La mediocridad y venalidad de muchos han ido destruyendo no solo a naciones enteras, sino también al único fundamento sólido sobre el cual podría en el futuro reedificarse: La cultura del trabajo.
Apuntaba José Hernández en los consejos de Martín Fierro a sus hijos:
El trabajar es la Ley
porque es preciso adquirir
no se expongan a sufrir
una triste situación-
sangra mucho el corazón
del que tiene que pedir.
La dignidad y la realización humana se consiguen como consecuencia del trabajo, y en estos tiempos de creciente desocupación deben arbitrarse los medios para evitar que perdamos de vista que todo lo que el hombre posea debe ser fruto directo de su propio esfuerzo, porque de lo contrario destruiremos nuestro futuro.
Debe trabajar el hombre
Para ganarse su pan;
Pues la miseria en su afán
De perseguir de mil modos
Llama a la puerta de todos
Y entra en la del haragán.
Pero es necesario advertir que con la vagancia lo único que se consigue es alimentar el perverso sentimiento que está arraigado en muchos de que debe vivirse a expensas de otro. Finalmente estos planes diseñados sin inteligencia lo único que hacen es fomentar la haraganería y terminan por destruir la autoestima del individuo. Quienes se acostumbraron a recibir graciosamente no estarán dispuestos a reintegrarse mansamente a una disciplina laboral y dejar de percibir el beneficio.
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