Dicen Alejandro Jodorowsky y Marianne Costa en “La vía del Tarot” que el investigador, con el Tarot desplegado delante de él, intentará encontrar el amarillo. Observará minuciosamente carta tras carta, luego globalmente. Verá todas las partes amarillas con una sola mirada. Sentirá la vibración del amarillo y el efecto que le produce en su espíritu. Integrará el color a su espíritu. Su organismo, su conciencia, su memoria se teñirán de amarillo. El mundo, el sistema solar, el universo serán amarillos. Después el color va a recorrer el camino inverso de la totalidad a la unidad, se reconvertirá en ella misma y al fin la verá en el Tarot en su integridad para detenerse en el amarillo de un detalle. Este ejercicio deberá ser realizado sucesivamente con los 10 colores.
Este “vivir”, este “ser color”, esta totalización del tono, permitirá comprender sus inconmensurables aspectos positivos y negativos, y será la fuente de una pluralidad de interpretación.
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