En el monte llovía desde hacía 3 años.
Ninguno podía recordar los motivos, ni la noche exacta en que comenzó a llover, pero luego ya no pudo parar.
Con la lluvia fue enrareciéndose la aldea y nadie sabía qué hacer con tanta agua. Sólo la luna llena detenía las lluvias.
En la 5ta luna las plantas ya no daban frutos.
Los caminos se volvieron pantanosos.
Y un olor fétido comenzó a sobrevolar el monte.
En la 7ma luna llena se fueron los animales.
La gente, a pesar del agua, siguió viviendo allí, detenidos por la comodidad y la costumbre, esperando el día en que deje de caer.
Algunos sospechan que Anatilde tuvo que ver en todo esto,
y cuentan la historia de esta niña
que decidió renunciar a todo cuando comenzó a volverse mujer
Antes de la lluvia, Anatilde vivía en el monte.
El monte es húmedo con arbustos, matorrales y algunas especies herbáceas
El monte es oscuro, con tierras yermas, roquedos y arenales.
Todo en el monte ocurre en las sombras,
por la noche, o a la hora de la siesta.
Nada hay en el monte que las sombras no sepan.
Anatilde vivía en el monte.
(A la edad de 15 años comenzó su metamorfosis y con ella,
se desencadenaron los acontecimientos.)
El primer acontecimiento fue la llegada de tía Amanda, quien, a Anatilde, iniciaría a bruja.
Tía Amanda era la hermana de su madre. No tenía hijos y era la primera vez que venía a visitarla. Su madre decía que se había vuelto bruja y no quería volver a verla.
Tía Amanda era una mujer extraña, hablaba poco y sólo usaba ropas oscuras. Salía de la casa en horas extrañas y nadie sabía adónde iba.
La gente del monte la miraba con desconfianza, algunos con temor y otros con desprecio.
Cuando llegó, miró a Anatilde profundamente a los ojos, y desde ese día la nombró: aprendiz de bruja.
La iniciación
“Las brujas son mujeres sabias –le decía – y cuando una niña se inicia debe renunciar a 3 anhelos de mujer porque las brujas son mujeres solitarias, nocturnas y feas.”
La primer renuncia fue a la compañía humana; las brujas son mujeres solitarias, viven solas o con brujas hermanas, entre telas de araña y animales amigos.
La segunda renuncia fue a la luz del día: Anatilde comenzó a habitar en el universo nocturno, y dentro de él fue planeando tranquilamente su hechizo. Para llevarlo a cabo comenzó a campear de noche y volvía a su casa antes de la luz del sol, porque sabía que a las brujas las cuidaba la luna.
Salía a las 3 de la mañana y se ocultaba la cara con un pañuelo para no ser reconocida. Merodeaba por los alrededores de la aldea buscando manojos de cabellos, pedacitos de uña, restos de piel, cascaritas de lastimadura, escupidas, retazos de camisas o de vestidos o de pantalones, suela de zapatos, colillas de cigarrillo, botones, hebillas, monedas… Y cuando los encontraba los hincaba con una caña y los echaba a un jarrito.
En la 2da luna llena Anatilde tomó la pócima de las aprendizas de bruja para renunciar a la belleza. Con el correr de los días, comprobó que su nariz fue agrandándose, comenzaron a brotarle verrugas, sus dientes se aflojaron (algunos se cayeron). Sus uñas crecieron más de lo habitual, y se le extendieron los dedos, la espalda se fue encorvando y su mentón se hizo más agudo, el pelo reseco y la tez, pálida y en algunas zonas verdosa.
Para que la gente de la aldea no notara su transformación, comenzó a usar ropas anchas y oscuras y zapatos negros, largos y puntiagudos.
El hechizo
Cuando se cumplieron las 3 lunas, Amanda se fue de la casa.
Y Anatilde fue al monte.
Formó un gran círculo con hojas secas y las incendió. Poco a poco se fue formando un denso velo de humo. Anatilde se encontró en medio de una niebla de cenizas que flotaban a su alrededor y la escondía de las miradas curiosas de la aldea.
Encendió en el centro un pequeño fogón con ramas, sacó su calderito y vertió en él todas las cosas que había encontrado, lo puso al fuego y se puso a cantar. Mientras revolvía cantaba.
De pronto comenzó a levantarse un aire frío, de la tierra comenzaron a despegarse suaves nubes de polvo, las ramas de los arbustos se agitaron levemente, y levemente comenzó a llover…Y llovió, llovió, y siguió lloviendo, y estuvo lloviendo un largo rato, y llovía y la lluvia caía cada vez más pesadamente. Durante toda la noche llovió en el monte, hasta llenarse de agua toda la aldea, la tierra se fue haciendo un lodazal y en todos lados había charcos, y el agua seguía cayendo.
Y así vino lloviendo desde hace 3 años…
La gente de la aldea cree que Anatilde se fue con su madre apenas comenzaron las lluvias. Otros dicen que aun sigue allí, en su casa del monte, esperando terminar de ser niña, dicen que ya no es bruja, y que en unos años, una mujer descenderá del monte y cesará de llover.
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