1. Presta atención a tus emociones. La mayoría de nosotros, ya sea por motivos de rutina, desconocimiento, falta de tiempo y de práctica, no podemos ni sabemos dirigir realmente nuestros pensamientos, ni tampoco lo que sentimos, hacemos, ni decimos. Según diversos estudios científicos, el 96% de nuestras acciones están motivadas por pensamientos y sentimientos que están fuera de nuestro propio nivel de conciencia.
Es mucho más fácil y efectivo elegir, potenciar los pensamientos que nos hablan de lo que realmente es importante para nosotros, en el aquí y ahora, y que sin duda nos permiten disfrutar más de nuestro día a día.
2. Orientar el “foco” hacia el camino. En muchas ocasiones nos hemos puesto (incoscientemente) un foco dirigido hacia los ojos, que se centra en nuestros problemas, dolencias, molestias..., es decir, pensamientos que nos están alterando, provocando desánimo, enfado, preocupación…y que hacen que nuestras decisiones partan desde un punto de vista inadecuado. Debemos coger el foco y dirigir su luz hacia el camino.
3. Desaprender algunas creencias y comportamientos automatizados. Identificarlas para soltar nuestras falsas creencias y liberarnos de conceptos que ya no tiene el mismo sentido ni la misma importancia que antes, y que siguen están ahí, porque no nos hemos parado a cuestionarlos.
Cada vez que te sientes mal, bien sea triste, nervioso/a, asustado/a, apático/a, rabioso/a… es señal de que, a un nivel más o menos consciente, estás teniendo pensamientos que te están llevando a sentirte así a la vez que te están avisando de que algo no va bien. Te están empujando, de alguna manera, a que tomes conciencia, e incluso a que tomes una nueva dirección, una nueva posición en sintonía contigo, para que la expandas a través de tus actos, pensamientos, sentimientos…
4. No hay que ser tan razonable. Siempre encontramos razones/excusas para justificar nuestro estado emocional negativo (mal humor, estrés, tristeza…).
5. Cuidado con lo que nos decimos. Si tenemos en cuenta que el pensamiento no es otra cosa que palabras sin sonido, hay que considerar la importancia de la palabra que será la manifestación del pensamiento. Según cómo nos hablamos (oral y mentalmente) a nosotros mismos, moldeamos nuestras emociones que cambian nuestras percepciones. Solemos confundir nuestros puntos de vista con la verdad, y eso se transmite: la percepción va más allá de la razón.
6. Salir de la zona de confort para crecer.
7. Cumplir lo que nos prometemos. Cuando decimos "voy a hacer esto" y no lo hacemos, alteramos físicamente nuestro cerebro. Nos estamos traicionando a nosotros mismos.
8. Ver lo que hay y aceptarlo. Si nos aceptamos por lo que somos y por lo que no somos, podemos cambiar. Lo que se resiste persiste. La aceptación es la clave para cualquier cambio.
9. Autocontrolarnos. No es reprimir nuestras emociones o soportar la presión de los acontecimientos, sino comprender que somos influenciadores y creadores de nuestros pensamientos, sentimientos, palabras, acciones…, y que podemos ser creativos y encontrar nuevas respuestas ante las diferentes situaciones.
10. Cambia tu diálogo interno hacia uno a tu favor. Todos tenemos un continuo diálogo interno con nosotros mismos. Como he comentado al principio, este diálogo, en la persona de media, es en un 78% negativo. Es como tener un 78% del tiempo una personita en nuestro hombro diciéndonos cosas como: “no puedes hacerlo”, “te vas a caer”, “no le gustas a nadie”, “no te quiere”, “estás horrible con el pelo así”, “esa ropa no te sienta bien”, “seguro que te dicen que no”, “si no lo haces, ya no te querrán” y un larguísimo etcétera.
¿Te das cuenta de las consecuencias que tiene tener a "alguien" diciéndote continuamente cosas negativas sobre ti, sobre tu vida o sobre los demás? ¡Y encima ese alguien somos nosotros mismos, y le damos una credibilidad absoluta a todo lo que nos decimos!.
La transformación del observador (nosotros) altera el proceso observado.
“No vemos el mundo que es, vemos el mundo que somos”
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