Quien ha de permanecer es el Yin, la tierra, el femenino. El masculino ha de fecundar, calentar, quemar si es preciso, pero después de ello ha de transformarse en otra cosa, energía tal vez, o lo que sea. Pero el hombre que se obsesiona en permanecer, en conservarse, en escatimar su capacidad de amar para no gastarse, ese hombre va encerrándose en su propia cárcel y terminará convertido en estatua de piedra, en lugar de convertirse en un pájaro del paraíso o del manto de energía que alimenta a un pueblo.
Juan Trigo
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