En ocasiones son ideas o pensamientos absurdos, que incluso te hacen reír y que descartas al instante, pero otras veces se trata de ideas que rechazamos e incluso de las que nos podemos sentir avergonzados o nos producen temor y extrañeza.
Los pensamientos no deseados son aquellos que consideramos que no deberíamos tener porque violan los códigos éticos, culturales o morales de la sociedad.
Esos pensamientos pueden expresarse en frases, como una voz en nuestra mente, o pueden tener la forma de imágenes mentales, pero tienen en común el hecho de que resultan desagradables. Pueden ser pensamientos relacionados con infligir daño a otras personas, pensamientos de actos sexuales considerados inmorales, ideas relacionadas con miedos, como la de perder el control y hacer daño a los propios hijos, o simplemente ideas como irte de casa, dejar a tu pareja y tus hijos, hacerte daño a ti mismo, etc.
Sea cual sea el pensamiento, lo cierto es que el ser humano pasa bastante tiempo pensando cosas que preferiría no pensar. A veces, este tipo de ideas van acompañadas de impulsos; es decir, de un deseo de hacer realidad aquello que has pensado.
Tal vez ese impulso dure tan solo unos segundos e, inmediatamente, toma el control otra parte de nosotros mismos que nos dice que no estaría bien hacer eso, que realmente no lo deseamos y que nos sentiríamos demasiado mal con nosotros mismos si lo hiciéramos, de manera que el impulso desaparece. De este modo, la mayoría de las personas nunca pone en práctica esos pensamientos prohibidos.
No obstante, pueden sentirse muy mal por el simple hecho de haber pensado algo así, pueden castigarse a sí mismos haciéndose reproches, considerarse malas personas o tener miedo de perder el control o de volverse locos. Elsa, por ejemplo, tenía imágenes mentales en las que se veía a sí misma haciendo daño a sus hijos, lo cual le resultaba aterrador.
Ella amaba a sus hijos y eran lo más importante para ella, de modo que empezaba a preguntarse si se estaba volviendo loca o si en realidad lo que pasaba es que odiaba a sus hijos sin ser consciente de ello. Pero lo cierto es que no es infrecuente que los padres y madres tengan imágenes mentales relacionadas con el daño a sus hijos, bien infligido por otras personas, por accidentes o incluso por ellos mismos. Por lo general, es solamente un reflejo de la preocupación por ellos y del miedo que tienen de que llegara a pasarles algo o incluso de lo horrible que sería que se volviesen locos y los dañaran sin querer. Es decir, este pensamiento es más un reflejo del miedo a que algo malo le suceda a alguien a quien amas, que de un deseo de hacerle daño. No obstante, cuando estos pensamientos son interpretados como un deseo de hacer daño, producen una ansiedad intensa que puede llegar a obsesionar a la persona. Esta obsesión hace que dichos pensamientos se vuelvan más frecuentes, entrando en un círculo vicioso difícil de romper.
Luchar contra los pensamientos prohibidos los fortalece
Luchar contra los pensamientos prohibidos puede fortalecerlos porque los transforma en obsesión. Si te empeñas en que tienes que dejar de pensar en algo, que pensar eso es horrible y que eres una persona despreciable por pensarlo, entonces lo único que haces es centrar tu mente en dicho pensamiento, de modo que acabas haciendo justo lo opuesto de lo que deseas; es decir, no puedes dejar de pensar eso tan “terrible”.
Sin embargo, los pensamientos no deseados son universales, aunque los contenidos específicos pueden variar según las diversas culturas. Las fantasías sexuales indeseadas, por ejemplo, suelen implicar actos sexuales que la sociedad considera inapropiados, como violación, infidelidad, incesto, etc.
Algunos investigadores se han centrado en los mecanismos mediante los cuales las personas suprimen estos pensamientos indeseados y los efectos de dicha supresión. Pero también han investigado por qué esos pensamientos se vuelven prohibidos. Algunos estudios sugieren que nuestra vulnerabilidad ante los pensamientos prohibidos es genética y que algunas personas están más predispuestas a ellos. No obstante, las investigaciones también muestran que la mayoría de las personas pueden volverse vulnerables a través de una serie de influencias externas. De hecho, algunos investigadores consideran que nuestro sistema de valores cada vez más permisivo y flexible puede hacernos más vulnerables a este tipo de pensamientos, aunque resulte paradójico, así como menos capaces de manejarlos.
“En otro tiempo, teníamos estándares mucho más estrechos de lo que era un pensamiento correcto o incorrecto – y casi todo era incorrecto”, explica Pepper Schwartz, de la Universidad de Washington. “En la actualidad está mucho menos claro dónde están esas líneas”. “Y sin esas fronteras sociales la gente puede estar sobrecompensando con fronteras autoimpuestas que son poco realistas”. Esto puede suceder en el terreno sexual, en el que algunas personas intentan prohibir sus pensamientos sexuales con tanta intensidad que resulta excesivo.
Del pensamiento no deseado a la obsesión
Si pudiéramos grabar todos los pensamientos que surgen en las mentes de las personas, nos encontraríamos con todo tipo de pensamientos, ideas e imágenes mentales posibles. Entre ellos habría pensamientos absurdos, aterradores, obscenos, creativos o extravagantes.
