El amor es potencia integradora, generadora, sanadora, es un estado auténtico que surge de la conciencia. A medida que vamos ampliando nuestro conocimiento sobre la vida, el amor cobra mayor fuerza en nuestro interior enraizando con hondura sus conductos más delicados y vehementes. Al tener el interior invadido de amor la vida adquiere su sentido último y esto germina el exterior sin detenerse a p
edir permiso, ya que amar es el profundo impulso vital de todo ser vivo por conectarse ecuánimemente con el centro de la existencia y establecer vínculos genuinos con los otros.
El amor es una postura inclusora conectada al corazón del universo. Al amar nos preñamos de vigor. Este estado nos empapa de intuición, nos sumerge en expresión haciéndonos valorar cualquier forma de vida en el cosmos. El amor es una fuerza opulenta que otorga libertad, sabiduría, nos sensibiliza y seduce para que entreguemos sin reparos o juicios lo más hermoso de nuestra esencia en el transcurso del camino. Paralelamente nos acompaña en las etapas dolorosas brindándonos la oportunidad de transitar el sufrimiento amorosa y dignamente, para hacernos llegar a los lugares más potentes de nuestro interior, tocar nuestros inmensos recursos y descubrir que su fuerza es medicina regeneradora. Nunca estamos solos, el amor nos escolta todo el tiempo, vive con nosotros; aún en los momentos de desesperanza y sinsabor cuando olvidamos nuestra capacidad curativa y amorosa, el amor encuentra los conductos necesarios para abrazarnos. Depende de nosotros aceptar sus obsequios (las llamadas “casualidades“ que más bien son una guía para encontrar nuestra misión). El amor no se cansa de permanecer a nuestro lado. Por el contrario su labor esencial es mostrarnos el camino adecuado incrementando nuestra conciencia.
El amor es una cualidad que se nos da junto con la vida, nacemos con ella, somos seres amorosos por naturaleza, por tanto es natural que nuestra necesidad primordial sea amar y ser amados. Los seres humanos, los animales y cualquier ser vivo se entristece, devasta y deprime cuando vive el desamor o en desamor. Todo esto explica que la vida en esas circunstancias parezca carente de significado, y de pronto su sentido último se paralice.
Son tiempos cruciales porque nos toca decidir entre vivir en la evasión y la felicidad artificial que produce el materialismo o vivir en amor: un estado invariable, productivo, verdadero e inmortal. En ningún momento quiero decir que lo material no sea necesario o bello, por el contrario cualquier creación humana es hermosa e imprescindible. Hay una gran diferencia entre crear y poseer desde y para la vida; y utilizar nuestros recursos, conocimientos y oportunidades egoísta e inconscientemente sin importar las consecuencias o sin contemplar el dolor para sobrevivir mediocre y “cómodamente“ nuestra estadía sobre la tierra.
No se trata de juzgar sino de re-cuestionarnos y afinar nuestra intuición para retomar el camino hacia el interior, hacia el encuentro con nuestro espíritu y nuestra enorme capacidad amorosa que está en espera de ser desplegada.
Es cuestión de encontrar el equilibrio, no de caer en fanatismos o extremos. La vida es una oportunidad para hacernos conscientes de nuestra existencia, de nuestro potencial y trascender desde nuestra virtud más sabia y poderosa: el amor
Los seres humanos somos seres luminosos, poderosos, co-creadores de la vida misma, nacemos dotados de amor. El mal es una elección, no una característica que poseamos por naturaleza, se construye con cada decisión incorrecta que tomamos, cuando nos traicionamos optando por el desamor. No es el odio lo que mata al amor sino el miedo. La traición, el egoísmo y el narcisismo constituyen la fórmula perfecta para construir hombres y mujeres temerosos de sí mismos, carentes de dar o recibir amor, desconectados de su interior; convirtiéndose así en seres realmente pobres y débiles por elección. Son estos seres los que comenten las injusticias más despreciables, inhumanas y aberrantes. Detrás de cada asesino, abusador, o cualquier líder de la injusticia se encuentran seres escasos de amor, su esencia más profunda está dañada y enferma por todas las veces que han traicionado su capacidad amorosa. Son seres impotentes que no pueden expandirse en el amor por eso destrozan a su paso todo lo amoroso y realmente valioso en la vida. Sus acciones están respaldadas por la envidia proveniente de los huecos insaciables que se alojan en el alma cuando se traiciona el espíritu.
