Cada uno de nosotros en el fondo de nuestra alma llevamos el Árbol de la Vida, que crece y madura hasta su total perfección, que nos brinda abundantes y vivificantes frutos de amor. Ha sido definido como el más grande don que posee la humanidad, ya que el amor nunca deja de satisfacer todas las demandas del corazón. El principio divino del amor puede utilizarse para eliminar todos los pesares, enfermedades, las condiciones e incluso las carencias que hostigan al ser humano. Con la comprensión y el uso correcto de la influencia sutil e ilimitada del amor, el mundo puede curarse de sus heridas y el dulce manto de su compasión cubriría todas las discordias, la ignorancia y todos sus errores.
Con sus alas extendidas, el amor busca los puntos áridos del corazón humano, y con un toque mágico redime y transforma. El amor es eterno, ilimitado, inmutable; va más allá de cualquier visión y se adentra en la infinitud para concebir su fin. El amor satisface la ley por sí mismo, con su obra perfecta y se revela en nuestra propia alma. El amor siempre busca una entrada para penetrar en el alma y desbordarla. Si no se ve perturbada por la perversidad y el pensamiento disonante del hombre, la eterna e inmutable corriente de amor fluye sin cesar, llevándose por delante hacia el gran mar universal del olvido, cualquier discordia que pudiera perturbar la paz del humano. El amor es fruto perfecto del espíritu; avanza vendando las heridas de la humanidad, acercando a las naciones hacia una mayor armonía y trayendo paz y prosperidad al mundo. Es el latido del mundo, del universo. La humanidad debe cargarse de esa corriente de amor si quiere transformarse y transformar.
Para esta transformación en amor se necesita valor y fortaleza, y así éste sentimiento llenará tu corazón envolviéndote en un aura impenetrable donde el temor y el miedo no tienen cabida. Y más bien se expande como una conciencia universal. Amar es liberar y abrir el infinito depósito de tesoros del alma. Si amamos no podemos dejar de dar, y dar es obtener, para así cumplir los preceptos de la Ley del Amor. Al dar, ponemos en marcha la ley infalible de que cada uno recibe lo que se merece, pues la abundancia que das se te devuelve en cumplimiento de la Ley de Correspondencia que como es arriba es abajo y como es abajo es arriba.
Si trabajamos en el espíritu del amor nos mantendremos en contacto consciente con la armonía del universo que nos rebosa de abundancia para todos, y nos permite elevar la mente y alejar las limitaciones. Para concebir la abundancia debemos oscilar entre lo universal y lo particular, es decir entre el macro y el micro cosmos y así podemos gozar de la alegría de la perfecta libertad, siendo responsables de todo pensamiento y acción. Nuestra conciencia no puede alcanzar esta libertad en un instante. hay que recorrer un largo camino, lleno de obstáculos , pero con la preparación para este glorioso evento se abrirá a igual que el pétalo de una flor se perfecciona en todos sus detalles en el interior del capullo abre su sépalo y aparece la bella flor. De igual manera, el ser humano debe romper el caparazón del yo, antes de poder brotar. La Ley del Amor es beneficiosa, pues es buena. Cuando vivimos conforme a esta ley, se convierte en piedra angular donde basamos la salud, la felicidad, nuestra paz, nuestros éxitos y logros. Si nos guiamos por este sentimiento, ningún mal puede alcanzarnos. No necesitamos ser curados ya que somos totalmente íntegros.
Sabemos muy bien que el gran corazón de la humanidad hay un profundo anhelo que nunca puede ser satisfecho con nada que no sea una conciencia o comprensión muy clara del amor. Reconocemos este anhelo porque los corazones lloran por ser invadido por el amor. No hay nada que el alma humana anhele tanto como conocer al amor. Conocerle bien es vida eterna. Vemos que la gente no deja de ir de una cosa a otra, con la esperanza de hallar satisfacción o descanso a través de algún logro o con realizaciones de algún deseo limitado y mortal. Vamos tras de las cosas hasta obtenerlas, sólo para a continuación darnos cuenta que seguimos insatisfecho s porque queremos más, ya no nos satisface lo conseguido, y así entramos en una espiral de sufrimiento y agobio constante que nos produce a la larga enfermedades mortales, de la cual no saldremos con vida. Unos acumulan casas, tierras; otros aspiran grandes riquezas y algunos desean grandes conocimientos, sin saber que tienen el privilegio de saber porque el ser humano ya cuenta con todo ese saber en su interior. Por eso es importante meditar sobre nuestras vidas y sus procesos, hasta llegar a un estado de conciencia donde nos demos cuenta que solo amamos los logros y no lo que verdaderamente somos. Debemos revertir esa manera de sentir y hacer reinar al mundo espiritual sobre el material, de esta manera todas nuestras obras se mantendrá en comunión consciente con la fuente de la vida que es el amor.
Pero si malversamos el don del amor. Hacemos caso omiso de sus benéficas leyes, que en forma constante como un manantial de agua pura y dulce nos entrega su paz y la profusión, estaremos construyendo un desierto donde solo habite una vida cansada y nostálgica, llena de pesares, amarguras, conflictos, sin el disfrute de la paciencia y la tolerancia, llenándonos de enemigos gratuitos que te destruyen , y es en este estado de insatisfacciones cuando queremos intentar mediante pasos vacilantes regresar a la casa donde habita el amor. Pueda que haya que recorrer ese camino a través de experiencias amargas o bien en la alegría, resultante de soltar todas las cosas materiales con coraje sin derrumbarse emocionalmente. No importa cómo alcancemos la comprensión y el conocimiento, al final continuaremos avanzando hacia la realización de nuestra aspiración. Con cada paso fuerte y audaz que demos, sin titubear ni dudar buscaremos la iluminación de nuestro interior y así nuestra conciencia se despierta y descubriremos que el hogar donde mora el amor está ahí y es la fuerza que nos hace vivir, movernos y existir. Vivimos en ella con cada uno de nuestros latidos.
Por tanto hay que liberar al amor dentro de nosotros, dejando que fluya a través de la conciencia para alcanzar nuestro organismo estimulando cada una de nuestras células. Entonces el amor armonizará, el alma volviéndole radiante; la mente se iluminará; el pensamiento se tornará agudo, brillante, vivo, preciso; la palabra se hará positiva, verdadera, constructiva; la carne se renovará, purificará y dinamizará; los asuntos se ajustarán y todas las cosas adoptarán su verdadera posición. Se trata de un ejercicio muy difícil pero gratificante que agradeceremos para siempre al amor el estar vivos y ser felices.
Comentarios
Publicar un comentario