El Paraiso no es ajeno, tu lo pintas y entras despues en el.
Podriamos callar, mirarnos a los ojos y sonreirnos. Podriamos encontrar en esos ojos una humanidad profunda y entrar en ese territorio de la magia que es el territorio de la vida. Podriamos creer que vivimos mas alla de existir, a pesar de nuestro cancer, a pesar de nuestro dolor…
A pesar de nuestras pequenias miserias hay tanta grandeza en la semilla humana… Hay tanto en nosotros esperando para ser, para fructificar, para amar… Hay tanta humanidad esperandonos en las fronteras, esperando un encuentro entre el Norte y el Sur, entre el Oriente y Occidente… para asi encontrar ese sol del centro del ser humano.
Hay tanto en nosotros esperando revelarse, recrearse, fructificar. Somos semilla y a partir de ese potencial infinito, de ese oceano interior podemos re-encantar la vida.
Podemos volvernos a crear y asi divertirnos y gozar.
Y si de pronto pensaramos todos que el sentido de la vida es la felicidad? Y si nos atrevieramos a ser felices? Como seria eso? Cuales serian los ingredientes de la felicidad? Si pudieramos identificarnos con el ser que somos y no con la sombra, la apariencia o la dependencia?
Y si de repente volvieramos a ser lo que somos, autenticos, creadores de nuestros propios dias? Si pudieramos entrar de lleno en ese rio profundo de la vida que nos habita en cada instante, para encontrar en su cauce, corrientes de amor?
Si pudieramos despertar ese torrente amoroso que habita en nuestra sangre…? Si pudieramos reencontrar la fuerza de nuestra propia identidad y asi nos completaramos los unos a los otros? Si pudieramos, como Pablo Neruda decir: Subete conmigo a nacer, hermano?
Si pudieramos entrar en nosotros y aceptarnos reconocernos y amarnos…? Dejar de buscar a Dios en el exterior y descubrir que estaba alli en nosotros, esperandonos en nuestro propio corazon con su infinito potencial. Si el unico partido que tomaramos fuera a favor del ser humano y nuestra unica religion, la del amor, y nuestro unico metodo, el de la hermandad? Descubririamos que cada cosa, cada evento es un maestro con el alma como aprendiz.
¿Si nos bajáramos de los pedestales del orgullo, de la maestría y del materialismo de una vida repetitiva y nos inventáramos la vida y regresáramos a la inocencia y ésta no fuera una inocencia ingenua, sino consciente? Entonces, volveríamos a ser como niños, porque el Reino de la inocencia es el Reino de los Cielos y él está en nosotros y es un templo de relaciones…
¿Si miráramos al dolor y la enfermedad como un Maestro? ¿Si aprendiéramos la lección y más allá de la culpa y más allá de la carga pudiéramos liberar la levedad de ese aprendizaje y con esa levedad ascender?
Hay seres humanos que creyeron en imposibles y los realizaron. Ahí está Ghandi, Simón Bolívar, la Madre Teresa… Ahí están con la desnudez de su autenticidad. No tuvieron más escudo que su conciencia del amor y su corazón abierto. Soñadores de imposibles que nos demostraron que los imposibles se realizan cuando creemos en nosotros. Cuando creemos en nosotros activamos el potencial de un Dios que no es externo, sino que es interior, un Dios que nos acompaña y nos da su energía y su fuerza.
¿Es posible ser felices? Sí, es posible, a pesar del dolor, pues el dolor no es lo contrario de la felicidad. Es posible ser felices a pesar de la muerte, pues la muerte no es lo contrario de la vida. Es posible ser felices a pesar de la tristeza, pues la tristeza no es lo contrario de la alegría. La felicidad es ese sentimiento leve de compasión y de aceptación que te lleva por la vía del Ser.
La felicidad es ese sentimiento incondicional en el que tú amas porque te da la gana, porque sí, porque llueve o hace sol; en cualquier caso sin ninguna condición. La felicidad sólo puede partir de ti. No es exterior, no depende de tu economía… La gente hoy, en Europa, tiene una economía dos veces superior a la de hace treinta años, pero es dos veces más infeliz. La felicidad no depende de los conocimientos.
El conocimiento sin corazón es destructivo. De repente, adquieres un cáncer y descubres ese estado interior desde el cuál también puedes ser feliz. La felicidad es una construcción interior, parte de un paraíso interno. El Paraíso no es ajeno, tú lo pintas y entras después en él. Tú lo creas y lo re-creas.