No hay por que temerle a nuestra fuerza amorosa. Ésta es generosa, poderosa y vital. Es al miedo al que hay que huirle sin pensarlo.
El amor es aquello que hace posible las metamorfosis, nos obsequia los elementos oportunos para extender las alas, trascender y volar con entera libertad hacia la verdad. El amor es ese brillo resplandeciente que proviene del alma y se refleja en la mirada acusando lo prodigioso de la vida, es todo acto de perdón, comprensión, conmoción, es lo que hace posible lo quimérico. El amor es un sentimiento fácil de reconocer: es benévolo, acoge el alma y cuida del otro. Es la fuerza última que nos une por encima del rencor, la desazón, el temor o cualquier acto de alevosía. Sus raíces emanan del rincón supremo en donde se gesta la energía del universo.
La fuerza del amor es tan intensa que repara todo tipo de heridas, es una pócima renovadora, magia real para curar el dolor y lo más increíble es que nacimos con ella. Somos seres sanadores de los desgarramientos más profundos. Todo consiste en elegir el amor y permitirle que se extienda en nuestro interior.
El amor es energía inmortal e indestructible ya que su característica principal radica en regenerar, por está razón siempre tiene la última palabra frente al desamor o la traición. El amor nos permite percibir el aroma de lo invisible, nos muestra la función de la vida, pule nuestros sentidos para deleitarnos con sus acciones, repara lo agrietado, florece lo devastado, es música celestial que hace bailar con ritmo unísono al universo, suma, renueva, es líquido nutritivo del que continuamente estamos sedientos, está inmerso en el viento y genera oportunidades. Es insistente y sin lugar a dudas encuentra los medios propicios para hacerse presente, agasajar, reconfortar, curar, procrear y materializarse. El amor nos hace vivir en sincronía con Dios, nos conecta con su fuerza de forma tangible. Es lo que hace posible la vida y la oportunidad de descubrirla.
El amor es una postura inclusora conectada al corazón del universo. Al amar nos preñamos de vigor. Este estado nos empapa de intuición, nos sumerge en expresión haciéndonos valorar cualquier forma de vida en el cosmos. El amor es una fuerza opulenta que otorga libertad, sabiduría, nos sensibiliza y seduce para que entreguemos sin reparos o juicios lo más hermoso de nuestra esencia en el transcurso del camino. Paralelamente nos acompaña en las etapas dolorosas brindándonos la oportunidad de transitar el sufrimiento amorosa y dignamente, para hacernos llegar a los lugares más potentes de nuestro interior, tocar nuestros inmensos recursos y descubrir que su fuerza es medicina regeneradora. Nunca estamos solos, el amor nos escolta todo el tiempo, vive con nosotros; aún en los momentos de desesperanza y sinsabor cuando olvidamos nuestra capacidad curativa y amorosa, el amor encuentra los conductos necesarios para abrazarnos. Depende de nosotros aceptar sus obsequios (las llamadas “casualidades“ que más bien son una guía para encontrar nuestra misión). El amor no se cansa de permanecer a nuestro lado. Por el contrario su labor esencial es mostrarnos el camino adecuado incrementando nuestra conciencia.
El amor es una cualidad que se nos da junto con la vida, nacemos con ella, somos seres amorosos por naturaleza, por tanto es natural que nuestra necesidad primordial sea amar y ser amados. Los seres humanos, los animales y cualquier ser vivo se entristece, devasta y deprime cuando vive el desamor o en desamor. Todo esto explica que la vida en esas circunstancias parezca carente de significado, y de pronto su sentido último se paralice.
