Comentarios descorteses, conversaciones agresivas… La violencia verbal es una realidad. Pero quizás es más insidiosa que los insultos. ¿Cómo neutralizar los ataques y los conflictos a través de la palabra? ¿Cuáles son las claves de un diálogo sin estrés?
Todos hemos tenido más que palabras con alguien o hemos hecho comentarios tan punzantes como la picada de un abejorro. Sin embargo, la violencia verbal no sólo aparece en estos casos. A veces, la manera como nos dirigimos a los demás o la elección de ciertas palabras nos sentencian como culpables de agresión.
¡No a los insultos!
En efecto, no eres de una naturalidad agresiva o vulgar. Sin embargo, ya sea en el coche o viendo un partido de fútbol, tu vocabulario no se aleja mucho del de un camionero. Debes eliminar los insultos de tus expresiones y prohibirte articular calificativos muy peyorativos (y mucho más en público). Aunque no te des cuenta, estas palabras denotan una forma de violencia. Es normal que el comportamiento de los demás te exaspere. Es el destino de cualquier vida en pareja o familiar y lo más habitual en una vida social en general. La proximidad a los demás precisamente exige hacer concesiones y aceptar comportamientos diferentes. Es inútil que te enfades por las pequeñas manías de tu pareja, o que refunfuñes después de que tu hija se haya pasado horas al teléfono.
No seas muy directivo
Sin embargo, la violencia verbal no se resume únicamente en palabras malsonantes o en un enfado excesivo. También puede encontrarse en tu tono de voz o en la manera como te diriges a los demás. Algunos comentarios, o palabras, son violentos. Pueden dejar heridas aunque parezcan invisibles.
Evitar este tipo de comportamiento puede hacerse mediante el principio de nodirigismo, por ejemplo, descrito por Carl Rogers (psicólogo norteamericano, 1902-1987). De forma sistemática, en vez de decirle a tu pareja “para de dejar tus cosas por todos lados”, lo cual es agresivo, es preferible hablar siempre en primera persona: “estoy molesto porque todas tus cosas están por aquí”. Esto elimina una parte de la violencia y da pie al diálogo.
Comunicación no violenta
Este principio de no-dirigismo ha sido retomado por Marshall Rosenberg, un alumno de Carl Rogers, que ha creado su propia disciplina: la comunicación no violenta. En grandes líneas, propone eliminar las agresiones relacionadas con nuestro modo de expresión con el objetivo de reducir el estrés de la vida cotidiana, de neutralizar la agresividad y la cólera y de escuchar y comprender mejor a los demás.
Wayland Myers, autor de un libro sobre comunicación no violenta, ha definido tres reglas a seguir cuando nos dirigimos a nuestro interlocutor:
-Describe los hechos. No pongas etiquetas o sermonees al otro; -Saca a la luz los sentimientos y las necesidades. Evita los reproches o una actitud defensiva; -Requiere acciones deseadas. No utilices exigencias, amenazas, órdenes o manipulaciones.
Existen varias formaciones en comunicación no violenta destinadas a los educadores y profesionales que están en contacto con el público. En tu escala, atender a este tipo de formación te puede parecer superfluo. Sin embargo, intenta limitar las charlas demasiado agresivas y escucha un poco al otro. ¡Verás que la comunicación sin estrés te cambia la vida!
Alain Sousa
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