Tengo personalidades que no cuadran. Soy un híbrido de tendencias.
Un montón de aficiones mal mezcladas sin definirse.
No tengo vocaciones ni talentos.
Existo escogiendo un poco de allá y algo de allí.
Busco dónde no hay nada por si de casualidad encuentro. Aunque sean desilusiones repentinas. Me muevo por los días sin exigir nada. No espero. No juzgo. Sólo me mantengo. Y de vez en cuándo me supero. Necesito cierto orden. Eso sí.
Me cuesta girar en el mundo sin saber que hacer en cada vuelta. Nunca fui muy amiga de la incertidumbre.
También desahogo mi optimismo en lagrimadas pasajeras cuando me quedo sin aliento. Pero siempre son efímeras. Aguantar las emociones te hace más débil. Se acumulan dentro saturando el alma para acabar fracturando un falso equilibrio.
Es bueno llorar lo que nos sobra.
Otras veces mi realidad imaginaria se plantea una imaginación real. Pero siempre recuerdo que la pimienta en exceso estropea el plato. Por eso me resulta divertida la incoherencia. Aunque me formaron demasiado consecuente. No me tiro de cabeza sin saber antes cuánto cubre y no voy a oscuras sin palpar antes el terreno con las manos.
Soy paciente pero constante. Prefiero el calor al frío. No odio al despertador. Me gusta el aire de cara y los pijamas enormes. Soy conformista o poco exigente. Tengo sueños y alguna meta. Me enfado pero me arrepiento. Tengo mis manías.
Mis cuatro cosas
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