El sendero de la felicidad es tan amplio, que toda la humanidad cabría en él, si tan sólo supiera mantenerse en el presente. El pasado, el presente y el futuro, se asemejan a tres caminos que flotan en el espacio. El sendero d
e en medio es el presente, es un sendero firme, quieto, no se mueve, es el ser humano el que camina sobre él, es el ser humano el que avanza.
El sendero de la izquierda es el sendero del futuro, el de los sueños y las fantasías, el de las angustias y de los temores; ese sendero arranca al hombre del presente y lo lleva vertiginosamente hacia el futuro, ahí el hombre no camina, es el sendero el que se mueve, pero tan sólo se mueve un espacio y después da vuelta sobre sí mismo, dejando caer a la persona nuevamente sobre el sendero quieto del presente, el camino vuela, pero siempre regresa al mismo punto, dejando al ser humano con la sensación de no haberse movido ni un centímetro del lugar en que se encontraba.
El sendero de la derecha, es un sendero que se mueve igualmente, pero hacia atrás, arranca al hombre de su presente y lo lleva sumergiéndolo en tinieblas, presentándole imágenes fantasmagóricas, alguna agradables y otras llenas de crueldad y de dolor; ese camino igualmente se mueve, aunque más lento, y en donde las escenas se vuelven, o más dolorosas, o más agradables; parece como si el sendero se detuviera, permanece unos instantes quieto mientras las imágenes embelesan a la persona, y, repentinamente, el piso se desvanece, las imágenes desaparecen y la persona regresa estrepitosamente al sendero original del presente.
Sólo el camino del centro, aquél que está quieto, es el único seguro, el único firme, y en él, el hombre puede caminar y sentir realmente que está avanzando. Detrás de esta alegoría se encuentran muchas claves para meditar en el futuro y en el pasado, y aprender a valorar el presente.
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