Él encontró una mariposa.
Era lo más raro que había encontrado en su vida.
Decidió quedársela.
La llevaba siempre consigo.
La acarició demasiado y desgastó sus colores.
Aún así la seguía queriendo.
Era única.
Seguía acariciándola y sus alas dejaron de darle vuelo.
Pensó que el mejor lugar para ella era un bote de cristal y allí la puso.
Seguía llevándola a todos lados con él.
Una mañana, a la mariposa se le acabó el oxígeno del bote y murió.
Él no quería perderla así que la clavó sobre un bonito lienzo con un alfiler de plata.
Era su mariposa, sin vida, sin color, sin más vuelos, sin flores donde posar...
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