Etimológicamente, «insomnio» viene del latín, y se podría traducir literalmente por «falta total de sueño». Desde el punto de vista clínico, el insomnio se puede definir como la dificultad para iniciar o mantener el sueño. También se consideran clínicamente como insomnio aquellas situaciones en las que el sueño no cumple su misión reparadora y acaba originando un deterioro personal, familiar, social y laboral más o menos acusado.
Según los cálculos más rigurosos, la tercera parte de la población mundial padecería de insomnio, y, de ella, aproximadamente la mitad sufriría insomnio crónico. Sólo en España se calcula que unos 12 millones de personas sufren algún tipo de trastorno relacionado con el sueño, lo que en cierta manera explica por qué solamente en la Seguridad Social se prescriben más de 6 millones de envases de hipnóticos anualmente.
Pero a pesar de lo alarmante que puedan parecer las cifras, el insomnio, y también otras alteraciones relacionadas con el sueño, tienen tratamiento y en muchos casos solución definitiva.
Ahora bien, ni todos los insomnios son iguales ni tampoco el insomnio es, salvo excepciones muy puntuales, una enfermedad en sí misma, sino más bien un síntoma, un indicio, una señal, un signo de que algo no funciona, de que existe un trastorno subyacente al que habrá que dirigir la atención si se quiere solucionar realmente el problema.
Tipos de insomnio
En esencia, y de forma un tanto simplista pero eminentemente didáctica, se pueden distinguir dos tipos fundamentales de insomnio:
1) El insomnio secundario, reactivo o transitorio.
Es el más frecuente, y su origen hay que buscarlo en una serie de factores muy diversos que lo provocan y lo mantienen, siendo en estos casos muy evidente que el insomnio es un síntoma más de la alteración, trastorno o enfermedad de base. Todos hemos padecido alguna vez este tipo de insomnio.
Causas del insomnio secundario, reactivo o transitorio:
a) La ansiedad y la tensión emocional.
Todos los acontecimientos, tanto de índole positiva como negativa, que tengan una cierta relevancia emocional para una persona pueden originarle variaciones del sueño.
Pero no sería correcto centrarse y poner el acento sólo en los acontecimientos, ya que la personalidad o, lo que es lo mismo, la forma de ser, el temperamento y el carácter que cada sujeto tenga desempeñan también un papel decisivo a la hora de padecer el insomnio.
b) El jet lag y el trabajo a turnos.
Esta alteración es un síndrome que se origina al cambiar con cierta asiduidad de husos horarios. En algunos casos puede llegar a constituir una enfermedad profesional (pilotos, azafatas, ctc.).
También el llamado «trabajo a turnos» puede ser secundariamente un factor generador de insomnio, sobre todo cuando los turnos son relativamente breves y se alternan, por ejemplo, dos semanas con horario diurno y una con horario nocturno, como ocurre, entre otras profesiones, con el personal sanitario, sobre todo de enfermería.
c) Variaciones del entorno.
Casi todo el mundo acusa en mayor o menor medida el cambio de cama, de habitación y hasta de almohada, por lo que es frecuente observar problemas de insomnio transitorio y leve cuando uno se ve obligado a dormir una noche en un hotel o en un lugar que no es el habitual.
d) El alcohol, los medicamentos y las sustancias tóxicas.
Casi todo el mundo sabe que tomar café, té, cacao o bebidas que llevan cafeína produce insomnio. Pero lo que quizá ya no sea tan conocido es que otras sustancias, entre las que se encuentra el alcohol, pueden afectar también sensiblemente al sueño y producir insomnio a pesar del efecto sedante inicial que todo el mundo les atribuye.
e) Insomnio secundario a otra enfermedad.
En este apartado se puede incluir una amplia, variada y extensa gama de trastornos en los que el insomnio es un síntoma más de la enfermedad.
2) El insomnio primario, idiopático o crónico.
En este caso el paciente refiere tener dificultades para dormir desde etapas muy precoces de su vida, y no existen, al menos aparentemente, motivos claros que expliquen tal circunstancia. Padecerían insomnio primario, según la clasificación de la Asociación de Psiquiatras Americanos, aquellas personas que tienen habitualmente una severa dificultad para iniciar o mantener el sueño o que no consiguen tener un sueño reparador.
Lo que caracteriza al insomne crónico es, sobre todo, la dificultad para conciliar y/o mantener el sueño, dificultad que va acompañada de despertares frecuentes. Esta situación, cuando se mantiene en el tiempo, da lugar a síntomas asociados, tales como fatiga, dificultades de concentración y somnolencia diurna, y, en definitiva, a un importante deterioro personal y social.
Causas del insomnio primario, idiopático o crónico.
COMBATIR EL INSOMNIO CON BUENOS HÁBITOS
Uno de los aspectos fundamentales en la prevención del insomnio, sea éste del tipo que sea, va a ser la modificación de ciertos patrones, pautas o estilos de vida:
1) Conseguir la cantidad de sueño óptima.