Son tiempos cruciales porque nos toca decidir entre vivir en la evasión y la felicidad artificial que produce el materialismo o vivir en amor: un estado invariable, productivo, verdadero e inmortal. En ningún momento quiero decir que lo material no sea necesario o bello, por el contrario cualquier creación humana es hermosa e imprescindible. Hay una gran diferencia entre crear y poseer desde y para la vida; y utilizar nuestros recursos, conocimientos y oportunidades egoísta e inconscientemente sin importar las consecuencias o sin contemplar el dolor para sobrevivir mediocre y “cómodamente“ nuestra estadía sobre la tierra.
No se trata de juzgar sino de re-cuestionarnos y afinar nuestra intuición para retomar el camino hacia el interior, hacia el encuentro con nuestro espíritu y nuestra enorme capacidad amorosa que está en espera de ser desplegada.
Es cuestión de encontrar el equilibrio, no de caer en fanatismos o extremos. La vida es una oportunidad para hacernos conscientes de nuestra existencia, de nuestro potencial y trascender desde nuestra virtud más sabia y poderosa: el amor
Los seres humanos somos seres luminosos, poderosos, co-creadores de la vida misma, nacemos dotados de amor. El mal es una elección, no una característica que poseamos por naturaleza, se construye con cada decisión incorrecta que tomamos, cuando nos traicionamos optando por el desamor. No es el odio lo que mata al amor sino el miedo. La traición, el egoísmo y el narcisismo constituyen la fórmula perfecta para construir hombres y mujeres temerosos de sí mismos, carentes de dar o recibir amor, desconectados de su interior; convirtiéndose así en seres realmente pobres y débiles por elección. Son estos seres los que comenten las injusticias más despreciables, inhumanas y aberrantes. Detrás de cada asesino, abusador, o cualquier líder de la injusticia se encuentran seres escasos de amor, su esencia más profunda está dañada y enferma por todas las veces que han traicionado su capacidad amorosa. Son seres impotentes que no pueden expandirse en el amor por eso destrozan a su paso todo lo amoroso y realmente valioso en la vida. Sus acciones están respaldadas por la envidia proveniente de los huecos insaciables que se alojan en el alma cuando se traiciona el espíritu.
No hay por que temerle a nuestra fuerza amorosa. Ésta es generosa, poderosa y vital. Es al miedo al que hay que huirle sin pensarlo.
El amor es aquello que hace posible las metamorfosis, nos obsequia los elementos oportunos para extender las alas, trascender y volar con entera libertad hacia la verdad. El amor es ese brillo resplandeciente que proviene del alma y se refleja en la mirada acusando lo prodigioso de la vida, es todo acto de perdón, comprensión, conmoción, es lo que hace posible lo quimérico. El amor es un sentimiento fácil de reconocer: es benévolo, acoge el alma y cuida del otro. Es la fuerza última que nos une por encima del rencor, la desazón, el temor o cualquier acto de alevosía. Sus raíces emanan del rincón supremo en donde se gesta la energía del universo.
La fuerza del amor es tan intensa que repara todo tipo de heridas, es una pócima renovadora, magia real para curar el dolor y lo más increíble es que nacimos con ella. Somos seres sanadores de los desgarramientos más profundos. Todo consiste en elegir el amor y permitirle que se extienda en nuestro interior.
El amor es energía inmortal e indestructible ya que su característica principal radica en regenerar, por está razón siempre tiene la última palabra frente al desamor o la traición. El amor nos permite percibir el aroma de lo invisible, nos muestra la función de la vida, pule nuestros sentidos para deleitarnos con sus acciones, repara lo agrietado, florece lo devastado, es música celestial que hace bailar con ritmo unísono al universo, suma, renueva, es líquido nutritivo del que continuamente estamos sedientos, está inmerso en el viento y genera oportunidades. Es insistente y sin lugar a dudas encuentra los medios propicios para hacerse presente, agasajar, reconfortar, curar, procrear y materializarse. El amor nos hace vivir en sincronía con Dios, nos conecta con su fuerza de forma tangible. Es lo que hace posible la vida y la oportunidad de descubrirla.
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