Otra dimensión de la autoestima
La forma en la que reaccionamos emocionalmente ante las situaciones cotidianas o extraordinarias de nuestra vida, es una manera en la que podemos identificar cómo está nuestra autoestima. Podemos creer que tenemos muy buena autoestima, pero, ante un problema o dificultad, sentir que nos derrumbamos y nos damos cuenta de que no éramos tan fuertes o estables emocionalmente como imaginábamos.
La intensidad o amplitud de nuestras reacciones emocionales ante los problemas, es un factor que nos refleja nuestro nivel de aprecio personal. Si una persona se derrumba ante las críticas, o siente que pierde su seguridad ante las frustraciones, los errores o las fallas, se puede tratar de una persona con problemas de autoestima.
Alguien que se ama, se respeta y se aprecia auténticamente, con una sana y auténtica autoestima, no lo hace sólo cuando se siente en equilibrio o cuando las cosas van siempre bien y él o ella no tienen que enfrentarse a problemas, dudas o fracasos, es decir, no sólo de aprecia y se acepta cuando está todo bajo control sino en cualquier momento y circunstancia.
La verdadera prueba para la autoestima es cuando la persona puede permanecer serena y estable emocionalmente. Cuando es capaz de autoestima y equilibrio emocional
enfrentar los reveses de la vida sin “perder el piso” o sentir que todo se derrumba. Es alguien realista que reconoce que, en la vida, las cosas no permanecen nunca igual, que ni él ni los demás o las cosas de la vida son imperturbables y que tarde o temprano tendrá que enfrentarse a problemas y situaciones difíciles o dolorosas que le generarán sentimientos de tristeza, enojo, frustración, miedo, pero que, de alguna manera, con sus recursos y el apoyo del ambiente logrará resolverlas o superarlas para seguir adelante.
Pero por el contrario, si la persona no sabe como manejar la situación adversa y empieza a sentirse mal, ansioso, somatizando a causa de los problemas y pierde la confianza en sí mismo, seguramente no se trata de alguien con una autoestima fuerte o real.
En el mismo caso estará una persona que se vuelve irascible con los demás y estalla a la primer provocación o, por el contrario, aquella que se vive como víctima y no puede dejar de llorar, de lamentarse y sentirse desdichada y preguntarse ¿por qué a ella le pasan esas cosas? como si fuera alguien diferente a todos los demás.
Cuando estemos ante una persona que se muestra segura ante los demás cuando todo va bien, pero que se le cierra el mundo ante los problemas, se desequilibra emocionalmente ante los cambios o es incapaz de aceptar que hay cosas que no puede resolver porque no está en sus manos o, simplemente, porque las cosas son así, muy probablemente se trata de alguien que en realidad no cuenta con autoestima fuerte y que no está dispuesta aceptarse y reconocerse como un ser como cualquiera: falible, con el derecho de cometer errores o con el riesgo natural de que las cosas no sean como esperaba.
Estabilidad emocional y autoestima
Cómo podemos identificar a alguien con estabilidad emocional
Una persona estable emocionalmente es aquella con la capacidad de calibrar sus emociones y sus reacciones ante los vaivenes de la vida, es decir, ante el fracaso y el éxito y ante la aprobación y la crítica.
La estabilidad emocional nos da la posibilidad de tener, también, un comportamiento más estable ante cualquier ambiente. Seguir siendo auténticos y congruentes ante las diversas circunstancias de la vida
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