Depender de la persona que se ama es una manera de enterrarse en vida, un acto de automutilación psicológica donde el amor propio, el autorrespeto y la esencia de uno mismo son ofrendados y regalados irracional¬mente. Cuando el apego está presente, entregarse, más que un acto de cariño desinteresado y generoso, es una forma de capitulación, una rendición guiada por el miedo con el fin de preservar lo bueno que ofrece la relación. Bajo el disfraz del amor romántico, la persona apegada comienza a sufrir una despersonalización lenta e implacable hasta convertirse en un anexo de la persona “amada”, un simple apéndice. Cuando la dependencia es mutua, el enredo es funesto y tragicómico: si uno estornuda, el otro se suena la nariz. O, en una descripción igualmente malsana: si uno tiene frío, el otro se pone el abrigo.
“Mi existencia no tiene sentido sin ella”, “Vivo por él y para él”, “Ella lo es todo para mí”, “Él es lo más importante de mi vida”, “No sé qué haría sin ella”, “Si él me faltara, me mataría”, “Te idolatro”, “Te necesito”, en fin, la lista de este tipo de expresiones y “declaraciones de amor” es interminable y bastante conocida. En más de una ocasión las hemos recitado, cantado bajo una ventana, escrito o, simplemente, han brotado sin pudor alguno de un corazón palpitante y deseoso de comunicar afecto. Pensamos que estas afirmaciones son muestras de amor, representaciones verdaderas y confiables del más puro e incondicional de los sentimientos. De manera contradictoria, la tradición ha pretendido inculcarnos un paradigma distorsionado y pesimista: el auténtico amor, irremediablemente, debe estar infectado de adicción. Un absoluto disparate. No importa cómo se quiera plantear, la obediencia debida, la adherencia y la subordinación que caracterizan al estilo dependiente no son lo más recomendable.
"Amar sin apegos es amar sin miedos. Es asumir el derecho a explorar el mundo intensamente, a hacerse cargo de uno mismo y a buscar un sentido de vida. También significa tener una actitud realista frente al amor, afianzar el autorrespeto y fortalecer el autocontrol. Es disfrutar de la dupla placer/seguridad sin volverla imprescindible. Es hacer las pases con Dios y la incertidumbre. Es tirar la certeza a la basura y dejar que el universo se haga cargo de uno. Es aprender a renunciar. El amor está hecho a la medida del que ama. Construimos la experiencia afectiva con lo que tenemos en nuestro interior; por eso nunca hay dos relaciones iguales. El amor es lo que somos. Si eres irresponsable, tu relación será irresponsable. Si eres deshonesto, te unirás a otra persona con mentiras. Si eres inseguro, tu vínculo afectivo será ansioso. Pero si eres libre y mentalmente sano, tu vida afectiva será plena, saludable y trascendente".
"Amar sin apegos no implica insensibilizar el amor. La pasión, la fuerza y el impacto emocional del enamoramientonunca se merman. El desapego no amortigua el sentimiento; por el contrario lo exalta, lo libera de sus lastres, lo suelta, lo amplifica y lo deja fluir sin restricciones". La persona no apegada es capaz de controlar sus temores al abandono, no cree que deba destruir la propia identidad en nombre del amor. Declararse afectivamente libre es promover afecto sin opresión, es distanciarse de lo perjudicial y hacer las pases con la ternura".
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