Cuando amamos alguna cosa, ésta es valiosa para nosotros, y cuando algo es valioso para nosotros le dedicamos tiempo, tiempo para disfrutarlo y tiempo para cuidarlo. Obsérvese a un adolescente enamorado de su automóvil y adviértase cuánto tiempo dedica a admirarlo, a sacarle brillo, a repararlo, a ponerlo a punto. O considérese una persona madura que posee una preciada rosaleda y véase cuánto tiempo dedica a podar los rosales, a protegerlos, a fertilizar adecuadamente la tierra y a estudiarlos.
Si amamos algo, lo cuidamos. Podemos ver cuantas veces decimos querer, amar alguien, pero no lo cuidamos, no le prestamos la debida atención. Hay quien dice "tengo muchos amigos", pero, ¿qué calidad de amistad? Solemos tener amigos a quienes tenemos olvidados, no los llamamos por teléfono para interesarnos por su vida, no les escribimos si son amigos virtuales. Peor, no les respondemos si nos escriben, o, no devolvemos un llamado telefónico. Las relaciones, por lo general pasan a ser algo superficial, vivimos tras la última preocupación, tras lo último que acapara nuestra atención, llámese diversiones o trabajo. Y no estoy hablando de apego, de estar encima, de no dejar respirar ni respirar uno mismo. Todo en su justo equilibrio.
Si tienes alguien por ahí que has dejado de lado, llámalo, escríbele, hazle sentir tu amor, si en que verdad lo sientes. Yo lo estoy haciendo.
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