Contacto a través de la voz
Eduardo Galeano, en el texto “Celebración de la voz humana/2” de su Libro de Los abrazos (Galeano, 1989), cuenta la historia de unos presos de la dictadura uruguaya que tenían atadas las manos, pero que sus dedos “danzaban” y dibujaban palabras para conversar con ellas. Algunos de estos presos – nos dice-, estuvieron más de diez años enterrados en calabozos del tamaño de un ataúd sin estar en contacto con nadie más que con el sonido de las rejas y los pasos de los guardias.
Dos de ellos se salvaron porque tuvieron la idea de comunicarse a través de golpecitos en la pared contándose “sueños y recuerdos, amores y desamores; discutían, se abrazaban, se peleaban, compartían certezas y bellezas y también compartían dudas y culpas y preguntas de esas que no tienen respuesta”.
A pesar de lo terrorífico que puede ser lo que Galeano está contando en una página, no deja de estar lleno de creatividad, hasta con un toque de humor, como en la frase de uno de esos presos cuando dice:
“Pinio Ungerfeld me enseñó el alfabeto de los dedos, que en prisión aprendió sin profesor:
-Algunos teníamos mala letra – me dijo -. Otros eran unos artistas de la caligrafía”.
También es un texto lleno de humanidad, que nos muestra como, el ser humano, para sobrevivir, puede ser infinitamente resiliente[1], es decir, buscar fuerza de flaqueza y encontrar los recursos necesarios para no dejarse vencer y seguir con vida, encontrando algún sentido o aprendizaje de lo que vive, sin importar qué tan terrible sea lo que está experimentando. Es un don de la naturaleza humana esta capacidad para no sólo mantenerse ante situaciones dramáticas, sino también salir fortalecido, crecer a través de ellas.
“Cuando es verdadera, cuando nace la necesidad de decir, – expresa Galeano – a la voz humana no hay quien la pare. Si le niegan la boca, ella habla con las manos, o por los ojos, o por los poros, o por donde sea”.
Trasladando esta idea a mi campo profesional, dentro de la psicoterapia, me ayudó a darme cuenta como, una de las
grupo de crecimiento gestalt
razones por las que agradezco tanto la oportunidad de acompañar a otros a liberarse de su propia cárcel y sus propias dictaduras de vida, es porque mi labor es acompañar y apoyar a las personas a recuperar esa voz que, en algún momento de su vida, fue apagada o acallada por alguien o por algo.
No es gratuito que una de las primeras palabras con las que se nos educa y que irá tomando cada vez más fuerza al paso del tiempo sea el NO: “no hagas”, “no digas”, “no sientas, ni pienses por ti mismo”, “no tengas iniciativa”, “no seas creativo”, “no quieras ser libre”.
La otra palabra es “Debes” o “Tienes qué”: “debes ser buen hijo”; “tienes hacer lo que te digo”; “tienes que hacerlo a mi manera”; “debes pensar a mi modo”; “debes renunciar a tu creatividad “; “tienes que ser obediente”.
O bien, la suma del no y el debes: “no debes pensar eso”; “no debes pretender hacer lo que te gusta”; “no debes
vivir detrás de una máscara
comportarte de esa manera”; “no debes sentirte así” ; “no debes equivocarte nunca”; “no debes responderle así a tus mayores”; “no se debe hablar así”; “no debes faltar el respeto a tus mayores, ni a los curas, ni a los maestros, ni a la autoridad”.
El precio de no hacerlo de la manera en que la sociedad lo ordena, puede ser muy alto. La amenaza más grande, desde niños, es que te dejen de querer y te excluyan, la amenaza es siempre la misma: “si eres malo y no obedeces, ya no te voy a querer”. La única manera de seguir perteneciendo a un grupo, sea la familia, la iglesia o cualquier otro, es renunciar a la propia voz, a los propios sentimientos y a la iniciativa personal, para volverte un ser dócil, obediente, que no cree problemas a nadie.
Pero, ¿se puede renunciar a la propia voz y seguir siendo persona? Regresando al texto de Galeano “Celebración de la voz humana”, y desde mi propio modelo de la Gestalt, considero que no. Un individuo, sin importar raza, religión, creencias, formas de pensar, sentir o hacer, no puede renunciar a su derecho de expresarse en libertad.
Ese es uno de mis mayores retos en terapia, en los grupos o los talleres, crear consciencia en las personas para que sepan que tienen ese derecho y lo recuperen. Que, siendo adultos, les corresponde a cada uno de ellos, independientemente de quién les haya arrebatado las palabras, recuperarlas una a una para hablar con su propia mente y su propio corazón.
Dignidad Humana
Al recuperar la propia voz, la persona recupera también su libertad, su derecho de pensar, de sentir, de actuar libremente, y, lo más importante, rescata también su humanidad, deja de ser un objeto utilizado por otros, para ser de nuevo un individuo libre y con autonomía. Eso es lo que promueve la terapia Gestalt y el humanismo en general, que la persona SEA ELLA MISMA; que sea un ser AUTÉNTICO.
“Porque todos, toditos, tenemos algo que decir a los demás, alguna cosa que merece ser por los demás celebrada o perdonada”.
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