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El Síndrome de Peter Pan: los Hombres que nunca crecen.






Por Alejandro Gorenstein
No es una cuestión de edad. Existen ejemplares de 30, 40, 50, 60 años y los hay que mueren siendo Peter Pan, a pesar de la infatigable inversión que dedican a soslayar la vejez. El psicólogo norteamericano Dan Kiley denominó como Síndrome de Peter Pan al conjunto de rasgos que tiene aquella persona que no sabe o no puede renunciar a ser hijo para empezar a ser padre. El hombre/niño que se resiste a crecer es incapaz de cuidar y proteger a nadie así como de intercambiar papeles igualitariamente en el contexto de una pareja. Exhibe un desfase patológico entre su edad cronológica y su madurez afectiva. Hombres que presumen de joviales, simpáticos, alma de las fiestas, deportistas, aplicados seductores de jovencitas a edades notoriamente inadecuadas, con frecuencia no son más que "peter panes" afectivamente inmaduros y promotores de mucha desdicha en las relaciones de pareja. Se trata de hombres que no han aprendido la diferencia entre haber crecido y ser adultos.

Resistirse a adquirir las responsabilidades que conlleva entrar en la etapa adulta, además de producir desequilibrios personales, puede derivar en serios problemas a la hora de que una relación de pareja funcione. Compartir un proyecto de vida en común con alguien que es incapaz de sacrificar o apartar los placeres de la juventud para poner todo lo que tiene para conseguir unas metas, no siempre fáciles, pero necesarias, a parte de producir insatisfacción, acaba convirtiéndose en un lastre a la hora de luchar por conseguir esos objetivos.

Ante la imposibilidad de encontrar la fuente de la eterna adolescencia, parte de los hombres de la sociedad actual han optado por anclarse en una juventud que si bien no es física, sí les garantiza la psicológica y la comodidad de afrontar el día a día sin ir más allá, una especie de Carpe Diem cuya problemática aumenta proporcionalmente con la edad física del individuo.

"Son hombres que te prometen el paraíso y de la noche a la mañana, desaparecen: nunca están listos para comprometerse. Aquí, algunas claves para detectarlos."

Las que lo padecieron alguna vez juran que es una enfermedad, pero los especialistas coinciden en que se trata de un síndrome que sufren aquellas personas que se resisten a madurar y a tomar compromisos. Los "Peter Pan" son adultos pero parecen niños, tienen actitudes de adolescentes y una enorme dificultad para hacer y sostener un proyecto afectivo, ya que para ello deberían renunciar a su libertad y a los placeres de la juventud como, por ejemplo, la falta de compromiso.

Aunque quieras matar a uno de estos ejemplares que te juran felicidad eterna (¡y son creíbles!) esta característica esconde personas muy inseguras para hacerse cargo de sí mismas (¡y del otro!) y con el transcurso del tiempo -si bien obtuvieron logros a nivel laboral o social- cargan con la insatisfacción de haber acumulado muchas relaciones afectivas malogradas que los abandonaron a la soledad.

¿Quiénes lo padecen?

Son hombres de 30 a 50 años que se la pasan encarando relaciones, pero nunca llegan a concretar una formal ni se plantean la posibilidad de formar una familia.Son muy atractivos, sensuales, divertidos, seducen a todo el mundo y se ocupan mucho de su aspecto exterior. Viven de los touch and go, es común que estén saliendo con más de una persona a la vez. Son aquellos grandes solterones que se quedaron solos no porque le hayan faltado oportunidades, sino por la inmadurez para afrontar esos vínculos amorosos.

Para ellos, el crecimiento pasa por lo económico y se aferran a esto como su único espacio para lograr grandes cosas. Una relación implica ciertas renuncias y ellos no están dispuestos a renunciar a nada. Tienen capacidad para muchas cosas, pero no para sostener una pareja. Dejan escapar personas que podrían haber sido muy interesantes en sus vidas.

¿Cómo actúan?

Estos hombres disfrutan del período de seducción. Pero cuando existe la mínima posibilidad de establecer un compromiso afectivo huyen sin dar explicaciones.

Pueden ser mentirosos y manipuladores para lograr lo que quieren. Al principio se muestran como los mejores amantes, pero la realidad tiene poco que ver con el discurso. Les encanta poner distancia porque comprometerse implica una amenaza.

La mayoría de las veces, ellas se sienten desconcertadas y descolocadas cuando, por ejemplo, ellos les manifiestan lo bien que la pasaron una noche, pero desaparecen por días y semanas. Los Peter Pan están orgullosos de su vida solitaria y muchos llegan hasta descalificar a los hombres que se comprometen: "Vos sos un pollerudo o tu novia te tiene manejado", son los típicos comentarios que les hacen a sus amigos.

¿Dónde encontrarlos?

Boliches, gimnasios, parques, centros comerciales, grupos sociales y clubes, el ámbito laboral y hasta el chat son los lugares predilectos a los que recurren a la hora de conquistar a sus presas. Su vida social es muy desplegada y suelen tener muchos contactos. El tener muchas chicas disponibles a su alrededor les impide detectar que les está faltando la mujer, la principal, la compañera fiel de todos los días.

Se relacionan mejor con personas más jóvenes que ellos porque, en general, no les reclaman a corto plazo una relación estable y un proyecto familiar. Sólo quieren relacionarse con el otro desde el placer, huyen del sufrimiento y la mínima responsabilidad.

Sin embargo, algunos –los menos– se vuelven adictos al trabajo y no tienen tiempo para relacionarse con el sexo opuesto y ese agotamiento laboral les impide la posibilidad de tener sexo.

¿Por qué le temen al compromiso?

No se trata de un trastorno fóbico, sino de la falta de madurez para afrontar nuevos desafíos. Para entender este fenómeno hay que pensar en los comportamientos de los niños, que a su edad no pueden comprometerse en las relaciones.

Las mujeres de 30 y pico se están encontrando con muchos de estos hombres que son inconquistables, porque no quieren, ni pueden comprometerse. Siempre sienten que ellos no las merecen. Llega un momento –algunos más jóvenes y otros recién a los 60 o 70 años– en el que se dan cuenta de que por haber privilegiado los placeres de la libertad se sienten vacíos. En ese momento se puede producir un quiebre. Algunos caen en depresión y recurren a la ayuda terapeútica para reafirmar su personalidad y los objetivos de su vida.

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