determina en qué momentos realizarás cada una de ellas y deja siempre un tiempo para los imprevistos (sobre todo si es lunes). Pero lo que es más importante aún, si no llega una tarea verdaderamente urgente, cíñete a la planificación.
Si no te agrada planificar (como es mi caso) simplemente puedes trabajar por objetivos. Es decir, plantéate cada tarea como un objetivo a cumplir antes de una hora determinada. Particularmente esta alternativa me resulta más motivante y satisfactoria que la planificación.
3. Ordena. El desorden y el caos, además de hacernos perder tiempo, provocan estrés. Echa un vistazo a tu alrededor en la casa y la oficina, todo aquello que no necesites ¡deséchalo! Lo que no utilices ¡guárdalo!
4. Comienza immediatamente la dieta de la información. ¿Cuántos diarios y blogs lees cotidianamente? De ellos, ¿cuáles te son verdaderamente útiles? Todo aquello que no te aporte un contenido verdaderamente interesante, ¡deséchalo!
5. Planifica horarios para revisar el correo electrónico y para navegar por Internet. Revisar el correo cada cinco minutos actúa como un agente que te distrae del trabajo, te hace menos productivo y esto genera una mayor tensión y estrés. Cuida el uso de las redes sociales que normalmente son un agujero negro por donde se escapa el tiempo.
6. Aprende a preguntar. A veces las personas que están a nuestro alrededor tienen la información que necesitamos. Si simplemente le preguntásemos, podríamos ahorrar muchísimo tiempo. El miedo a preguntar muchas veces implica falta de confianza.
7. Delega. No tenemos super poderes. Normalmente las personas más estresadas son aquellas que no saben delegar porque piensan que solo ellas son capaces para realizar una tarea. Detente y piensa por un momento qué sucedería si estuvieras de viaje en una isla alejada donde no pudieran localizarte, ¿qué harían? Probablemente se las ingeniarían para lograr el objetivo sin ti. Por ende, aprender a delegar implica liberarse de una buena parte del estrés cotidiano.
Escrito por Jennifer Delgado Suarez
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