Para responder esta interrogante los investigadores utilizaron el EEG para grabar la actividad eléctrica del cerebro de docenas de mujeres a las cuales se les pidió que miraran imágenes neutrales o negativas (como por ejemplo, una pelota de basket o un tiro en la cabeza). Antes de que se mostraran las imágenes, algunas participantes recibían un ligero toque en el brazo por parte de una amiga, de un dispositivo mecánico o no recibían este contacto corporal. La idea era valorar si la respuesta emocional ante las imágenes negativas variaba en relación con el toque recibido.
El resultado más importante que se evidenció fue que un toque en el brazo mejoraba la respuesta del cerebro ante las imágenes, tal y como lo reveló la amplitud de lo que se conoce como “Componente Positivo Tardío” de la actividad eléctrica cerebral. Vale aclarar que este componente ha sido asociado con el proceso de evaluación mental y un simple toque en el brazo provocaba un aumento en el mismo pero solo en las imágenes de contenido emocional negativo y no en las de contenido neutro. En otras palabras, las personas procesaban mucho mejor el contenido de las imágenes cuando recibían un toque en el brazo.
Lo curioso es que el toque tuvo estos efectos independientemente de si lo realizaba una amiga o una máquina. Esta disquisición es importante porque indica que realmente el toque tiene un efecto de “abajo hacia arriba” (es decir, basado esencialmente en la estimulación que se recibe) y no de “arriba hacia abajo” (indicando que el cerebro es quien da la orden en relación con el significado que tiene para cada persona el toque). En este punto me permito diferir ya que también podría ser el caso de que tenemos tan profundamente internalizado el significado del toque, que este proceso se ha automatizado, de forma que respondemos inmediatamente ante este estímulo, ya sea provocado por otra persona o por una máquina.
Ya sea por una razón u otra, lo cierto es que este experimento demuestra que cuando se nos presenta una información de contenido emocional (unida a un toque), nos sentiremos más motivados a procesarla, en comparación a la misma información pero sin el toque. ¿Por qué?
En este punto se podría especular que el toque desata en nosotros los resortes altruistas y empáticos, de forma que somos más abiertos ante los estímulos de contenido emocional en los cuales estén implicadas otras personas. Sin embargo, los investigadores brindan otra explicación que va en sentido opuesto: aseguran que el toque no es sino una señal de alerta táctil que dispara el procesamiento de los eventos que están ocurriendo en ese mismo momento a nuestro alrededor, con cierta preferencia por aquellos que tienen un contenido emocional. A partir de este momento y solo entonces, se podrían suscitar comportamientos empáticos.
Sin lugar a dudas la idea es interesante porque propone un mecanismo inverso para explicar los efectos del toque humano pero como en nuestro cerebro todo ocurre tan rápido, probablemente sea un error separar el proceso del significado del proceso fisiológico ya que ambos se complementan y determinan mutuamente.
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