En la felicidad no hay un Dios exterior. Tú eres a imagen y semejanza de ese Creador que habla en tu palabra, mira en tu mirada y ama con tu amor. ¿Podríamos entonces vislumbrar nuestro camino hacia la felicidad? Sí. Ese camino es un camino de retorno. Es un camino de consciencia. Es un camino que libera porque no está hecho de dependencias.
Nada que te ate, nada que te amarre, nada que conduzca al poder… te lleva a la felicidad. Más poder no da más felicidad, si no, más dependencia.
Más placer no constituye más felicidad. Más vivir para los sentidos hace que pierdas el sentido. La felicidad es un camino hacia el sentido, un sendero que empieza en tu interior y termina en tu interior. Tú eres el centro del universo cuando eres consciente de ti.
La felicidad parte de la atención que es el uso fundamental de la conciencia. Cuando estás atento, te centras y eres dueño de ti mismo y de tu potencial. Cuando estás atento, generas un láser con tu propia consciencia y ahí habitas y tienes el movimiento, la vida y el ser. Cuando estás atento, construyes un espacio interior que te conecta con el infinito. Cuando estás atento, construyes el instante y en ese instante eres eterno. Cuando estás atento, te reconoces a ti mismo y vuelves a nacer de ti mismo, siendo el parto y el partero; eres el Creador, porque naces de ti y regresas a tu conciencia.
La atención es el momento más importante de la consciencia, es el momento de la creación en el que descubrimos el presente, es el tiempo de la sincronicidad, el tiempo de la resonancia. Uno nace al presente por la renuncia al pasado, al deshipotecar la vida de los condicionamientos del pasado.
Tenemos la vida hipotecada con las expectativas hacia el porvenir y los deseos insatisfechos y entonces nos perdemos el lugar de la vida que es este instante.
Este instante es sagrado porque en este instante, y no en otro, vive el ser. Allí no hay tener, allí no hay placer, allí solamente bulle el ser y ese ser es lo que somos: potencial infinito que nos habita, Dios tan inmanente como trascendente…
Ese Dios Universal se interioriza en nosotros y convierte la vida en algo mágico. Ese Dios nos humaniza y nos redime. Ese Dios permite que el reino mineral cante y baile y que el reino vegetal florezca y que el reino animal pueda sentir.
Ese Dios permite que el ser humano tenga las alas del pensamiento y desde las alas del pensamiento restaure la intuición, la visión de la totalidad. Desde esa visión de la totalidad nos unimos de nuevo en el maravilloso Camino de Regreso al Creador, que Es y Somos.
El primer paso a la felicidad es la autenticidad. La autenticidad es una genuina identidad, una identidad única, original; es la identidad que nos hace íntegros… La vida es creativa cuando es única. La vida es arte, se goza, se inventa a cada momento. Cuando eres único vives la magia del amor.
El amor no se gasta, no es repetitivo, no se fatiga, el amor no es rutina, ni condición… Es una fuerza magnética, atractiva que te renueva a cada instante.
Cuando te puedes renovar a cada instante eres único. Cuando eres único, te das cuenta de que eres importante, porque eres irrepetible y no tienes competencia posible, porque puedes compartir, te puedes entregar sin temor a perderte y con cada entrega te vas a renovar, te vas a completar y además, vas a completar al otro con tus ojos, con tu abrazo, con tu palabra, con tu silencio, con tu compañía, con tu presencia… Así puedes disfrutar la vida. Primera clave para la felicidad: sé como tú; no como nadie más, único, irrepetible y original.
Da tu propia nota en la sinfonía de la creación, esa nota que es necesaria porque no hay dos seres humanos como tú. Cuando tú no pretendes ser como nadie más que como tú, entonces descubres esa corriente hermosa del Creador que eres, y entras en el mundo maravilloso de tu tierra, de tu raíz, de tu savia, entras en el lugar desde el que puedes re-nacer. Si no tienes ese útero que te está pariendo, que es tu propia identidad, si no te aceptas, si no te amas, si no te afirmas, nada podrás encontrar.
Autoafírmate para que te completes, para que completes el universo.
