Una de las raíces negativas más profundas en el ser humano es la ira. Es una tendencia innata que puede tomar caracteres e intensidades muy diversas. Es una de las zonas más oscuras de la mente, del mismo modo que la templanza o mansedumbre lo es de las más iluminadas.
El desarrollo de la templanza o mansedumbre no es fácil, porque tampoco lo es ir desenraizando la tendencia de agresividad, encono, resentimiento, ira y malevolencia. La reacción mecánica y aprendida del ser humano ante todo aquello que no le place, le disgusta, le contraría, le es adverso, lo experimenta o interpreta como amenazante, es siempre la ira en un grado más o menos intenso, que a veces sólo es irritabilidad pero otras se convierte en furia, rabia o cólera destructiva.
No hay persona que no pueda experimentar en un momento dado algún tipo de ira o rritabilidad, pero unas ceden a ella y se identifican con la misma, incluso perdiendo el juicio, y otras, sin embargo, son capaces de no dejarse arrebatar por ella y de diluirla o dejarla pasar.
Hay un cuento muy significativo:
"Un hombre padecía acceso de incontenible cólera. Le aconsejaron que visitara a un sabio que vivía en la cima de una colina para ver qué podia recomendarle para superar la ira. El hombre colérico fue a visitar al sabio y le puso al corriente de lo que le sucedía. El sabio le dijo:
-Pero ahora no tienes ira. Quiero ver tu cólera para saber así qué debo aconsejarte. Cuando sientes ira, ven a visitarme.
Unos días después, el hombre fue arrebatado por la ira. Acudió a visitar al sabio, pero ya se le había pasado la cólera, y el sabio le dijo:
-Necesito ver tu ira. Ven más rápido cuando te vuelva.
El hombre sintió ira al día siguiente y se apresuró a visitar al sabio, pero cuando llegó a la cima de la colina, la ira se habia marchado. El sabio le dijo:
-Asi no puede ser. Quiero ver tu ira. Cuando te vuelva a invadir, visitame enseguida.
Unos días después, en un acceso de ira, el hombre salió corriendo hacia la cima de la colina, pero por mucho que corrió, cuando llegó allí la ira habia desaparecido. Entonces el sabio le dijo:
-¿Lo ves? La ira no eres tú. Va y viene, como una ola, pero pasa. Trata de que no llegue a arrebatarte. Mírala surgir y desaparecer, pero no te dejes llevar por ella".
Mediante la vigilancia consciente podemos aprender a desligarnos de cualquier estado pernicioso de la mente y, por supuesto de la ira.
Una de las zonas iluminadas de la mente, que todos deberíamos actualizar en alto grado para conseguir vivir sin ira entre los airados, es la templanza o mansedumbre, que no es, ni mucho menos, debilidad, sino por el contrario la fuerza maravillosa que residen en la resistencia pasiva, el sosiego, el ánimo estable, el dominio de sí y la lucidez que nos hace entender que todo lo que se deriva del acceso de ira es nocivo para uno mismo y para los demás.
La templanza representa un estado anímico de sosiego,inalterabilidad, actitud mansa, firmeza desde el equilibrio y la visión clara, firme determinación sin cólera ni irritabilidad. La comprensión lúcida de los acontecimientos, el sano control de uno mismo, la capacidad para aceptar las cosas y saber adptarse, la superación del ego excesivo, la ecuanimidad, la integración psicológica, la madurez emocional, el afecto y el interés por los otros, las respuestas anímicas correctas y no desmesuradas, la conquista del desapego que sitúa a la persona en un punto de equilibrio entre el apego y la aversión, la autovigilancia y la propia observación cooperan en el desarrollo de la templanza y la mansedumbre. La ira dispersa energías, altera, perturba e incluso enferma, en tanto que la templanza fortalece, nos llena de energía, nos hace consistes y aún más firmes en nuestras razonables determinaciones. La ira distorsiona el entendimiento; la templanza lo limpia y equilibra. Pero como la fuerza de la aversión es notable en todas las personas y se alimenta del hábito y las conductas aprendidas, es necesario vigilarse bien para aprender a desligarse de las corrientes de ira y suscitar, fomentar y desarrollar el don de la templanza.
La reflexión lúcida y consciente también es un factor muy importante para la superación de la ira y el cultivo de la templanza. La ira también surge por frustraciones que pueden asimilarse con el desarrollo de la conciencia y la madurez interior, mediante la comprensión de que la vida está salpicada de inevitables frustraciones y no todas las condiciones pueden reorganizarse de tal modo que siempre nos favorezcan o que podamos alcanzar todo lo que nos propongamos. Asi como la ira nos hace ofuscados, crueles e incluso brutales la templanza nos hace calmos, comprensivos y fuertes.
Hay que empeñarse en el desarrollo de pensamientos mansos, palabras sosegadas y actitudes armóncias. Del mismo modo que la ira se ha aprendido, es posible desprenderse de ella para ejercitar la mansedumbre. No cabe duda de que cuanto más compasiva sea la persona, menos se dejará arrastrar por su ira, pues su propio sentimiento compasivo le prevendrá para no dañar a las otras criaturas ni a sí misma.
Uno de los grandes aliados de la templanza es la ecuanimidad, porque la persona guiada por esta zona iluminada de la mente tiene mas capacidad para ver los diferentes lados de la cada situación y proceder con mayor equilibrio y cordura.
Cuando la persona va madurando emocionalmente y resultando psiquicamente más armónica, su corazone se llena de paz y no hay lugar para el feo e innoble sentimiento de la ira que nos roba el juicio claro y desencadena la brutalidad en pensamiento, palabra o acción. El condicionamiento de la ira se va desparendiendo y la persona se identifica con esas palabra de Gandhi, cuando declaraba que la no violencia es para el valiente y no para el cobarde.
Reflexion
Paciente, flexible, sereno,calido, ...Templo Interior...Templanza. Esta virtud nos ayuda a vivir nuestro nacimiento divino a traves de las vicisitudes a que nos enfrentamos en el proceso del despertar, y nos guia en la busqueda de la verdad, como una espada templada por el fuego, hasta encontrar el punto del justo equilibro en el que el filo de nuestro espiritu sea uno solo e indivisible.
Encontrar ese punto exacto, es templar el alma, es acumular luz y fuerza interior para alcanzar el amor verdadero.
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