Todos los problemas que existen en el mundo, están en el interior de cada uno.
El ser humano tal y como existe "aquí y ahora" en este planeta Tierra es un ser autodesarrollante.
No sabemos cómo ni por qué pero lo cierto es que el hombre no está completamente hecho, "perfecto". Su misión en la vida es "hacerse", perfeccionarse, realizarse o lo que es lo mismo, hacer efectivo, llevar al acto lo que es en potencia.
Al olvidar esta su misión, el hombre se lanza en la vida a una actividad frenética por "realizar" una idea que tiene de sí mismo, que consiste en satisfacer ciertas exigencias físico-materiales de los sentidos y en sobreponer la idea de sí a la idea de los demás o lo que es lo mismo hacer que su ego o "yo" inferior esté siempre por encima del ego o yo inferior de los demás.
Y aquí surgen los problemas.
Los problemas los crea cada uno cuando en lugar de dedicarse a realizar su misión, su propia naturaleza verdadera, se lanza a defender y fortalecer ese fantasma imaginario que se ha creado de sí mismo.
Todas las guerras, todas las injusticias sociales, todos los conflictos humanos internacionales tienen su origen en los desajustes y conflictos internos del hombre. Y no del hombre abstracto sino bien concreto, en ti, en mí y en cada uno de los que caminan por la calle. Es cierto que los conflictos internos de los hombres que dirigen y gobiernan los pueblos y los Estados tienen más influencia e importancia que los de un simple ciudadano sin poder alguno en la sociedad. Pero cada uno de nosotros cooperamos a nuestro modo en ese estado de cosas.
Las ciencias psicológicas han creado e ideado terapias diversas para cambiar o mejorar la conducta humana. Las más avanzadas tratan de cambiar la actitud mental del hombre. Se dice que la mente con un determinado tipo de ideas conduce a un determinado tipo de conducta. Por tanto basta cambiar los contenidos mentales que son las ideas para que la conducta también cambie.
Hasta ahí todo eso es correcto.
Pero hay que resolver el problema base que es la base de todos los problemas.
Entre todas las ideas que albergamos en la mente, hay una que tiene la máxima relevancia e importancia en nuestra vida. Es la idea que tenemos sobre nosotros mismos.
Es evidente que siempre hemos de tener una idea sobre nosotros como la tenemos sobre todas las demás cosas. Pero lo grave y nefasto es que constituyamos y hagamos de esa idea el eje y centro de nuestra existencia y nuestras preocupaciones.
Eso es exactamente lo que se intenta cuando se propone como un gran método terapéutico el cambiar y mejorar la propia imagen. Es cambiar la idea que tenemos de nosotros mismos por otra más elevada y positiva. Así estamos constantemente dando vueltas alrededor de un mundo de ideas, planeando sobre un mundo irreal en lugar de aterrizar, posarnos y afianzarnos en la realidad de nosotros mismos.
Se trata de descubrir por vivenciación y experimentación al sujeto de todas esas ideas. Quién es el que vive en este cuerpo, quién es el sujeto y actor de estos pensamientos, quién es el que percibe más allá de todas las sensaciones y percepciones.
Cuando nos demos cuenta de que el origen de las ideas que tenemos de las cosas y de nosotros mismos no es otra idea ni el cerebro sino una energía-realidad consciente y amorosa, sutil, perfecta, omnipotencial y tengamos una experiencia directa de ello, eliminando y anulando todas las ideas preconcebidas por bellas y sanas que parezcan, entonces nuestra vida dará un giro radical y no necesitaremos de psicoterapias para cambiar de ideas o de imagen.
Nos han enseñado muchas cosas en el colegio y en la Universidad, pero no nos han enseñado a vivir. Es que son muy escasos los maestros de vida. A vivir sólo se enseña viviendo, como a amar sólo se enseña amando. De poco sirven las teorías, en esas dos asignaturas, que en realidad ambas son una sola. Lo importante es vivir consciente y amorosamente.
No nos han enseñado qué significa estar completamente vivos.
