• ASPIRAR a ser felices, más allá de “tener” objetos y basarnos en lo que poseemos.IDEAS CLAVE:
• Volver a CONECTAR con una naturaleza que llevamos décadas destrozando.
• REFLEXIONAR sobre lo que realmente necesitamos para ser felices, más allá de caprichos, individualismos y rivalidades.
• Dejar de PENSAR en negativo y de basar nuestra vida en el dinero y ser más altruistas. Todo es posible si realmente te lo propones.
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¿Qué estamos haciendo mal? ¿Qué futuro nos espera tras cuatro años difíciles? Desde los albores de la humanidad, las crisis han servido de caldo de cultivo para reflexiones y oportunidades. El cambio hacia la felicidad empieza por uno mismo.
Si los grandes pensadores de la humanidad levantaran la cabeza en medio de esta (maldita) crisis que sufre España, pronunciarían una vez más sus frases célebres. Tanto Confucio como Aristóteles, Descartes, Shakespeare o Montaigne, entre otros muchos, corroborarían que, efectivamente, la humanidad no ha cambiado un ápice su esencia. La crisis económica que atravesamos desde 2008 suma 5.639.500 parados a día de hoy, pero supone un episodio más de entre la multitud de baches a los que los seres humanos se han enfrentado a lo largo de su historia.
Sólo en el siglo XX hemos conocido dos guerras mundiales, una civil, periodos de bonanza, de depresión y un sinfín de coyunturas temporales. Sin ir más lejos, en la actualidad son 5 los grandes problemas de la humanidad:
1) la pobreza mundial,
2) el colapso económico (endeudamiento y longevidad de las personas),
3) el agotamiento del petróleo,
4) la crisis del agua y
5) el cambio climático, con la consecuente extinción de especies.
Si para más inri trabajamos más, sufrimos más estrés y disfrutamos cada vez menos de las pequeñas cosas de la vida, entonces, ¿qué estamos haciendo mal?
LA CIVILIZACIÓN, EN JAQUE
El problema va mucho más allá de una mera cuestión financiera. Tal y como señaló el filósofo, sociólogo y doctor honoris causa de universidades en todo el mundo Edgar Morin: “Atravesamos una crisis planetaria”, a su vez económica, social y global. Se trata de “una crisis de la civilización”, dice este genio del pensamiento contemporáneo.
Así pues, esta crisis debería servir para cambiar planteamientos, costumbres y principios erróneos, avisan los expertos.
(RE)EVALUARNOS
Desde un punto de vista empresarial, la prestigiosa consultoría internacional Society of the Advancement aconseja no quedarse parado ni esperar las oportunidades, porque precisamente aquellos que se hayan labrado un futuro -aunque sea a un ritmo lento y en medio de esta tesitura- serán los que más tarde tendrán su recompensa.
Curiosamente, la productividad es hoy más alta que nunca: menos trabajadores desempeñan más funciones. Vivimos en un mundo volátil, incierto y complejo, y las compañías deberán aprender a hacer más con menos, a nadar en medio de la complejidad y a ofrecer soluciones creativas adaptadas a la realidad del siglo XXI.
Por el momento, la situación es insostenible. Trabajamos de más (los afortunados), sufrimos estrés y hemos perdido del todo nuestra conexión con la naturaleza. La crisis es por ello un buen momento para reevaluar la forma en que vivimos.
TENEMOS QUE REDUCIR EL RITMO, CORTAR NUESTRA ANSIA DE CONSUMO Y RECUPERAR EL CONTACTO PERDIDO CON LA NATURALEZA
¿Eras realmente feliz en tu trabajo? ¿Qué necesitas para serlo? ¿Realmente son necesarios todos esos caprichos? En calidad de sociedad inteligente, se impone un cambio necesario: bajar el ritmo, cortar parte de nuestra ansia de consumo y redescubrir nuestra faceta espiritual.
Trabajamos para tener un coche, comprar un bolso, poseer un objeto ansiado. Son síntomas que reflejan desasosiego, rivalidad y competencia. En contraposición, la publicidad se empeña en mostrar parejas perfectas, familias calmadas y trabajadores de lo más satisfechos. La frustración es entoces inevitable.
Una cosa son las necesidades básicas, por supuesto, pero podemos reflexionar sobre lo que de verdad necesitamos y lo que no.
VIVIR: LENTITUD Y CALIDAD
Cuando hablamos de consumismo compulsivo e instantáneo, también nos referimos al ansia a la hora de consumir relaciones sentimentales, cada vez más efímeras. Además, cargamos con compromisos y actividades nuestra estresada agenda diaria en contra del ritmo natural de las cosas.
Sin embargo, desde hace un tiempo se está adoptando cada vez más la llamada slow life o vida lenta, en un afán por recuperar el contacto con nuestro entorno. “Adopte el ritmo de la naturaleza: su secreto es la paciencia”, dijo Ralph Waldo Emerson.
Y es que una cosa es el tiempo y otra la calidad de ese tiempo. En tiempos de crisis como éste, la calidad es más importante que la cantidad, es decir, no hace falta que agasajes a tus amigos o familiares con regalos materiales. Apreciarán más que compartas tiempo real con ellos. Trata, además, de desconectar del móvil (y de la tele) unas horas al día.
“SER” Y NO “TENER”
El gran reto es, pues, cambiar el modelo de mundo en el que vivimos, y la crisis actual es idónea.
Asistimos al fin de “un” mundo, y no al fin “del” mundo. Una nueva ciudadanía, la capacidad social para reinventarnos, el mundo de las ideas, el gusto por vivir las pequeñas cosas, gobiernos que fomenten la formación y la cooperación. Todo esto pasa por una economía regulada ya que el planeta en el que vivimos permite que 3 personas tengan más ingresos que los 48 países más pobres del mundo.
Hemos creado una existencia basada en la fábula del burro, el palo y la zanahoria. La ilusión es el dinero, la riqueza material, el estatus social. El deseo es mayor que nuestra voluntad; deseamos mostrar más de lo que tenemos. Y esta ilusión no era infinita. Las reglas del juego se han tensado y la burbuja ha explotado.
Nuestra aspiración es recuperar ese “ser” y dejar de lado el “tener”: sólo así viviremos mejor en nuestra piel y seremos más felices.
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