Ello no sería posible si no te hubieras perdonado. Lo más duro en el momento de la muerte es la culpa, no el cáncer o es el dolor. Lo más doloroso es el miedo al más allá, al infierno de esa falsa creencia de que hay un Dios castigador, el temor oculto de que Dios no te va perdonar. Pero Dios es amor, y donde hay amor no puede haber juicio. El juicio está dentro de ti, el infierno está dentro de ti y eres tú quien lo ha construido.
Sin embargo, podrías construir un paraíso. La pregunta es: ¿cuentas contigo, te aprecias, te valoras, te reconoces? Ese es el primer paso en el sendero de la felicidad. Es un paso hacia el interior. Encuéntrate contigo, en tu centro. Respira profundo y siente la maravilla de la vida. El sol brilla para ti, los pájaros cantan para ti y el aire y de la magia de la mañana soplan para ti.
El universo celebra tu presencia cuando tú te presentas ante ti. Entonces, descubres tu rostro, que no es otro que el del amor, recuperas tu poder y entras en comunión.
Vives en alegría y levedad y ya no tienes el peso del cuerpo, de la culpa, del condicionamiento… Aceptas tus luces y tus sombras.
Reconocerás la nota clave de un corazón que nace y muere a cada instante. La muerte y el renacimiento del corazón es la sístole y la diástole, dura un solo segundo. En cada segundo el corazón se da entero. Si el corazón guardara una gota en cada segundo, en una hora tendríamos insuficiencia cardiaca. Hermoso sería que nosotros pudiéramos atender esa ley del corazón y así en cada segundo, desde tu identidad, entregar y fructificar sin medida. Ese fruto dulce de tu vida se hizo para dar.
Cuando ya tengas tu tierra y tu paraíso, multiplica tus semillas, porque así, dándote, se liberan y es dando como recibimos. Cuando nos damos descubrimos nuestra genuina identidad, nuestra tierra, nuestro paraíso. Cuando hay un yo aparece un tú.
Entre el tú y el yo se genera un movimiento de resonancia, de comunicación coherente, de diálogo. Surge ahí una inteligencia que representa tu capacidad de adaptarte a la vida. No hay una inteligencia espiritual, separada de la inteligencia molecular. Es una inteligencia dinámica y adaptativa: tu capacidad de adaptación a la vida.
El segundo movimiento hacia la felicidad es la adaptabilidad. Adáptate a la vida, al cambio, a la corriente. No te resistas pues produces calor, desgastas tu energía. Cuando no te resistes, la vida pasa a través de ti y te refresca y te fecunda.
Necesitas del otro para mirarte, reconocerte, observarte en ese espejo y poder modificarte y crecer hacia un nuevo ser. Esa nueva tierra tuya ha sido fecundada por el tú, cuando el tú cabe en el yo, entonces surge la maravilla del nosotros.
En nuestros estudios hemos comprobado que allí donde hay más confianza en los demás: en el vecino, en el de al lado, en el gobernante, en el empresario…, allí donde hay más confianza porque hay más transparencia y más honestidad, hay también una mayor felicidad.
Nuestra tierra es vulnerable y puede así germinar. Nosotros somos también vulnerables y nos podemos adaptar. Nuestra adaptabilidad es nuestra mejor fortaleza.
¿De qué esta hecha nuestra vulnerabilidad? Está hecha de flexibilidad. No tenemos que ser perfectos. Cuando somos auténticos y a la vez somos flexibles podemos germinar. Cuando el propósito del alma germina, entonces nos podemos realizar.
La segunda clave es por lo tanto humildad. La humildad es la clave del aprendizaje, sólo desde la humildad podemos abrir nuestro corazón y sensibilizar nuestra piel, todas nuestras pieles, la piel de nuestro campo mental, de nuestro campo emocional y abrirla a la caricia del cosmos.
Vulnerabilidad, humildad y flexibilidad son las claves para la nueva vida, para recuperar el poder de servir y disfrutar. El orgullo nos impide disfrutar, porque el orgullo nos separa. El orgullo divide y destruye el territorio de la conciencia, que es el territorio del nosotros.
Dos movimientos pues hasta el presente: El yo interno que nos conduce a la autenticidad y en segundo lugar la adaptabilidad para llegarnos al tú y construir un nosotros.
Ahí viene la tercera condición para la felicidad, la más difícil de todas: la vida cambia y todo muere. No hay nada constante. Todo muere salvo el cambio. No te resistas al cambio. El cambio te introduce en una corriente de transformación y transmutación que permite al Espíritu fecundarte.