Nos enseñan cómo mantener vivo y robusto nuestro cuerpo. Pero no cómo estar completamente vivos y despiertos. Las preocupaciones de nuestros padres y educadores se han reducido a que nuestro cuerpo funcione lo mejor posible y que nuestra conducta se acomode lo más perfectamente posible a la sociedad en que vivimos.
Vivimos alejados de nosotros mismos. Es necesario volver al reconocimiento de nuestra verdadera identidad real.
No sabemos con exactitud qué somos porque no nos lo hemos propuesto como problema básico y fundamental.
Creemos que somos lo que en realidad no somos.
No sabemos vivir porque no sabemos quién y qué es el que vive en esto que llamamos nuestro cuerpo, quién es el que vive esta vida que llamamos nuestra.
Las guerras, las crueldades, las injusticias... no son producto de unos cuantos señores más o menos locos, déspotas o ambiciosos. Somos todos, los que producimos y creamos ambiente de guerra. Vivimos permanentemente en pie de guerra porque vemos por todas partes actuales o potenciales rivales y enemigos.
La causa de las guerras y de las injusticias está en el corazón de cada uno de nosotros.
Has guerra, desunión y desintegración dentro de nosotros. Desintegración o lucha entre el consciente y el inconsciente, contradicción entre lo que realmente somos y lo que vivimos.
No somos lo que vivimos. No vivimos lo que somos. Vivimos lo que no somos.
Somos todos un cielo. Pero la vida de muchos suele ser un infierno o por lo menos un purgatorio.
Cada uno de nosotros somos una maravilla potencial.
Esa potencialidad puede actualizarse, puede realizarse cuando lo decidamos nosotros mismos. Pero únicamente lo decidiremos cuando lo veamos con toda claridad, cuando nos convenzamos de que esto no es una mera frase sino una auténtica realidad vivenciable y experimentable.
Vivimos dormidos. Mientras no despertemos, seguiremos viviendo este ensueño en el que estamos metidos creyendo que somos esto o aquello, que somos así y debemos ser asá. Todo son imaginaciones, sueños falsos, ideas e ideales. Muchas veces cuando vemos que no somos como deberíamos ser nos abandonamos al sueño de imaginar que alún día llegaremos a ser lo que imaginamos como nuestro ideal.
Todo esto es real. Aunque es posible que algunos de mis lectores lleguen a pensar que son unas simples remotas y bellas ideas.
Está muy lejos de mí la intención de acaramelar las mentes con un optimismo barato. No hablo de esperanzar de futuro sino de realidades presentes. Lo que digo no es válido para una vida posterior a esta. Sólo hay una vida. Cuando el cuerpo muere casi todo sigue igual. Solamente desaparecen las limitaciones del cuerpo material. Tu yo, tu ser, sigue vivo.
Lo más duro en el trabajo sobre la búsqueda de nosotros mismos radica en la dificultad de reconocer nuestros errores y falsedades. No nos gusta reconocer que vivimos engañando y engañándonos y que los seres más queridos también nos han engañado. Todo esto es muy duro y preferimos seguir en nuestro sueño antes que reconocer la verdad lisa y llana, que nos abriría la puerta de nuestra feliz y verdadera realidad.
Lo que yo propongo es un trabajo de investigación.
La investigación en las ciencias sociales se basa en buscar la naturaleza de la realidad fuera de uno mismo, en las cosas, en la materia, analizándola a través del cerebro, los sentidos externos y algunos sofisticados instrumentos que aumentan la capacidad de los sentidos orgánicos. Se investiga lo que se ve, lo que se oye, lo que se palpa, lo que se percibe por los sentidos y es medible, manejable y constatable.
El mundo occidental ha desarrollado esta clase de investigación en la medicina, física, química, biología, cibernética... Ha llegado a manejar hasta unos ciertos grados la materia, tanto la llamada viva de los organismos como la materia inerte.
La investigación de la vida interna humana en su aspecto más profundo e íntimo no puede hacerse a través de los sentidos ni puede demostrarse a los demás. Es un trabajo individual e intransferible por palabras.
La investigación interior no consiste en creencias ni en ideologías. Consiste en una visión clara interior de la propia realidad, de La Realidad.