La mayoría de ellos pasan por nuestra mente con tanta rapidez que ni siquiera somos conscientes de ellos. No obstante, en ocasiones, nuestra mente “atrapa” uno de esos pensamientos para analizarlo mejor, de modo que somos totalmente conscientes de él. La mente consciente analiza dicho pensamiento para determinar si es válido, si requiere alguna acción o si ha de ignorarse. Aunque a veces, las personas no son capaces de llevar a cabo este proceso sino que de algún modo se quedan atascadas, de manera que el pensamiento permanece y se vuelve un intruso en la mente del que no puede librarse, produciendo una gran ansiedad.
¿Por qué sucede esto? ¿Por qué ese pensamiento se acaba convirtiendo en una obsesión?
Existen varias explicaciones posibles, que veremos a continuación.
Genes. Existe cierta base genética que hace que algunas personas tengan una mayor tendencia a tener pensamientos obsesivos.
Estrés. El estrés también aumenta la predisposición de una persona a centrar su mente en un pensamiento desagradable particular. La fantasía de Elsa, por ejemplo, acerca de dañar a sus hijos, es bastante frecuente entre padres jóvenes y estresados.
Controlabilidad. Este término hace referencia al grado en que una persona considera que es capaz de controlar los acontecimientos, ya sean externos o internos (pensamientos). Cuanto más en control se sienta una persona, menos probabilidades tendrá de interpretar un acontecimiento como digno de preocupación o rumiación. Por el contrario, si piensas que los sucesos están fuera de tu control, seguramente serás mucho más vulnerable a los pensamientos prohibidos o no deseados.
Efecto bola de nieve. En las personas con baja controlabilidad los pensamientos prohibidos pueden dar lugar a un círculo vicioso. Cuanto más a menudo experimenten pensamientos no deseados, más dañada puede verse su sensación de control y su autoestima. Esto, a su vez, aumentará su vulnerabilidad a dichos pensamientos. Según el psicólogo Frank Fincham, de la University of Wales, “El modo que tiene la gente de reaccionar ante los pensamientos indeseados depende mucho de su nivel de autoestima”.
Un factor importante lo constituye el vínculo existente entre nuestros pensamientos prohibidos y nuestro sistema de valores (el que utilizamos para juzgar lo que está bien y lo que está mal). Un pensamiento prohibido es aquel que viola ese sistema de valores, y el malestar que origina forma parte de aquello que nos ayuda a funcionar adecuadamente como seres sociales.
El rechazo hacia una fantasía violenta puede sugerir que las personas tienen un punto de vista ético y desean atenerse a él. Si un pensamiento como ese surgiera en tu mente y no te preocupa en absoluto, eso sí podría ser un problema. La ausencia de malestar emocional ante este tipo de pensamientos podría explicar algunos actos violentos y conducta antisocial.
El rechazo hacia una fantasía violenta puede sugerir que las personas tienen un punto de vista ético y desean atenerse a él. Si un pensamiento como ese surgiera en tu mente y no te preocupa en absoluto, eso sí podría ser un problema. La ausencia de malestar emocional ante este tipo de pensamientos podría explicar algunos actos violentos y conducta antisocial.
Algunos psicólogos consideran que este tipo de pensamientos son parte del proceso mental para poner a prueba y reafirmar las reglas internas. Por ejemplo, las fantasías de violación (tanto de violar como de ser violada) son bastante comunes y con frecuencia se interpretan como una evidencia de un problema serio. No obstante, Schwartz afirma que en muchos casos el cerebro puede simplemente estar mostrándose a sí mismo las consecuencias de la violación. En la fantasía, al final te das cuenta de que esa persona está asustada o herida y retrocedes, explica Schwatrz.
La educación también puede jugar un papel importante. Por ejemplo, las personas criadas en ambientes muy religiosos en los que los “malos” pensamientos son considerados obra del diablo, tienen más probabilidades de tener pensamientos obsesivos que el resto de las personas. Estas personas suelen tener una baja controlabilidad y una baja autoestima, de modo que son más vulnerables a los pensamientos no deseados. Al mismo tiempo, estas personas crecen sabiendo con claridad qué pensamientos se consideran inapropiados y, por tanto, deben preocuparse por ellos e intentar suprimirlos a toda costa. Y es precisamente esta respuesta (intentar suprimirlos) la que puede transformar estos pensamientos en dañinos. Cuanto más intente una persona suprimir un pensamiento, más probabilidades existen de que se convierta en una obsesión.
A mediados de los años 80, el psicólogo Daniel Wegner, de la Universidad de Virginia, reunió a un grupo de personas en una habitación con una grabadora y les pidió que dijeran cualquier cosa que surgiera en sus mentes, con una excepción: no estaba permitido pensar en un oso blanco. “La gente mencionó el oso al menos una vez por minuto, a pesar de que se supone que no deberían pensar en él”, dijo Wegner. “Intentaban todo tipo de trucos, pero continuaba volviendo a su mente”.
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