El cambio es fuerza transmutadora. No temas el caos, pues es la matriz del cambio. No temas la oscuridad, pues son reveladores de la luz. Cuando aceptamos las transformaciones y las transmutaciones podemos ascender en la savia de la evolución, florecer y dar nuestro fruto.
Cuando nos reconocemos, encontramos la crisis aseguradora del cambio. Vivir es un proceso de cambio permanente. Cuando tenemos crisis, la vida se bifurca y no vuelve a ser la misma.
El cuerpo es un instrumento del ser y el ser es ese proceso de cambio permanente que nos empuja en un proceso de aprendizaje continuo… Vivir es encender un fuego interior, es convertir el conocimiento en sabiduría que nos permite desenvolvernos en un proceso de cambio permanente.
En el presente podemos siempre aprender del pasado. Podemos cambiar la historia aprendiendo las lecciones. Hay dos tipos de seres humanos: los aprendices y las víctimas. Tú puedes optar por una u otra vía. Puedes optar por dejar de ser víctima de tus creencias. Recuerda que ellas también pueden ser dagas o cáncer, pueden ser fatales.
Tú terminas convertido en aquello que crees de ti. Tú creas el universo en el que crees. Si tú crees que eres culpable, te castigarás de mil maneras. Si tú crees que no eres digno, te enfermarás. Podrías, sin embargo, mirar al pasado, con ojos de presente, de presencia y de amor, no para quedarte en el dolor de tu pasado, sino para aprender la lección que dejaste de aprender.
Todas las lecciones aprendidas te ayudan a disfrutar de la Presencia que habita en tu presente. Los problemas los podemos volver a re-vivir desde la consciencia y no desde la culpa o el condicionamiento.
El problema no es lo que nos pasó, el problema es cómo vivimos lo que nos pasó. Si pudiéramos dejar el rol de la víctima, podríamos resolver esos aspectos cruciales que siguen congelados en nosotros.
La historia no es lo que pasó, sino la lectura que haces de ella. Si no dejas ir a las cosas, éstas se siguen reflejando en tu fisiología, en tus relaciones, en tu vida…, turbando tu felicidad.
La sensibilidad nos puede liberar o nos puede matar. Si la abordamos desde la posición de la víctima, se convierte en lágrimas de cocodrilo, en sensiblería y nos predispone a la manipulación que es el terreno de la inconsciencia. Eso no es una verdadera relación humana, pues hay posesión, chantaje…
En el terreno de la sensiblería todos somos víctima. ¡Que se acabe ese territorio de la sensiblería y el chantaje emocional y asumamos nuestra responsabilidad! Cuando nos duele la vida es que nos estamos despertando. No necesitamos tantos analgésicos. De pronto, necesitamos un dolor más grande para saber lo que éramos.
De pronto, alguien necesita ver la cara de la muerte para constatar el valor de su vida, de su mujer, de su madre… Tal vez tengamos que ver en la cama a nuestra madre, que tiene una leucemia, para experimentar que es una enfermedad que no sólo tiene que ver con los glóbulos blancos, sino con la forma en que nos comunicamos.
Que no sólo tiene que ver con una radiación ionizante, sino con nuestra agresividad, con nuestro desamor… No hay nada más radiactivo que las emociones contenida, retenidas y reprimidas.
Un día nos duele la vida y la vida nos dice que también es con nosotros y nos acerca un dolor que es un despertador. Un día vemos la proximidad de la muerte y ella nos enseña las lecciones más hermosas de la vida.
Un dolor nos hace sensibles, nos ablanda. Todo fruto maduro es blando. El amor deja de ser un amor duro y dominante y casi perfecto y se convierte en ternura, entonces vuelves a nacer. La sensibilidad nos hace tiernos. Los viejecitos se vuelven tiernos y les cuentan cuentos a los nietecitos. Inician el camino de regreso, el camino de regreso es la ternura.
En el seno del caos renacemos. En el caos existe un vórtice de sensibilidad infinita que nos permite transformarnos y emerger y con ello, llega también la felicidad.
El estado de emergencia es un estado de alerta intenso, de genuina presencia, de éxtasis. Se trata de un estado en que, aún con todas las perturbaciones, te encuentras contigo mismo. Paradójicamente, en el ojo del huracán hay una infinita paz y adquieres un potencial infinito.