Cuando esa visión se da, el que la tiene, siente el gozo de Ser la realidad siempre idéntica a sí misma. Entonces sabe quién y qué es él mismo.
Este estado de conciencia es posterior y superior al estadio de desarrollo que T. de Chardin llama la noósfera.
Cuando el ser humano llega a este estado de conciencia está preparado para contactar con otros niveles superiores del Ser.
La razón, la mente, los sentidos externos y los instrumentos sofisticados modernos nos proporcionan un tipo de investigación de la materia limitada. Pero no pueden darnos ningún conocimiento sobre la infinitud de La Vida y del mundo invisible que es el origen del mundo visible.
Los sistemas filosóficos empíricos solamente daban validez de realidad a todo y solo aquello que nos llegaba por los sentidos. Luego los racionalistas con su indiosamiento de La Razón, a la que levantaron incluso altares y estatuas, creyeron que el único medio fiable era la razón o la mente o el intelecto. Pero tanto la razón o la mente como el instrumento orgánico de que se sirve, el cerebro, son limitados. Con tales medios no se puede explorar lo más fino, lo más perfecto, lo más sutil. Lo más perfecto es siempre lo más simple, lo menos complejo.
Ahí se encuentra la dificultad de la investigación espiritual. Estamos acostumbrados a vivir de ideas y con ideas, siempre pendientes de la mente. Y la mente sólo sirve para lo complejo. No para lo simple. Lo simple solamente puede percibirse en la simplicidad del silencio mental con la luz de la inteligencia intuitiva y el sentir profundo más allá de los sentidos y las emociones.
Ver esto claro es una señal de demanda interior. Es señal de estar llamado a este trabajo de un nivel superior. Cada uno vive en su nivel. Cuando se siente la demanda de "algo" más, hay que trabajar o disponerse a "ese algo más". Entonces uno supera su nivel anterior y poco a poco va viendo que lo que antes le llevaba y satisfacía, ahora le deja indiferente. Y también a la inversa: las cosas que antes le molestaban y le hacían sufrir, ahora no le hacen mella alguna.
A medida que va subiendo el nivel de conciencia, la perspectiva y los valores cambian.
Antes teníamos quizá muchos proyectos de cosas y muchas metas. Ahora aquellos proyectos y metas han perdido fuerza. Y entonces uno se pregunta: ¿Cómo es posible que eso que antes me parecía la antesala de la felicidad ahora se vea como una tontería sin sentido?
A medida que se van descubriendo aspectos del mundo interior, los valores que daba a las cosas exteriores cambian.
Casa día vemos, que el mundo no es precisamente un paraíso. Una tras otra van cayendo y fracasando las teorías políticas, económicas, sociales...
Las ideologías y hasta las religiones no logran que nuestro mundo sea más humano y más feliz.
¿Qué hacer?
Si queremos que el mundo sea un poco mejor y más feliz solamente hay un camino que nosotros podemos y tengamos que recorrer. Cada uno puede hacer que su pequeño mundo, el mundo de su vida con parte de su entorno cambie de signo. Nadie puede impedirnos el vivir desde nuestro mundo interior. Es éxito seguro. Cada uno puede transformar su vida. Todos podemos ser hombres nuevos.
No hay que hacer muchas cosas. Solamente hay que hacer una sola: ser auténticamente en cada momento de nuestra vida expresión clara y directa de lo que somos en nuestra realidad profunda.
Muchos queriendo cambiar el mundo, olvidan lo más importante: cambiarse ellos.
Un joven le dijo a Ramana Maharshi si en lugar de trabajar en conocerse a sí mismo, no sería más importante ocuparse de la justicia social. A lo que el maestro respondió: Desde luego, si ello es realmente importante y necesario para tu equilibrio interior.
Poco podemos hacer realmente efectivo por el mundo si no tenemos equilibrio interior, si no hay justicia dentro de nosotros.
Cada uno está donde está, para ser realmente lo que es, para cumplir la justicia consigo mismo y con La Vida, con la naturaleza que ha recibido. ¿Conoces tu naturaleza? Ocúpate de conocerla a fondo para que cumplas LO QUE ERES.
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