El veneno resultante de la irritabilidad se llama "imperil" - un peligro dominante. Ese veneno, absolutamente concreto, se precipita sobre las paredes de los canales nerviosos y, de ese modo, se esparce por todo el organismo. (...)
Solamente el descanso puede ayudar al sistema nervioso a vencer ese peligroso enemigo, que tiende a provocar las más variadas irritaciones y contracciones penosas del organismo. (...)
Cuanto más sutil es el sistema nervioso, más penosa resulta la precipitación del imperil. Ese mismo veneno, con un ingrediente, puede contribuir para la descomposición de la materia.
Los organismos especialmente sensibles pueden comprobar que durante el período de mayor intensidad de las manchas solares, los rayos de dicho astro, por su cualidad, se vuelven insoportables para ellos. También durante la caída de grandes meteoros se puede sentir un estremecimiento del sistema nervioso. Hasta ahora, las personas han sido incapaces de tomar conciencia de su lugar en este laboratorio gitantesco. Esta simple conciencia bastaría para proteger el organismo humano y para que ellas, en vez de observar el sismógrafo con ansiedad, fuesen en busca de la ilimitada Altura.
¿Qué fue lo que trajo los venenos a las esferas terrestres?
La irritación de los elementos produce un gas muy venenoso. En general, ese gas es fácilmente asimilado por el espacio, pero los rayos químicos del sol llevan esas ondas gaseosas hasta los estratos que están más cerca del planeta. Tiene un efecto peligroso, pero aquellos que fueron avisados, podrán vencer el veneno. La irritación y su producto, el imperil, se combinan fácilmente con ese gas espacial llamado aeroperil.
Hay que distinguir entre la indignación del espiritu y la irritación. El fuego de la irritación debe subdividirse en dos tipos. Cuando la irritación tiene carácter cósmico impersonal, la corriente del prana puede llevarse su veneno. Pero cuando la presunción y la piedad de sí fortalecen la irritación, entonces el sedimento del veneno se depositará en los centros etéricos del individuo. En este caso, no hay posibilidad de retirarlo; sólo se puede eliminarlo mediante el pensamiento cósmico.
La cualidad del pensamiento debe ser conscientizada como una cura. La cualidad de la gratitud también es el mejor purificador del organismo. Quien encontró la simiente y comprendió el cuidado de Aquel que la envió, puede enviar gratitud al espacio. Es grande la fuerza curativa de las emanaciones de gratitud.
Es necesario tornar realidad todo lo que es abstracto.
El sedimento del imperil os fue mostrado. Es exactamente ese veneno el que causa tanta preocupación en las personas. No olvidéis que la mayor ignorancia es menor que una gota de imperil, pues el imperil no es un producto personal, pero, evaporado, impregna el espacio cuya pureza es responsabilidad de todos.
Ciertamente, el imperil es el mayor destructor de la energía psíquica. Pero tampoco deben olvidarse tres perturbadores: el miedo, la duda y la piedad de sí. Cuando pueda efectuarse la medición de la energía psíquica por medios mecánicos, será instructivo observar cómo esos perturbadores interrumpen la corriente de energía. Esa corriente de energía es ayudada por esfuerzos tales como la auto-abnegación y la realización espiritual. Los conceptos abstractos serán un testimonio del reconocimiento de la energía del Principio de Vida, que es mensurable y concebible.
Yo afirmo que los fuegos evocados por el ritmo indicado pueden no solamente aumentar, sino también servir de manera útil para fortalecer la energía psíquica.
Por última vez, Yo hablaré sobre la irritación. Se ha de pensar en el perjuicio, no sólo personal, sino también para el espacio. Ese gusano, cubierto de sonrisas y cortesía, no cesa de devorar el aura planetaria. Su mal se arrastra por debajo de todos los trabajos.
En pro de la creatividad, impregnaos de convicción contra la irritación. Cuando, como un coágulo de sangre, ésta tapa los oídos ¿podrá el hombre ver? Cuando un cortina desciende sobre la conciencia, ¿dónde está entonces la ganancia? Pero es necesario guardar al fuego como a un tesoro. El fósforo de los nervios se está consumiendo como una mecha, y ¿cuál es la utilidad de la lámpara sin ésta? Es posible adicionar el óleo del ozono, pero sin la mecha, los nervios no prenderán fuego.
Todo lo que es perceptible puede condensarse. Esto quiere decir que puede recolectarse la nueva fuerza viva.
No es necesario el descontento ni la irritación, sino la sensación de felicidad.
Fuente: Cuaderno SEÑALES, de Figueira. Enero a Abril 1998
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