Cada persona necesita una cantidad de sueño concreta y peculiar, y no se pueden establecer reglas generales. No obstante, se estima que a un adulto medio le conviene dormir entre siete y ocho horas por noche. Dormir menos de seis o más de diez horas se asocia a un mal estado de salud.
Ahora bien, más importante que el número de horas que se duerme sería la sensación de recuperación que el sujeto tiene cuando se levanta, esto es, la percepción subjetiva de que el reposo ha sido eficaz, reparador y suficiente para «cargar las pilas» y para responder a las demandas de una nueva jornada.
2) Mantener horarios regulares.
Este aspecto es uno de los más importantes, pues no hay que olvidar que el organismo tiene una serie de «relojes internos» a los que conviene no despistar.
Ahora bien, conviene no confundirse. Una cosa es tener una cierta regularidad a la hora de acostarse y levantarse, siempre recomendable y aconsejable, y otra muy distinta caer en una rigidez obsesiva por los horarios que pueda llegar a ser más perjudicial que la propia irregularidad.
3) Conseguir un ambiente adecuado.
Un aspecto ambiental importante que hay que considerar es el ruido. Éste puede convertirse en un elemento perturbador del sueño. De forma genérica se puede afirmar que el ruido origina una disminución de la profundidad del sueño que lo hace más ligero y más superficial.
Otro parámetro ambiental capaz también de perturbar el sueño sería la temperatura, sobre todo el calor, ya que el frío ocasiona menos cambios en la estructura y organización del sueño, y, si cabe, induce un sueño más profundo y relajado.
4) Practicar ejercicio físico de forma regular.
El ejercicio físico practicado de forma regular, no excesivamente intenso y realizado sobre todo por las tardes incrementa los niveles de sueño lento y mejora en líneas generales la calidad del sueño, por lo que es muy recomendable para las personas con problemas de insomnio.
5) Nutrición equilibrada.
Es conveniente evitar siempre las cenas copiosas. Si por cualquier circunstancia la cena es muy abundante, habrá que dejar pasar un buen rato para permitir que los alimentos ingeridos efectúen su correspondiente tránsito intestinal; tampoco es saludable lo contrario, ya que irse hambriento a la cama también puede dar lugar a dificultades para conciliar el sueño. Así pues, debe quedar claro que la cena ha de ser más bien escasa y efectuarse como mínimo unas dos horas antes de ir a dormir.
Por último, conviene recordar que no son excesivamente recomendables las infusiones, ni tan siquiera las consideradas relajantes, ya que en general sólo resultan eficaces para incrementar la cantidad de orina, y ello puede ser motivo de interrupciones del sueño para ir al cuarto de baño.
6) Control del estrés.
El estrés no está sólo constituido, como muchas personas podrían pensar, por aquellos factores de nuestro entorno cuya influencia exige un esfuerzo inhabitual de adaptación (trabajo intenso, prisas, ruidos, vivencias traumáticas, problemas, etc.). El estrés se produce, sobre todo, por la «interpretación» que de un determinado acontecimiento o hecho realiza cada individuo.
Es evidente que hay personas que tienen una gran facilidad para amargarse la vida, para ver siempre el lado negativo de las cosas, para anticiparse al futuro pero percibiendo casi siempre sus aspectos más oscuros y tétricos. Es lo que algunos psiquiatras han llamado «estructuras neuróticas de la personalidad». Son sujetos ansiosos, inseguros, inestables, dubitativos y con escasa tolerancia ante la adversidad y la frustración; incapaces muchas veces de expresar sus sentimientos, reprimiéndolos y generando con ello una autoagresividad e irritabilidad muy elevadas.
7) Restricción de medicamentos y sustancias excitantes.
Determinados medicamentos, así como sustancias de uso cotidiano (café, té, bebidas de cola, tabaco, alcohol), pueden interferir notablemente en el sueño. En este sentido es importante recordar que el tabaco es un elemento altamente perturbador del sueño; estudios recientes han demostrado algo importante: por encima de los 15 cigarrillos diarios los efectos de la nicotina sobre el sueño son negativos, y se produce un aumento de los despertares nocturnos, además de los problemas respiratorios que todo fumador padece.
También se ha visto que los hipnóticos, cuando se utilizan incorrectamente, pueden dar lugar a trastornos del sueño. Por un lado, el uso indiscriminado y en dosis crecientes produce modificaciones en la arquitectura del sueño, de modo que se alteran las diferentes fases que componen el sueño normal con las consiguientes interrupciones del sueño, pesadillas, etc. Por otro, la supresión brusca de hipnóticos benzodiacepínicos (sobre todo los de vida media corta o ultracorta) puede originar la aparición de un insomnio de rebote, insomnio matutino y ansiedad diurna.
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