Si hacemos un pequeño ejercicio de creatividad mental, y nos imaginamos que en el interior de nuestro cerebro, tenemos un reproductor de música (formato a libre elección), con un ligero esfuerzo, podremos escuchar la melodía que suene en su interior, solo hace falta tener el suficiente sentimiento, la sensibilidad imprescindible y una mínima capacidad para emocionarse. En definitiva, simplemente es necesario, que la zona correspondiente al hemisferio cerebral derecho, no sea una tierra árida y se encuentre lo suficientemente regada, para que brote la vida en ella. El sonido de la música, siempre nos recuerda, si le prestamos un poco de atención, que la existencia del ser humano no es excesivamente larga, y que hemos de aprovechar el tiempo, para hacerlo los más productivo posible, exprimiendo todo el jugo a cada día vivido, como si fuese el último de nuestro paso (fugaz) por la tierra. En resumidas cuentas, no hay que perder ni un segundo, en aquellos asuntos que generalmente ...