Aunque las relaciones hayan cambiado y existan otras figuras parentales en una pareja, además de un hombre y una mujer, dispuestas también a criar hijos; y que pueden ser tanto dos mujeres como dos hombres, igualmente los roles de ambos serán distintos. Habrá uno que tendrá en esa pareja un papel más femenino que el otro y que estará dispuesto a desempeñarlo en función a las antiguas expectativas de rol, y el otro se adaptará mejor a protagonizar la figura masculina.
Para poder desarrollar el proceso de la búsqueda de la identidad y del sí mismo con éxito y llegar a ser una persona madura, emocionalmente estable y capaz de desarrollar sus potencialidades, se necesita crecer rodeado de personas significativas con quienes identificarse, no sólo sexualmente sino también con el conjunto de cualidades y formas de ser que caracterizan la identidad de ambos progenitores.
Los niños aprenden e incorporan tanto lo positivo como lo negativo de sus padres, porque los quieren; porque es el amor el que permite el aprendizaje y no los esfuerzos que hacen los padres para enseñarles.
Por lo tanto, los problemas emocionales y de aprendizaje están relacionados con dificultades en la relación, con alguno de los dos progenitores.
Tradicionalmente el padre representa la figura de autoridad, o sea el encargado de imponer las normas y las reglas a sus hijos y de hacerlas cumplir; y también la del sostenedor, aunque la esposa trabaje e incluso gane más que él; rol que también la ley le adjudica al hombre.
Cuando estos roles no se cumplen, indefectiblemente los niños tendrán problemas de adaptación, de aprendizaje, de personalidad o de carácter.
Existen diferencias innatas en los niños, que son las que les permiten a algunos superar con más éxito las dificultades del entorno que a otros, sin embargo, las experiencias infantiles, aunque se tenga la fortaleza suficiente como para trascenderlas, siempre dejan una huella que afectan tanto la adaptación como a las relaciones.
En la infancia se aprende a vincularse afectivamente con las personas y si ese patrón de comportamiento produce un monto muy alto de frustración, es altamente probable que se reproduzca el mismo modo de defenderse de esa frustración en las relaciones adultas, ya sea con violencia, agresividad, mutismo, nerviosismo, ansiedad, temor al abandono, enfermedades psicosomáticas, etc.
Un padre ausente será buscado toda la vida por su hijo, quien se sentirá atraído hacia una figura masculina paterna, alterando su identificación sexual, porque querrá ser como su madre para atraer al padre; y también alterará la relación de una mujer con su pareja, quien difícilmente podrá confiar en un hombre.
En estos casos, la madre tiende a ocupar el lugar del padre cuando éste falta o no cumple la expectativa de rol, y desempeñará su papel para lograr llenar ese vacío siendo a la vez mujer y hombre.
Siempre que se mantengan los dos roles, diferentes y complementarios, considero que no es relevante que los papeles los desempeñen los sexos tradicionales, porque lo importante es cómo está integrada la pareja, cuál es su comportamiento y en qué medida se cumplen los dos roles.
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