Si hacemos un pequeño ejercicio de creatividad mental, y nos imaginamos que en el interior de nuestro cerebro, tenemos un reproductor de música (formato a libre elección), con un ligero esfuerzo, podremos escuchar la melodía que suene en su interior, solo hace falta tener el suficiente sentimiento, la sensibilidad imprescindible y una mínima capacidad para emocionarse. En definitiva, simplemente es necesario, que la zona correspondiente al hemisferio cerebral derecho, no sea una tierra árida y se encuentre lo suficientemente regada, para que brote la vida en ella.
El sonido de la música, siempre nos recuerda, si le prestamos un poco de atención, que la existencia del ser humano no es excesivamente larga, y que hemos de aprovechar el tiempo, para hacerlo los más productivo posible, exprimiendo todo el jugo a cada día vivido, como si fuese el último de nuestro paso (fugaz) por la tierra.
En resumidas cuentas, no hay que perder ni un segundo, en aquellos asuntos que generalmente no nos llevan a ninguna parte, y que al final, van en contra de nuestros propios intereses, porque atienden más a los deseos de otras personas, que muchas veces ¡y eso es lo verdaderamente lamentable e inadmisible! quieren imponernos a toda costa sus opiniones, deseos e incluso (¡manda huevos!) sus caprichos.
Siempre hay que seguir el sonido de nuestra propia música, y nunca escuchar la que nos quieren tocar los demás, ni tan siquiera el estribillo, que es un preámbulo con trampa que finamente y con astucia calculada nos lleva al engaño, si nos dejamos engatusar.
Y si para ir a nuestro propio ritmo, hemos de llevar el paso cambiado, se va ¡y no pasa nada, faltaría más! Si al resto de la gente no le gusta, no es nuestro problema.
Si uno sigue una marcha musical que no es la suya, y lo hace por complacer a los demás, o por miedo, e incluso por educación, que de todo hay, lo único que se consigue, es traicionarse a uno mismo, y eso sin duda alguna, es de la amplia gama de errores que un ser humano puede cometer, uno de los peores.
Si un hombre no va al mismo paso que sus compañeros, quizás sea porque oye un timbal distinto. Dejémosle seguir el paso de la música que oye, sea acompasado o irregular.
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