El problema no es lo que ocurra fuera, si no lo que ocurre dentro de ti. Es posible, aún con toda la turbulencia, que mantengas tu serenidad. La serenidad es la paz profunda e inconmovible del ser que te permite abordar los procesos de cambio sin resistencia.
He ahí la tercera vía a la felicidad: no te resistas al cambio. Aprovecha la oportunidad de cada crisis. Utiliza tu infinita sensibilidad. Aprovecha las oportunidades que te brinda la vida para acceder a un nuevo potencial. Aprovecha la bifurcación cuando la vida no vuelve a ser igual. Aprovecha las semillas que la vida siembra en tu corazón, cuando la vida te duele profundamente. Aprovecha el parto del caos para nacer a un orden superior y así recrear y reinventar tu vida.
La cuarta vía a la felicidad es la responsabilidad. A un animal no le podemos pedir responsabilidad, pero sí a un ser humano. Responsabilidad es una sensibilidad convertida en capacidad de responder. Tu evolución está determinada por tu grado de responsabilidad.
¿A qué respondes? ¿Respondes por tus actos, respondes por ti? ¿Respondes al dolor ajeno? La responsabilidad es una condición esencial del amor. El amor sin responsabilidad es lo más peligroso que hay en este mundo. En nombre del amor hemos cometido las mayores barbaridades y las peores traiciones.
La responsabilidad hace que el amor sea una verdadera respuesta a la felicidad. El amor es reconocer lo esencial del otro. La responsabilidad nos permite comunicarnos y corresponder. El amor nos lleva a un universo maravilloso de correspondencias.
Todo verdadero amor surge de la amistad y toda genuina amistad es reciprocidad, es una vía que va en dos direcciones.
Donde hay reciprocidad hay resonancia, donde hay correspondencia hay correctas relaciones humanas. Esa es la más maravillosa lección que vinimos a aprender: correctas relaciones humanas. En ello somos todos aprendices.
Vinimos a aprender a relacionarnos.
No vinimos a aprender a ser ingenieros o abogados. Esos son instrumentos para relacionarnos. El hombre es un ser relacional y vinimos fundamentalmente a aprender relaciones humanas respetuosas, responsables, liberadoras. No son relaciones sociales para retenernos, para poseernos, para chantajearnos. Lo son para liberarnos y completarnos.
Así transformamos la ecología de la Tierra, que no es una ecología externa. Lo que le pasa a la Tierra es lo que le está sucediendo al corazón del hombre. Si yo abro mi corazón, abro la tierra dentro de mí. Si me amo y amo a mis semejantes, amo también a la tierra, al paisaje y la atmósfera. Y si amo con un amor puro no me contaminaré. El resentimiento es el agente contaminante.
El amor liberador existe en la reciprocidad responsable. Amar es dar y recibir. Hay más sabiduría en el saber recibir. A menudo nos negamos a recibir el regalo de la sonrisa, de la mirada del otro, por no comprometernos, por no quedar en deudas. Necesitamos infinitas deudas de amor como vía a la felicidad. La gratitud es esa habilidad que revela tu propia luz.
La quinta y última vía a la felicidad es la sencillez. La belleza es sencilla. Sólo lo sencillo es integro, sólo lo que es integro nos conduce a la unidad. La sencillez es transparencia, claridad, humildad, honestidad. Nos permite bajar del pedestal y entrar en la corriente de la gente.
Conquistar el código de la sencillez en tu vida te lleva a ser feliz. No se trata de ser el gigante de tus sueños, ni el enano de tus complejos… sino de entrar en la corriente de la gente y sentirte uno con todos ellos. Conquistar el código de la sencillez en tu vida es condición para ser feliz, porque no tienes ninguna expectativa, porque así eres feliz con todo y a pesar de todo. Esa felicidad te hace entrar en comunión con tu humanidad.
En esa comunión nos damos cuenta que somos la voz del Creador, que a la vez somos co-creadores, llamados a recrear la creación.
Estamos aquí para conectarnos a la gran cadena de la vida, a esa gran cadena de inteligencia cósmica, río de conciencia. Somos mediadores entre los reinos inferiores y superiores de la naturaleza.
Cuando somos sencillos reflejamos el Alma, no para la vida eterna, sino para aquí y ahora en vivo y en directo. Ya no sólo comunicarnos, sino fundirnos por el centro, de corazón a corazón y así entrar en esa corriente de la evolución que pasa a través de nosotros para liberarse.
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