"Las personalidades no aman, quieren algo." Byron Katie
En las primeras etapas de muchas supuestas relaciones románticas, es bastante común que las personas representen personajes con el fin de atraer y retener a quien quiera que el ego perciba ha de ser la persona que "me dará felicidad, me hará sentir especial y satisfará todas mis necesidades".
"Representaré el papel de quien deseas que yo sea, y tú desempeñarás el papel de quien yo deseo que seas". Ese es el acuerdo tácito e inconsciente. Sin embargo, representar personajes implica un gran esfuerzo que no se puede mantener indefinidamente, en particular después de que se inicia la vida en común. ¿Qué queda cuando se abandonan los personajes? Infortunadamente, en la mayoría de los casos no queda todavía la verdadera esencia de ese ser sino lo que cubre la verdadera esencia: el ego desnudo privado de sus máscaras, con su cuerpo de dolor y sus frustraciones que ahora se convierten en ira dirigida principalmente contra el cónyuge o la pareja por no haber eliminado el miedo subyacente y la carencia, elementos intrínsecos del sentido egotista del ser.
En la mayoría de los casos, el llamado "enamoramiento" es una intensificación de los deseos y las necesidades. Nos volvemos adictos a otra persona, o mejor, a la imagen que hemos fabricado de ella. No tiene nada que ver con el verdadero amor, el cual no conoce la carencia. El español es el idioma más honesto con respecto a las nociones convencionales del amor: te quiero significa a la vez "te deseo" y "te amo", pero ésta última expresión, en la cual no hay esa ambigüedad, rara vez se utiliza, quizás porque el amor verdadero es igualmente escaso.
A menos que accedas a la frecuencia consciente de la presencia, todas las relaciones, y, en particular las relaciones íntimas, acabarán fracasando y siendo disfuncionales. Puede que parezcan perfectas durante un tiempo, mientras estás "enamorado", pero esa perfección se altera invariablemente a medida que van produciéndose discusiones, conflictos, insatisfacciones y violencia emocional o incluso física..., momentos de tensión que suceden con creciente frecuencia.Parece que la mayoría de las "relaciones amorosas" pasan a convertirse muy pronto en relaciones de amor/odio. En ellas, el amor puede dar paso en un abrir y cerrar de ojos a una agresividad salvaje, a sentimientos de hostilidad o a la total ausencia de afecto. Esto se considera normal. La relación oscila un tiempo, unos meses o años, entre las polaridades de "amor" y odio, y produce tanto placer como dolor. Es bastante habitual que las parejas se hagan adictas a estos ciclos.
La carga dramática hace que los miembros de la pareja se sientan vivos. Cuando se pierde el equilibrio entre lo positivo y lo negativo, y los ciclos destructivos se presentan con mayor frecuencia e intensidad - algo que acaba ocurriendo antes o después -, la relación no tarda en colapsar.
Puede parecer que todo estaría bien y la relación florecería estupendamente si lograras eliminar los ciclos negativos o destructivos; pero eso es imposible. Las polaridades son interdependientes. No se puede tener una sin la otra. Lo positivo ya contiene en sí la semilla de lo negativo. Ambos son, de hecho, aspectos de la misma disfunción. Aquí estoy hablando de lo que suele conocerse como relaciones románticas; no del verdadero amor, que no tiene opuesto porque surge de más allá de la mente. El amor, como estado continuo, aún es muy raro y escaso, tan escaso como un ser humano consciente. No obstante, puede haber breves y elusivos vislumbres de amor cuando se producen discontinuidades en la corriente mental.
Resulta más fácil reconocer como disfuncional el lado negativo de una relación que el positivo. Y también es más fácil que veas el origen de la negatividad en tu compañero o compañera que en ti mismo. La disfuncionalidad puede manifestarse de muchas maneras: posesividad, celos, control, retraimiento y resentimiento no manifestado, necesidad de tener razón, insensibilidad y ensimismamiento, exigencias emocionales y manipulación, tendencia a discutir, criticar, juzgar, culpar o atacar, rabia y venganza inconsciente por el daño sufrido en el pasado a manos de un padre, ira y violencia física.
En el aspecto positivo, estás "enamorado" de tu compañero o compañera. Al principio, éste es un estado satisfactorio. Te sientes inmensamente vivo. Tu existencia adquiere repentinamente significado porque alguien te necesita, te quiere y te hace sentirte especial, y tú haces lo mismo por ella o él. Cuando estáis juntos, os sentís completos. El sentimiento puede llegar a ser tan intenso que el resto del mundo parezca insignificante.
No obstante, quizá te hayas dado cuenta de que esta intensidad tiene una cualidad de necesidad y apego. Te vuelves adicto a la otra persona. Él o ella actúa sobre ti como una droga. Cuando la droga está disponible te sientes muy bien, pero la posibilidad o el simple pensamiento de que esa persona pueda no estar disponible provoca celos, posesividad, intentos de manipulación mediante chantaje emocional, culpas y acusaciones; en resumen: miedo a la pérdida. Si la otra persona te abandona, ese hecho puede dar lugar a la mayor hostilidad o a la pena y a la desesperación más honda. La ternura amorosa puede convertirse en una agresividad salvaje o en un dolor horrible. Y en tal caso, ¿adónde ha ido el amor? ¿Puede el amor transformarse instantáneamente en su opuesto? ¿Fue amor lo que hubo en primer lugar o sólo un apego adictivo?
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